martes, 4 de febrero de 2014

Murcia: de lebeches, jalopes y canjilones

Esta tarde invernal de lunes quiero contarte, y compartir, por tanto,  las numerosas vivencias y emociones generadas por ellas a raíz de mi último viaje, uno de los que, ya por derecho propio, pasa a situarse entre los mejores de mi vida y, tú bien lo sabes, han sido muchos.
Con el fin de no aburrirte, pero sin que te pierdas detalle, he decidido hacer dos partes en la crónica, una más descriptiva y otra más anecdótica y de sentimientos.

Todo empezó cuando en el mes de mayo, de la mano de mi admirada Rosa Sánchez fui a presentar Huellas de Luz a tierras alicantinas. El acto de aquella mañana de mayo fue conducido por Emilio tomás García, responsable de un interesante proyecto en el mundo periodístico de la Región de Murcia: Taller de Prensa Comunicación.
En agosto pusimos en marcha su empeño porque fuera a hablarles a chic@s de 5º y 6º de primaria sobre el testimonio de superación y esfuerzo de las personas con discapacidad y el ejemplo para su formación en valores,  al tiempo que difundiríamos mis Huellas.
Al final, Emilio diseñó un completísimo programa de actos, en el que se conjugaría la parte literaria, la experiencial y la turística siempre con la premisa clave de la emotividad, la sencillez y los encuentros de amistad. Más allá de las ventas del libro, se trataba de hacerme visible y enriquecernos espiritualmente con momentos para el recuerdo, sazonados, cómo no, con la rica gastronomía de la zona.
Todo estaba listo ya.

El escritor y diplomático murciano Diego de Saavedra Fajardo dijo: “la felicidad no consiste en vivir, sino en saber vivir”. Yo, estos días he aprendido para cumplir esa certera máxima.

El viaje era sencillo: tomar el tren en Atocha y dejarlo en Torre Pacheco, donde me recogería él y Nuria, su mujer, para dirigirnos al hotel. No había que hacer trasbordos ni épicos cambios de estaciones.
El hotel quise que fuera sencillo y familiar, cerca de donde ellos vivieran para resultar menos engorroso a la hora de acompañarme. Fue todo un acierto muy recomendable el elegido: Hotel Cristina en Los Alcázares, Una maravilla porque casi estaba solo en el establecimiento, el trato no pudo ser más  cálido y su ubicación muy próxima al paseo marítimo.
Había otro ingrediente que auguraba el resultado buscado. Este no era otro que participar de la presentación de la última obra de Rosa, la poesía hecha sensibilidad y Amor en estado puro: “Elementos en espiral”. Quise, por el mucho afecto que le profeso, prepararme la lectura en braille de uno de los poemas que adornan el libro, un esfuerzo especial, un pequeño símbolo del gran cariño que siento por ella y su familia. El lugar del evento era en el Café El Trastero de San Pedro del Pinatar.
 En definitiva, el programa fue el siguiente:
Encuentro en Alcantarilla con 120 chaval@s de colegios del municipio.
Participación en la presentación de “Elementos en espiral”
Presentación de “Huellas de Luz” en el centro comercial E-Leclerc de Sangonera la Seca.
Visita al molino de agua del Pasico y su hhermita.
Visita al Museo Etnológico de la Huerta Murciana en Torrepacheco.
Visita al teatro romano de Cartagena.
Paseo por calles y plazas de Murcia y Cartagena.
Presencia en medios de comunicación con entrevistas para la Cadena COPE y otros medios locales como el Diario La Información.
Ahí es nada, diréis.

Difícil es reseñar alguna pincelada de cada hito, pero no puedo por menos que resaltar el interés de los niñ@s de 11 y 12 años por conocer el mundo de la ceguera. Prestaron gran atención y plantearon preguntas entre lo chusco (si se echa un pedo y tiene que salir corriendo para que no le castiguen, ¿cómo lo hace? O ¿cómo hace para hacer pipí?) hasta las más profundas (¿qué haría si recuperase la vista o si me habían robado alguna vez?. El alto nivel cultural y gusto exquisito de la presentación del poemario amatorio. Las sorpresas que me deparó el acto en Leclerc con presencias inesperadas, además de la singular sensibilidad de Mari Carmen, su directora, que quiso elegirme como inaugurador de su espacio literario,  y el acercamiento a los usos y la Historia murcianos mediante las visitas.
Los actos me trajeron satisfacción plena por el resultado obtenido ante mi implicación y esfuerzo por estar a la altura de las espectativas. Esto pude percibirlo nítidamente al ver cómo impactaba el que leyera en braille, los aplausos y tirada de fotos (me pareció convertirme en una mega super star) y los comentarios laudatorios, excesivos a mi modo de ver, hacia mi persona, y forma de transmitir.
Claro que con la implicación y apoyo de Emilio y Nuria y de Paco Rabadán Aroca, otro notable escritor murciano, el que así fuera, resultó sencillo. “Una cosa lleva a la otra” y con ellos todo se hizo fácil, además, claro de la energía insuflada por Rosa, estando a tope conmigo en todo momento, sin olvidar tampoco, el cariño de Rafa y Diego, periodista aquél y fotógrafo éste, en cualquier caso, todos insignes personalidades.
En cuanto a las visitas culturales, resultaron magistrales tanto por lo que me aportaron por la forma en que se volcaron conmigo los encargados de hacerlas. No olvidaré a don Antonio Pagán que, a sus 78 años, nos dio toda una lección de lucidez, sentimiento y sabiduría popular en torno a esas construcciones; como tampoco olvidaré a Félix Pina que me dejó tocar todo lo tocable en el Museo Etnológico, desde mobiliario, útiles de la vida cotidiana, forjas, etc (me quedo con un fastuoso escritorio, una arqueta increíble, las jarras de novia o el olor en la botica  o la carroza. En cuanto al teatro romano, la guía fue fantástica, divulgativa y cercana, estando atenta a que tampoco yo me perdiera en sus explicaciones de lo que actualmente, me pareció, una obra de rehabilitación arqueológica, portentosa.
El ambiente relajado de las calles y plazas peatonales, sintiendo cercanos los edificios emblemáticos como la catedral o el Teatro Romea y el gigantesco ficus murcianos o la calle Mayor y el puerto cartageneros; el aroma a productos como las naranjas, el brécol; los sabores descubiertos, marineras, calderos, cordiales y asiáticos; cumplir con la tradición en la hermita, cogiendo un clavel y pasándolo por la efigie de la virgen; y esa incursión aventurera en solitario por el paseo marítimo de Los Alcázares, son imágenes que quedan ya grabadas en mi memoria para siempre.
En la siguiente parte, las emociones y anécdotas.

4 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Una crónica excelente que ya he tenido oportunidad de leer completa. Alberto, no dejas nada al azar ni dejas a nadie indiferente. Tienes palabras de agradecimiento y amabilidad para todas y cada una de las personas que vas encontrando en tu camino. Tu presencia aquí ha sido un lujo para todos nosotros, para todos los que tuvimos el placer y el honor de estar contigo y disfrutar de tu compañía, siempre alegre y divertida; aprender de ti, de tu ejemplo y de los valores que encarnas y transmites; disfrutar con tus fantásticas anécdotas y ocurrencias... por donde pasas dejas huellas imborrables, huellas de luz, huellas del alma... Gracias por todo y en nombre de todos. Eres una auténtica figura, eres una estrella que brilla con luz propia.
Sea donde sea, hasta pronto, Alberto. Cuídate y gracias eternas.

amelche dijo...

Me alegro de que lo pasaras tan bien y conocieras a tanta gente interesante. Un abrazo.

Alberto dijo...

Rosa, figura admirada. El lujo también es mío al contar con vuestro apoyo y confianza. Hace una semana ya de nuestro reencuentro, pero sigo viviéndolo como si aún estuviéramos en ese Café el Trastero y en tantos lugares juntos.
Cuídate y que volvamos a encontrarnos, sí, sea donde sea.
Besos de luz.

Alberto dijo...

Ana, muchas gracias. Te echamos de menos, faltabas tú. Besos y hasta pronto. Buen fin de semana.

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