lunes, 10 de mayo de 2010

Talavera de la Reina: impresiones de viaje


El pasado sábado, tuve ocasión de saciar mi ansia viajera con una nueva excursión. Esta vez, se trataba de visitar la ciudad toledana de Talavera de la Reina. Fuimos un grupo de cerca de 80 personas, muchas de ellas ciegas. El motivo/excusa, participar en una de las actividades de ocio organizadas por la ONCE de Madrid. ¿Y la compañía? Además de otros compañeros, la de algunos de mis mejores amigos. Total, que el día prometía.
Vayan aquí mis impresiones. Que no quiero resistirme a compartirlas con vosotras y vosotros.

Como suele suceder en todo viaje organizado, no se cumplió esa sabia máxima de “hacer más que ver”. Total, que el resultado fue precipitado. Me quedó clara la necesidad de volver, entonces sí, por mi cuenta.
De lo que pude percibir en esa maratón, me quedó la impresión de una talavera en la que la Historia y los paseos agradables se dan la mano en medio de una orografía casi completamente plana.
En efecto, desde su plaza del Pan y sus murallas, desde sus palacios de nobles, ahora de utilidad pública, y sus calles con nombres de oficios que recuerdan los gremios medievales a sus amplios paseos, a sus parques a la ribera del río Tajo, a sus jardines del Prado. Todo ello la hacen digna merecedora de mayor tiempo de estancia.
Y si eso no fuera suficiente, añadámosle su tradición ceramista, con sus colores azul cobalto y sus filigranas, sus exquisitos dulces con nombre de flores confeccionados por las monjas bernardas y sus fiestas tradicionales.
Que perdiéramos más de una hora en un museo de cerámica (no seré yo quien dude de la belleza de las piezas que contenía) en el que toda su colección estaba a resguardo en las inevitables vitrinas, por tanto, ajenas a ese tacto que nos hace ver y que no pudiésemos disponer de más tiempo libre para perdernos por sus calles antiguas y sus espacios verdes, además de no haber visitado una de sus fábricas de cerámica para conocer el proceso de fabricación fueron asignaturas que quedaron pendientes, además, cómo no, de las de comprar sus productos artesanos. Nos reservamos para hacerlo en el mercadillo medieval que cada primer sábado de mes los pone como reminiscencia de aquellas otras ferias que tanta pujanza dieron a la villa. esa próxima visita. ¿Será tal vez un 3 de julio?
Regresé contento pero con el sabor agridulce de haberme faltado lugares por descubrir. Aunque, ¿no es, acaso, lo que siempre sucede en todo viaje?







2 comentarios:

Minoe dijo...

Con esta entrada me has recordado un poco a mi tío, que el otro día me explicaba que se habían ido una semana en viaje organizado a Italia, y casi que se la habían recorrido de cabo a rabo (poco más de medio día en cada ciudad). Dice que ahora viendo las fotos, duda de qué vio en cada sitio y los confunde unos con otros, jaja. Le han quedado ganas de volver, pero a su ritmo y no haciendo una maratón

Mercedes Pajarón dijo...

Pues me han dado ganas de ir a Talavera y hacer de paso una visita a estas monjas tan dulces. Voy a mirar mi agenda de julio, je, je...

Besósculos talaverósculos! Mua!

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