viernes, 5 de diciembre de 2008

El sabor de los pequeños placeres

La lectura del libro “Placer contra placer: ¡Qué bien se vive cuando se vive bien!” de Jesús Ruiz Mantilla, de Ediciones Aguilar me hace reflexionar sobre algo que ya, otras veces, he comentado por aquí: lo hermoso de lo pequeño.
Os pongo la reseña del libro citado:
La búsqueda de la felicidad a través del placer, las contradicciones y los precios que debemos pagar para conseguirla, el regusto de paladear unas raciones en una barra o exquisiteces en un buen restaurante, el viaje improvisado y sin fecha de regreso, compartir un desayuno y hacer planes conjuntos en familia, disfrutar de la lectura de un gran clásico al aire libre, extasiarse ante un concierto singular, entrar en un cine con palomitas, discutir de política y de fútbol con los amigos hasta que cierren los garitos, practicar el deporte que amas y contemplarlo mientras picoteas… Todo eso y otras cosas aborda Placer contra placer. Un libro a caballo entre el ensayo y la memoria personal en el que el autor explora con humor esos avatares cotidianos que nos pueden hacer más felices. Aquellas cosas que logran exprimir todo el jugo de los pequeños grandes gozos de la vida sin olvidar sus costes y sus paradojas.

Sí, ahora que se nos bombardea con grandes fiestas, consumo, apariencia… me parece fundamental pararnos un momento a evocar esos pequeños placeres que a todos nos llenan de manera especial.
Os pongo los míos:
La voz cálida y demostrativa de un corazón generoso cuando me dicen: ¿me permite que le ayude, caballero? (aunque lo de caballero… no sé, no sé).
Escuchar los cantos de los pájaros en el bosque.
Disfrutar de una buena tertulia, que hable de viajes, Historia o curiosidades, con amigos en torno a una mesa.
Recibir vuestras palabras de aliento a través de tiflohomero.
El vermut de los domingos.
El descubrir el inicio de un libro. Leer sus primeras líneas, su reseña.
Entrar solo en un cine o un supermercado como un ciudadano más.
Hacer algo nuevo, aprender una cosa nueva, superar un reto.
El olor de una panadería de pueblo.
Y yo qué sé… cosas pequeñas, sencillas, discretas, pero que tan dentro llegan.

1 comentario:

amelche dijo...

¿Cómo? ¿Que no eres un caballero? Si te lo dicen, es porque lo eres. No te lo tomes por edad. :-)

El olor de una panadería de pueblo, siempre. Mmmmmmmm

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