Recuperada la conexión a Internet, quiero compartir aquí otro de essos viajes inolvidables, de los que yo tanto anhelo y disfruto.
Lo haré, de momento, con flashes, retazos que me han quedado en la memoria. Cuando disponga de fotografías las pondré también.
Se trataba de celebrar la noche mágica de San Juan, pero también de compartir el cumpleaños de alguien especial con nombre de bondad y apellido de alegría.
El marco: la comarca del Alto Ribagorza, alojados en Vilayer, provincia de Lérida aunque rayando Huesca.
La arribada a la estación de tren en Lérida, la capital de la Terra Ferme. Recuerdos por ser esta ciudad en la que se inició mi vida laboral hace, nada menos, que veinte años y emoción por un encuentro tan ilusionante y deseado.
Llegada a la fonda donde nos alojaríamos, recogida de la llave. Habitación sencilla pero acogedora. El calor de lo auténtico y la familiaridad del pueblo.
Subida a la montaña mágica, donde el fuego sería protagonista. Cena ducal en la que regamos un nuevo año con champán auténtico, fresas y torta de coca dulce dulce.
Bajada de las fallas, antorchas hechas de madera que se van consumiendo con la mirada de la luna y el crepitar de la catarsis madre de nueva vida.
Días de sonidos acuáticos. Escuchar la impetuosidad del agua que fluye con distintos tonos: cristalinos, bravíos, burbujeantes… Sentirla bajo tus pies, lamiendo tus manos, a tu alrededor, en el horizonte.
Esa naturaleza que te envuelve. El crujido de la hierba al sentirla, la infinita variedad de trinos o las texturas de flores, troncos arbóreos y crines de caballos que, mansamente, se dejan acariciar.
La cata de agua en Caldas de Bohí con sus distintos matices, templada, sulfurosa, refrescante.
Un descubrimiento emocionante: una capillita que alberga a Sta. Lucía, mi patrona y cómo esta se ve agasajada con obsequios. Yo no puedo resistirme a dejar el mío: una pluma de cisne, símbolo de mi pasión de escritor que, instantes antes, me acaban de regalar, como deseo premonitorio de libros que lleven mi nombre.
Viandas sencillas, pero ¡tan exquisitas!…. Ese arroz con leche, esas tostadas de mermelada y mantequilla mañaneras, esos huevos fritos, esos canelones. Alguien me dice: “prívate”. Mas ¿cómo hacerlo ante semejantes delicias?
Una mariposa se posa en mi espalda. ¿Qué pretendería? ¿A quién representará? Ah, esa imaginación.
Presentes llenos de significados: una barca construida por manos maestras de ángel, una camiseta con la estampa de un loro (¿Perejil?), unas piedras de río preñadas de energía positiva, una caracola que me acerca a un mar y, cómo no, dulces surtidos.
Risas, descubrimientos, sentirme querido, aceptado, comprobar cómo se consigue que mi ceguera se diluya en la luz de la amistad y la complicidad.
Gracias, Jaume, Mercedes, Lidia y Noemí por obrar el milagro.
Lo haré, de momento, con flashes, retazos que me han quedado en la memoria. Cuando disponga de fotografías las pondré también.
Se trataba de celebrar la noche mágica de San Juan, pero también de compartir el cumpleaños de alguien especial con nombre de bondad y apellido de alegría.
El marco: la comarca del Alto Ribagorza, alojados en Vilayer, provincia de Lérida aunque rayando Huesca.
La arribada a la estación de tren en Lérida, la capital de la Terra Ferme. Recuerdos por ser esta ciudad en la que se inició mi vida laboral hace, nada menos, que veinte años y emoción por un encuentro tan ilusionante y deseado.
Llegada a la fonda donde nos alojaríamos, recogida de la llave. Habitación sencilla pero acogedora. El calor de lo auténtico y la familiaridad del pueblo.
Subida a la montaña mágica, donde el fuego sería protagonista. Cena ducal en la que regamos un nuevo año con champán auténtico, fresas y torta de coca dulce dulce.
Bajada de las fallas, antorchas hechas de madera que se van consumiendo con la mirada de la luna y el crepitar de la catarsis madre de nueva vida.
Días de sonidos acuáticos. Escuchar la impetuosidad del agua que fluye con distintos tonos: cristalinos, bravíos, burbujeantes… Sentirla bajo tus pies, lamiendo tus manos, a tu alrededor, en el horizonte.
Esa naturaleza que te envuelve. El crujido de la hierba al sentirla, la infinita variedad de trinos o las texturas de flores, troncos arbóreos y crines de caballos que, mansamente, se dejan acariciar.
La cata de agua en Caldas de Bohí con sus distintos matices, templada, sulfurosa, refrescante.
Un descubrimiento emocionante: una capillita que alberga a Sta. Lucía, mi patrona y cómo esta se ve agasajada con obsequios. Yo no puedo resistirme a dejar el mío: una pluma de cisne, símbolo de mi pasión de escritor que, instantes antes, me acaban de regalar, como deseo premonitorio de libros que lleven mi nombre.
Viandas sencillas, pero ¡tan exquisitas!…. Ese arroz con leche, esas tostadas de mermelada y mantequilla mañaneras, esos huevos fritos, esos canelones. Alguien me dice: “prívate”. Mas ¿cómo hacerlo ante semejantes delicias?
Una mariposa se posa en mi espalda. ¿Qué pretendería? ¿A quién representará? Ah, esa imaginación.
Presentes llenos de significados: una barca construida por manos maestras de ángel, una camiseta con la estampa de un loro (¿Perejil?), unas piedras de río preñadas de energía positiva, una caracola que me acerca a un mar y, cómo no, dulces surtidos.
Risas, descubrimientos, sentirme querido, aceptado, comprobar cómo se consigue que mi ceguera se diluya en la luz de la amistad y la complicidad.
Gracias, Jaume, Mercedes, Lidia y Noemí por obrar el milagro.
4 comentarios:
Menos mal que no has hablado de las tormentas, que también las hubo, je, jee...
Albertito, fue un placer compartir contigo tantas sensaciones, tantas emociones, tantas risas, tantos regalos y tantas viandas...¡Que no sea la última vez!
Gracias a ti por tantísimo. Mua.
Estoy de acuerdo con Merceditas, es un placer haber compartido estos días con vosotros... pero en cuanto a lo de las "tormentas" y el exceso de viandas... ¡mejor que no se repita demasiado! jajaja
Hala, un beso
Me alegro de que lo pasárais tan bien. Un abrazo.
En la Ribagorza...de un lado a otro de esos ríos se encuentra lo "mejorcito de cada casa" ¡qué pena no saber que también estuviste por allí!
Un saludo, Alberto! tremendas y a la vez fantásticas las tormentas en los pirineos, ¿verdad?
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