Hablemos de pintura

Woman in Black.Pintura en exposicion Coconut Grove

Quiero, esta tarde de viernes, con la música pop de los años ochenta de fondo, abriros la puerta de mi casa y hablaros de pinturas, de los cuadros que adornan sus paredes.
Tal vez os parezca una chifladura mía, una paradoja, el que un ciego tenga cuadros y encima le gusten. Pues sí, cosas de cegato un poco loco.
Los años que han pasado desde que veía van borrando las imágenes de aquellas láminas de las enciclopedias de arte que tenía que estudiar cuando la carrera, pero aún me queda algo.
Recuerdo la vez que fui a París, conservando aún algo de visión y la sensación de cierta desilusión al contemplar la Gioconda, un cuadro pequeño y oscuro. La segunda vez que volví ya no pude verlo.
Es curioso que no me guste ir a los museos porque me entristece el estar delante de tantas obras maestras y no poder verlas.
Y sin embargo, tener reproducciones en mi casa.
La razón es que me ligan a aquel pasado en que veía y me emocionaba contemplando a Goya, sorolla o los impresionistas.
De Goya recuerdo su brutalidad atávica, sus Pinturas negras, sus grabados. El reflejo de la crudeza humana.
De Sorolla, sus marinas llenas de luminosidad que invitaban a dejar vagar la imaginación en pos del horizonte.
Y los impresionistas, con el detalle en sus juegos de luz.
Mi madre eligió, con mi empeño, láminas de calas y unas meninas velazqueñas y yo me encapriché, para la cabecera de mi cama, de una imagen de la plaza de San Marcos de Venecia esperando que así pueda visitarla algún día y disfrute entonces de su belleza y romanticismo.
Me gusta la pintura figurativa, la que se entiende, la que te ofrece paisajes, gentes sencillas en su vida cotidiana y me gusta el color, la luz, la alegría.
La pintura actual no la entiendo y mi imaginación no me da para sacar de unas rayas o manchas cromáticas una escena comprensible. A lo mejor vosotros podéis explicármela.