domingo, 28 de marzo de 2010

El espejo ciego

Con mis mejores deseos de que esta semana sea especial, marcada por el descanso, el buen tiempo y la alegría, quiero compartir mi cuentecillo que,ojalá os ayude a ello.


¿Qué iba a hacer ella, precisamente esa mañana, cuando más lo necesitaba?
Como cada domingo se levantó con la ilusión pintada de colores en su alma. Desayunaría reposadamente, qué lástima que no tuviese con quién compartir ese pequeño placer matutino, y luego se vestiría de fiesta porque quería celebrar su felicidad. Una dicha basada en tantos actos como voluntaria , en tantas personas como la animaban a que siguiera siendo ella y en la confianza de un entorno que a cada instante se mostraba amable con.. Lucía. No sería un disfraz. Sería la exteriorización de su mundo interior.
Sí, aquél era su nombre. Pudiera parecer que sus padres intuyeron, al elegirlo, lo mucho que se identificarían apelativo y personalidad.
Lucía, desde muy niña, siempre destacó por el brillo que irradiaba a quienes se cruzaban en sucotidianeidad, a sus familiares y compañeras, pero también a los desconocidos que tenían la fortuna de saber captar su presencia, su mirada de aurora.
Y no es que le gustase jactarse de sus actos. Sencillamente se dedicaba a llenar su tiempo con la voluntad firme de regalar pequeños milagros.
¿Cómo era posible, entonces, que no hubiese sido tocada aun por la magia del amor? Tal vez fuese porque su entrega y ansias de ayudar no le hubieran dejado ver a los cupidos encontradizos. No le importaba demasiado, porque su felicidad giraba alrededor de humildes gestos que le mostraban aquéllos a quienes se dedicaba: niños abandonados.
Es verdad que, no pocos de sus momentos, se teñían de tristeza. ¡Qué pena todas esas criaturas tan débiles, tan huérfanas de soledad! ¿Qué podía hacer más allá de entregarles algo de su calor?
En la residencia donde practicaba sus dones, se había acordado que el primer domingo de primavera harían una fiesta que debería ser inolvidable para los chiquillos. A Lucía le tocaría vestirse de princesita pero habría duendes, payasos y personajes de cuento.
Tocó su melena rubia con la corona plateada que había fabricado, se puso el vestido adornado de pedrería y calzó unos zapatos forrados de raso. Creyó que estaba ya lista y por eso fue a mirarse al espejo, a su cómplice de tantos momentos.
Mas, ¿qué creéis que sucedió?
El amigo de siempre, el compañero de sus soledades esta vez no le devolvió su imagen. ¿Cómo podía ser?
Lucía sólo veía un vaho neblinoso, nada más.
Quiso pasar sus manos de ángel por él y limpiarlo, borrar esa pátina de negrura pero el azogue continuaba ciego.
El timbre de la puerta sonaba insistente. Se dijo que tendría que aventurarse tal como estuviera. No podía explicarse por qué el espejo se mostraba tan hostil. ¿Qué haría con él? Le había cogido cariño desde que su amiga Pili se lo regalara como recuerdo al cumplir los dieciocho.
Apresurada, se precipitó a abrir.
-¡Ya voy, chicas!
Había quedado en que Amparo y Raquel la recogerían para ir las tres juntas.
Descorrió el cerrojo y...
-Oh, ¿qquién es usted?
Lucía, al tiempo que escuchaba la voz del desconocido, oyó en su corazón el tintinear de campanitas.
Un apuesto joven, vestido con camiseta de rayas verdes y rojas, pantalón azul ancho, zapatos colorados y sombrero de copa en la mano, le sonrió:
-Lucía, si; lo sé. Sé que vas a una fiesta, que vas a regalar felicidad pero antes escúchame. Al verte tan guapa tu espejo no ha podido resistirse, pidió al rey de los duendes que enviase al más galante para que hiciese pareja contigo, no sólo este domingo, si no para siempre. Que se cansaba ya de mirarte siempre sola. Y aquí estoy. He dicho a tus amigas que me dejasen que fuera yo quien viniese a buscarte y te acompañara. ¡Quieres cogerte de mi brazo?
-Aaaah sí, sí, sí. Pero antes, espere. Volvió corriendo a su cuarto de baño y sin poder remediarlo se aupó por encima del lavabo y plantó el mejor de los besos en el centro del espejo, que entonces volvió a lucir sus plateados destellos de luna llena tan naturales para Lucía.


3 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Y yo le pregunto a ese espejo ciego: "Espejo, espejito, dime, ¿quién escribe los cuentos más deliciosos, originales, tiernos, optimistas y poéticos?

Y el espejo me contesta: "¿Acaso tienes alguna duda? ¡Es Albertito, por supuesto!". Y yo lo corroboro, y encima te mando un besósculo de feliz semana. Mua!

brujita dijo...

¡Que lindo tu cuento Alberto!... me hace regresar a los cuentos de hadas, me huele a fresas de azúcar y vainilla.

Besito volado.

Rosa Sánchez dijo...

Caray, Alberto, qué espejo más considerado, qué cuento más tierno, qué final más feliz... Me encanta la maestría con la que unes fantasía y realidad en tus cuentos. Los hace únicos y especiales.
Cuando escribas otro, no lo dudes, avísame que no me lo quiero perder.
Un fuerte abrazo. Feliz Pascua.

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