lunes, 15 de septiembre de 2008

Va de Olimpiadas

Casi ya tocando a su fin las XVIII olimpiadas de la era moderna, en Pekín, una vez que terminen las “paraolimpiadas” destinadas a atletas con distintas discapacidades, quiero recoger varias anécdotas de los juegos desde su inicio y espero, con ello, además de aportaros algunas curiosidades, haceros evocar las proezas de los competidores. Seguro que todos nos hemos emocionado con el triunfo de Nadal en tenis, las acrobacias de las nadadoras de Sincronizada o la velocidad del campeón jamaicano, Usain Bolt, y espero que también con los logros de nuestros paralímpicos.
Que os gusten.

Las primeras referencias a los Juegos datan del año 884 a.C. cuando Ifito, rey de los eolios, que ocupaban Olimpia, estableció una tregua con Esparta. Estas treguas en las continuas batallas entre los estados griegos fueron la llama que encendieron la celebración de unos Juegos entre las distintas polis griegas.
El primer campeón de la historia de unos Juegos Olímpicos fue Korebo, cocinero de profesión.
Durante las tres primeras ediciones existió sólo una prueba, consistente en dar una vuelta a un estadio de 192.28 ms. pero en la cuarta edición se incluyó el “diaulo“, prueba que al igual que la anterior consistía en correr en la misma pista pero dándole dos vueltas. En la 18ª Olimpiada (año 708 a.C.) se incluyeron la lucha y el pentlatón.
Tan importantes eran las Olimpiadas en la Antigua Grecia que el primer año que se inscribieron los nombres de los vencedores (776 a.C.) se convirtió en el punto de partida del calendario heleno.
En Olimpia sólo podían asistir a los juegos las mujeres solteras y la pena para una mujer casada que observase a los atletas era la muerte, pues los atletas competían desnudos, exhibiendo sus cuerpos como símbolo de perfección y dedicación.
En el año 404 a.C. estuvo a punto de pronunciarse una sentencia de muerte contra un espectador. Este hombre, llevado por el entusiasmo al asistir a la victoria del joven púgil Pisidoro, saltó las barreras para abrazarlo. Al hacerlo, se levantaron sus vestiduras y se puso de manifiesto que en realidad no se trataba de un hombre, sino de una mujer, la madre del vencedor.
En el año 388 a.C. cuatro participantes fueron condenados bajo acusación de soborno, pues se demostró que habían pretendido manipular los juegos.
El emperador romano Nerón era tan aficionado a las carreras de cuadrigas que en una ocasión decidió participar en los Juegos y cuando regresó de Grecia entró en Nápoles en una carroza guiada por caballos blancos y a través de una brecha abierta en las murallas, como acostumbraban a hacerlo los vencedores de los Juegos.
El emblema olímpico está formado por cinco aros entrelazados que representan los cinco continentes: Europa, Asia, África, Oceanía, y América. Fue diseñado
por el Barón Pierre de Coubertin en 1913. Los aros forman dos filas, tres en la parte superior y dos en la inferior. Los de la fila superior son de color azul, negro y rojo, y los de la parte inferior, de color amarillo y verde. Al menos uno de estos colores se puede encontrar en la bandera de cada nación participante de los Juegos Olímpicos. Presentó la bandera olímpica con los cinco aros en el congreso de París, 1914, conmemorando el vigésimo aniversario de la fundación del COI.
En Atenas 1896 se celebró la primera prueba de Maratón desde el mismo lugar donde ocurrió la célebre batalla del mismo nombre y, además, fue ganada por un corredor griego, Spiridon Louis.
En los primeros juegos de la era moderna las medallas únicamente eran de plata y bronce.
“Lo importante no es ganar, sino participar”. Esta frase muy ligada al olimpismo y que fue pronunciada en el año 1908 por el obispo de Penssylvania Ethelbert Talbot, justo antes de las 4ª Olimpiadas, en Londres.
En París 1924 se levantó la primera Villa Olímpica.
El estadounidense Edward Eagan es el único atleta que ha sido campeón olímpico en Juegos de Verano y de Invierno: lo fue de boxeo (peso ligero) en 1920 y de bobsleigh a cuatro en 1932.
Los Juegos de Invierno nacieron sin saber que lo eran. Los de Verano de 1924 se disputaban en París y, simultáneamente, se organizó una Semana del Deporte en Chamonix, con pruebas de hielo y nieve. El éxito fue tan grande que recibió la denominación de Primeros Juegos de Invierno.
Los resultados de la prueba de saltos de esquí de 1924 desde el trampolín largo no se establecieron correctamente hasta 50 años después. Un error en el cómputo de puntos atribuyó la tercera plaza al noruego Thorleif Haug, cuando en realidad correspondía al estadounidense Anders Haugen, que recibió su medalla en una ceremonia especial cuando tenía 83 años.
En Los Ángeles 1932 se introduce el podio para la entrega de medallas.
En Berlín 1936 Hitler pretendió que Berlín fuera el escenario donde comprobar en la práctica la superioridad de la raza aria y mostrar las excelencias del sistema nazi. Un hombre negro, Jesse Owens, ganó la final de salto de longitud, lo mismo que otras tres carreras más, y Hitler abandonó el estadio antes de tiempo para no tener que estrecharle la mano en la ceremonia de entrega de medallas.
En Roma 1960 Cassius Clay ganó la medalla de oro en boxeo con 18 años. Cuando volvió a su país (EE.UU.) le negaron el paso a un restaurante de blancos. Clay renunció al triunfo de su país y tiró la medalla a un río.
En México 1968 Fosbury revolucionó el salto de altura con su técnica de saltar de espaldas al listón.
En Montreal 1976 se descubrió que el soviético Boris Onishchenko tenía trucada la empuñadura de su espada, de forma que el sistema de detección de tocados le daba un unto cuando él apretaba un botón.
En Los Ángeles 1984 Gabriela Andersen concluyó la prueba de Maratón deshidratada y con la mitad de su cuerpo paralizado por calambres, entró haciendo eses y en medio de una de las mayores ovaciones que se recuerdan.
El luchador de grecorromana sueco Ara Abrahamain viajó a Pekín con una meta: el oro. Finalmente se tuvo que conformar con el bronce pero en el momento de la entrega de medallas, una vez subido al podio y con la presea al cuello, el iracundo medallista montó en cólera y tiró el trofeo al suelo. Después salió del recinto al grito de "no me importa”.

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