lunes, 15 de febrero de 2010

El valor de los objetos

Buenas noches invernales.
Aquí mi último cuento.
Que estéis bien.


¿Olvidarlos?
Un viejo tren, una muñeca en aquella caja del desván, aquella flor prensada en un libro.
Tantos objetos que guardan sentimientos, vivencias e instantes compartidos, tantas personas que nos quisieron.
¿Cómo puede ser que vayan a ser arrinconados? ¿Qué hizo que les dejásemos?
Es verdad. Lo nuevo, las prisas, el hastío o el hartazgo.
Así se decía Arturo de la Hoz. Él que siempre se había considerado tan cuidadoso de lo suyo, tan amante de coleccionar y que ahora se encontraba ante la necesidad de escoger.
Las obligaciones laborales le iban a conducir a nuevos destinos y era consciente de que atrás debería dejar no pocos tesoros. Se vería obligado a elegir entre todo aquello que tanto había significado en su existencia.
Comenzó por lo aparentemente más pequeño: el resguardo de una entrada a cierta obra de teatro. Era un papelito minúsculo, algo arrugado, mas ¿cómo romperlo si en aquella representación se fraguó la más hermosa historia de amor de su vida?
Luego un llavero. Tenía forma de casco de minero. Lo había comprado en su primer viaje al extranjero, cuando visitó las minas de sal austriacas. ¿Cómo tirarlo? Imposible. Con lo bien que lo pasó.
¿Y ese juego de posavasos? Cada uno correspondía a un pub en los que participara como tertuliano de libros y lecturas.
La mañana pasaba y todo le parecía importante, de nada quería desprenderse. Al final se dio cuenta de que por más que lo intentase no sería capaz de hacerlo. ¿Cómo pedir a un padre que se incline por uno de sus hijos sobre los demás?
Pensó que lo único que podría hacer era memorizarlo todo, almacenar en las páginas de su memoria. En ellas no ocuparían el espacio que le iba a faltar y así marcharían con él. Sí, era la mejor solución.
Andrea, su fiel amiga, llegó.
-¿Estás bien? ¿Cómo lo llevas?
_Ya ves, amiguita. Tratando de hacer limpieza, pero, chica, que no hay forma. Que ya sabes cómo soy.
-Bah, no te agobies. Que yo puedo guardar lo que me digas. Sabes que en mi casa hay mucho sitio, quizá demasiado.
“Y más que va a haber” _se dijo con tristeza mal disimulada.
-Ay, Andrea. Gracias por estar ahí.
-Bah, que no es para tanto, que no te vas al Polo Norte ni al Amazonas.
-Es verdad, pero es que me cuesta separarme de todo esto.
-Sí, pues aún que no eres de fotos, que si no…
Tienes razón. Sabes que a mí lo que me gusta son los símbolos más que las imágenes en un pliego de papel, por más colorido que éste sea. No te negaré que las fotos son bonitas, pero a mí, tú lo sabes, lo que me gusta es acariciar entre las manos y a través de ellas revivir lo pasado.
-Venga, que te invito a comer y a la tarde, lo guardamos todo bien etiquetado y lo llevamos a casa. Además así tendrás una excusa para venir a verme, aunque sólo sea para, de vez en cuando, asegurarte de que todo esto sigue conservándose.
-Jajaja. No seas así. Que yo, de venir, sería para volver a verte. Gracias por alegrarme el día. Te voy a echar mucho de menos.
-Bueno, bueno. Ah, por cierto. Que yo venía a traerte una cosilla. Más que nada por aquello de hacer un juego de intercambios. Tú dejas en mi casa parte de tu pasado y yo te entrego algo del mío.
-Uy, qué chulo. ¿De qué se trata?
-¿No lo recuerdas? El primer cumpleaños que celebré ya siendo amigos, me regalaste una pañoleta que me quedaba muy bien, que me encantó. Aquí la tienes.
Arturo no puede dejar de emocionarse. Aún recuerda cómo pidió a la dependienta de aquella tienda tan elegante, que le recomendase aquel obsequio. Cómo ésta le aseguró que gustaría y cuál fue la reacción de Andrea. Su cara de sincera alegría.
Y ahora se la devolvía. Pero no era un rechazo si no una entrega. Hizo lo que tanto le gustaba: acariciarla entre sus manos e impregnarse de lo que representaba.
Degustaron buenos platos y brindaron por el futuro, pero algo más fue aquel almuerzo. Fue el sello de una unión, la hecha gracias al valor de los símbolos en forma de recuerdos materiales depositados para siempre en sus mundos.

2 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

El valor de los objetos, el valor de los símbolos...Yo lo guardo todo, objetos y símbolos. Y este cuento también lo voy a guardar, como objeto de gran valor, y como símbolo de la belleza de tus palabras.

Me voy a mimir... Buenas noches! Mua!

Anónimo dijo...

buen cuento.

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