Éste relato ha obtenido un premio literario convocado por el ayuntamiento de Santander. Es muy ilustrativo y está basado en un hecho real.
EL ACORAZADO OLEGARIO
Permítanme que les presente: Olegario, aquí un lector desapasionado y juicioso.
Lector, éste es el ciudadano del que le hablé. Como ve, tiene una estatura media, es de mediana edad y., en fin, es discreto en general salvo porque se
hace acompañar a todas partes de un perro que responde, casi siempre, al nombre de Ramón, cosa ésta que ha provocado no pocos malentendidos.
Antes, cuando la Iglesia tenía más mando, usted no podía bautizar a su hijo con cualquier nombre. Pero ahora, lo público registra por igual a una serpiente
con el apelativo de Teresa que a una niña con el de Coral.
Ya sé, querido lector, que tiene prisa; sin embargo, quiero hacerle observar que unas cosas traen otras y así anda todo: manga por hombro.
No me mire así, le estoy haciendo un gesto para que deje pasar a Olegario y su perro pues, aunque no lo parezca, de los dos sólo Ramón tiene vista. Al parecer,
hoy han sido invitados precisamente a hablar de este asunto, quiero decir, de los perros-guía, su adiestramiento, comportamiento y protección legal, a
un grupo de funcionarios. Bueno, creo que ahora nos denominan empleados públicos. Ve usted lo que le decía de las palabras. Si el trabajo y el salario
no cambian, se modifica el nombre y ya parece otra cosa.
Paciente lector, sigamos al ciego y su can porque yo estoy convocado a ese cursillo de formación sobre la accesibilidad y no sé qué más.
Es aquí, donde cuelga ese cartel que pone Confederación de Asociaciones de Personas con Discapacidad. Entre conmigo. Nadie va a notar su presencia porque
todos están pendientes de que lleguen los representantes políticos que, como siempre, harán acto de presencia los últimos, nos deleitarán con cuatro palabricas
y se irán los primeros. Y mejor así, pues cuando concretan....
Lo que le decía: ya discursearon y seguidamente se han marchado por "cuestiones de agenda".
Ese hombre que toma la palabra desde su silla de ruedas diestramente acciona para que apreciemos todas las dificultades que encuentra desde que sale por
la puerta de su casa hasta que, por gracia de los dioses, consigue volver. ¿No le recuerdan sus palabras a esas misiones de la N. A. S. A. en las que envían
un vehículo a Marte? Escuche:
"La silla no cabe por la acera y todo lo que se deja sobre ella; el autobús no tiene rampa elevadora; la tienda de ropa que ofrece en el escaparate un rebajadísimo
jersey cuenta con una puerta tan estrecha que no puede pasar; a la pescadería del barrio se "accede" subiendo dos escalone; quiere solicitar una y la oficina
ministerial correspondiente debe enviar un trabajador a que le atienda en la calle pues en el portal hay dos insalvables tramos de escalera; siete cafeterías
más allá consigue pasar a tomar un café y tres más para usar un baño."
Lector, disculpe que le sugiera: esa chica que se comunica ahora es sorda y se sirve de un intérprete, que es quien nos habla. Por tanto, sólo a Olegario
el ciego se le puede admitir, y no siempre, que esté atento a quien presta su voz. Y digo que no siempre porque si estuviese más alerta percibiría mucho
mejor que nosotros dos el siseo de las ropas producido al gesticular con verdadero ánimo expresivo. A ver, ahora que le toca a él, con qué nos apabulla
la autoestima.
Sí, ha oído usted, lector virtual, lo mismo que yo. Los perros-guía proceden de patrones genéticos muy definidos, son educados y adiestrados profesionalmente,
están sometidos a rigurosos controles sanitarios y pueden acceder a cualquier lugar de uso público. La ley los ampara y sanciona a quien se oponga a sus
disposiciones.
Bueno, parece que esto ya ha terminado. Si no le importa me voy a acercar a Olegario por si necesita alguna ayuda.
En efecto, quiere que le llamemos un taxi porque se le ha hecho tarde. Si no le supone inconveniente, sufrido lector, podemos ir con él y Ramón hasta el
centro.
Ese taxi debe de ser el nuestro.
Olegario, ¿usted y el perro prefieren ir atrás?
Espere, que el taxista parece desencajado:
-Un momento - dice -, yo no llevo perros.
-Ya, pero éste es un perro-guía.
-No, si yo tengo dos perros y los quiero muchísimo, pero no los puedo llevar en mi herramienta de trabajo porque lo ponen todo perdido.
-Señor taxista - comienza Olegario -, este perro está educado y perfectamente adiestrado, de manera que puede ir en coches, aviones, trenes y globos si
se tercia.
-De ningún modo -se atrinchera el taxista-, yo si quiere le llamo a un compañero que sí lleva animales. Ya le digo que yo adoro a estos bichos.
Todos nos reímos aunque por diferentes causas. Ramón se sienta en la acera y aventa con discreción.
El ciego se torna sombrío y con tono algo profesoral y tranquilidad anuncia:
-Como la legislación me ampara y la Escuela de Adiestramiento está dispuesta a no permitir ningún desmán respecto al libre acceso y circulación con estos
canes, haré que le tomen la matrícula y número de coche y tramitaré la correspondiente denuncia, pues esta situación es inadmisible.
Ramón se echa y emite un prolongado suspiro que parece anunciar: va para largo.
El taxista se detiene y con contrariedad infinita nos ruega que esperemos un instante. Abre el maletero, saca de su interior unos periódicos y empapela
con sus hojas los dos asientos traseros del vehículo. Luego, con cierta satisfacción anuncia:
-¡Hala, ya puede subirse el perro donde quiera!
La situación es más surrealista que ofensiva, creo yo y así lo manifiesto.
Olegario, que es un ciudadano de buena voluntad como tantos otros, capta de inmediato que el taxista se expresa lejos de la mala fe y únicamente a través
de su ignorancia y acepta el servicio en tan extrañas condiciones. Y si él obra así, ¿Qué no haremos usted y yo, expectante lector?
Al poco, el conductor se muestra confundido pues, según nos dice, el perro no se ha subido al asiento y se está quieto.
Estamos ya cerca del Ayuntamiento y el hombre se disculpa como buenamente sabe. Olegario, socarrón y ufano, le hace entender que acepta sus excusas si le
permite llevarse la hoja de periódico sobre la que está sentado.
Hemos llegado.
Mi buen lector, Olegario nos invita a un café.
Ramón se tumba junto a la barra de la cafetería y mientras nos traen las bebidas, Olegario me tiende la hoja de periódico.
Voy a hacer una pelota con ella cuando vea usted:
El Ayuntamiento de Vetusta convoca, a través de las Concejalías de fomento y bienestar, y de Cultura, Educación y deporte, el concurso de creación literaria
MUNDO ACCESIBLE.
El concurso está dirigido a todas las personas, residentes y/o nacidas en Etrea, con alguna minusvalía, y a todas aquellas entidades o asociaciones con
sede social en el citado cantón autónomo de Etrea relacionadas con la promoción de las personas con disminuciones funcionales, psíquicas o sensoriales.
Se lo leo al ciego. Sin hablar, ambos sabemos con toda certeza lo que se debe hacer.
José Antonio Ferrero
miércoles, 5 de noviembre de 2008
El acorazado Olegario
Publicado por Alberto en 9:34 p. m.
Etiquetas: Relatos
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1 comentario:
tremenda la lucha de los descapacitados fisicos...supóngo que tú algo sabes de todo ésto, ¡son tanto los Olegarios y tantos los que en el futuro engrosarán esas filas... ¡ hasta esos taxistas que se niegan a dar paso a los perros guía, pueden en el futuro precisar de ese perrito...todos nosotros, todos, nos podemos encontrar en esa situación, ser un Olegario más,ser paraplegico...
besitos
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