sábado, 18 de octubre de 2008

Los barquilleros

Aún hoy se les ve por las calles típicas de Madrid y cómo no, en sus fiestas y verbenas. Iban a las ferias, fiestas y parques.
El barquillo está hecho de una hoja muy ligera, de pasta de harina sin levadura, azúcar, y, a veces, miel; al que suele añadírsele algo de canela.
Colocado en moldes calientes, se le daba forma convexa, como el casco de un barco, o bien tenía forma de canuto. Es de suponer que, por su sencilla forma de elaboración y el bajo coste de sus ingredientes, el propio vendedor o vendedora, los hiciese en su casa. O sea que pasaban directamente del fabricante al consumidor, de ahí que su precio fuese muy asequible.
Colocados en una cesta, con sumo cuidado, porque son de una gran fragilidad, o dentro de un recipiente metálico, los barquillos se asomaban a todas las celebraciones y saraos.
El barquillero los anunciaba diciendo: “¡al rico barquillo para la nena y el niño!”. Aunque no sólo eran los pequeños los que los consumían, sino que tenían éxito entre la gente de todas las edades.
En ocasiones, en la parte superior del envase metálico en el que llevaban la mercancía, tenía una ruleta y mediante un sencillo método de apuestas se podía jugar y el premio consistía en ganar uno, dos, tres o ningún barquillo, según la suerte sonriera, o no, al apostador.
Ahora los compradores son más bien gente de mediana edad o personas mayores que los han consumido en su juventud. Hoy nuestra infancia prefiere otro tipo de dulces y de golosinas más industrializadas, menos naturales y, con frecuencia, más nocivas que los inofensivos barquillos. Los gustos han cambiado, pero a mí me siguen pareciendo deliciosos.

2 comentarios:

amelche dijo...

¡Qué pena! Con lo buenos que son los barquillos.

brujita dijo...

En éste momento tengo en mi oído el sonido de aquél pedacito de carta de baraja española que golpeaba en los pivotes metálicos de la ruleta...clak,clak,clak
¡bellos recuerdos!
Un beso.

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