martes, 13 de abril de 2010

Huellas

Mi último cuentecillo. Que disfrutéis y esteis bien.

-Papá, papá, mira cuántas huellas. ¿A qién pertenecerán? ¿De qué animal serán? O a lo mejor las habrá dejado algún duende.
-Pero hija, si sabes que no las veo. Mira que preguntarme eso a mí.


-Es verdad, papi; pero como te mueves tan bien y haces tantas cosas, como siempre me has cuidado como si nada… pues se me olvida que eres ciego. Anda que no presumo yo ante mis amigas de lo bien que haces las cosas, de lo mucho que sabes, de esos puntitos mágicos con los que me lees las aventuras de mis cuentos favoritos.
-Jejejej. Ay, mi niña. Es que tú eres la mejor de mis fans.
A la cara de Roberto ha asomado una sonrisa de luminosa felicidad ante la fe de su hija en lo que él trata de hacer.Y es que otra mañana de domingo más, mientras su querida Luisa, termina de prepararse y de poner al fuego otro de esos suculentos manjares que ella tan bien sabe hornear, , padre e hija han ido a dar un paseo al bosquecillo cercano a su casa.
Los paseantes disfrutan de la primavera, mientras el padre, cogido de la mano de la hija, va pintando el dulzor del aroma que huele, el color de los sonidos que escucha o la suavidad algodonosa del suelo que pisa.
E Isabel, entretanto, señala con su dedito ese jilguero que aletea en lo alto de una rama, esa flor lila en forma de cáliz o aquella nube con forma de ovejita lanuda.
A la familia Rubio Peña les gusta disfrutar los fines de semana de la paz de la casa del pueblo y,por eso, en cuanto pueden dejan el bullicio de la ciudad y allá que se van.
Este viaje han disfrutado sobremanera porque el tiempo se ha portado, al fin, y han podido revivir días pasados plagados de sonidos alegres y vivas tonalidades.
Y para terminar, la niña sale ahora con esto de las huellas. ¿Será preludio de misterios? ¿Se atreverán a seguirlas? ¿Adónde conducirán?
-¿Y si llamamos a mamá para que nos acompañe?
-Vale, sí, yupi. Quédate sentadito aquí, apóyate en esta piedra junto al árbol, a la sombra,que enseguida venimos.
-Mamá, mamá. Corre, ven.
-Hija, ¿qué pasa? ¿Dónde has dejado a tu padre? ¿Le ha sucedido algo?
-Que no, que no. Que nos está esperando para seguir unas huellas que he descubierto a ver qué son. Que igual conducen a un tesoro.
-Vaya dos, qué imaginación. No sé cuál de los dos fantasea más. Bueno, bueno. Ya voy.
-Cariño, ¿qué dice esta hija nuestra de unas huellas? Uf, vaya mañana más hermosa que hace y qué calor.
-Pues, querida que tu hija dice que ha visto no sé qué. Yo, mientras veníais me he dedicado a explorar un poco y sí, he tocado unas formas curiosas que se repiten como en una serie. ¿Las ves tú?
-Pues… No sé. Claro que si cierro mis ojos y abro los de la imaginación, seguro que algo veo.
-¡Mamá, que sí, que son como deditos alargados!
Los tres detectives se internan por una senda, hasta entonces ignota. Isabel lleva la delantera, sin apartar la mirada del suelo para explicar a sus progenitores, la serie dactilínea que, hace ya un buen trecho, ha descubierto. Hasta que, a la vuelta de un recodo, una portezuela lesimpide el paso. Aunque, bien es verdad, podrían saltar por encima del tronco de ese viejo roble que la franquea y seguir adelante. Pero entonces… entonces la aventura terminaría.
-Papá, dame tu mano para enseñarte el hueco al que van todas las huellas.
-A ver, cariño.
Y mientras, Luisa sonríe emocionada al ver cómo su niña pone todo su empeño en hacer ver a su Ricardo.
-Uy, si aquí tiene un agujero. ¿Y si metemos el dedo y probamos a tirar?
Con algo de esfuerzo, pero sin demasiada dificultad lo que, hasta hace nada era un rectángulo, se abre igual que la tapa de un cofre.
-¡Guuau! La niña no puede esperar. ¿Qué es lo que ha visto?
-Papá, es un libro! Uno de esos que tú tienes, con braille y dibujos en relieve. ¡Oh, y está pintado!
Abre la portada, un contorno montañoso de felpa, y en la primera página puede leerse:
“Los exploradores”
Y una dedicatoria, impresa en caracteres táctiles, y visuales: “para todos aquellos que se dejan llevar del espíritu de la curiosidad”.
La niña va pasando las gruesas hojas de cartulina, acaricia los contornos, roza los puntos, sobrevuela por las texturas y sueña, y ríe.
¿Y Luisa? Luisa, con tono cómplice, desvela el misterio:
-¿Os ha gustado la sorpresa? Quería haceros un regalo como recuerdo de nuestra felicidad y por lo bien que lo pasamos con estos viajes. Se me ocurrió preparar un juego y creo que he conseguido lo que quería.
-¡Mamá, qué chulo! Pero, ¿y las huellas?
-Ah, jejej. Eso es un secreto entre el papá de tu amigo Monchito y yo. Me ha prometido no decirlo, así que…
Ricardo abraza a sus mujeres y da gracias por el brillo que dan a su vida y se dice que otro día más merecerá la pena esforzarse por ser digno de ellas..


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