sábado, 8 de febrero de 2014

Yuncos y Esquivias: de cervezas, coches de cine y Quijotes

Bien. El otro día os hablé de mi viaje murciano y las grandes emociones que me había proporcionado. Hoy, se ve que para no perder la costumbre de “Homo Viajerus” frustrado (jejejeje) he caído en la tentación de darme otro garbeo por tierras toledanas, en esta ocasión de la mano de la ONCE. Un viaje cómodo y bien organizado, con el personal de apoyo muy atento y cuidando los detalles para que nadie se sintiera excluido. Eva Alonso ha estado al frente, con su profesionalidad y buen hacer de siempre.
El programa se componía de tres hitos culturales a modo de visitas guiadas:
La fábrica de cervezas artesanas de La Sagra.
El Museo de Coches de Cine en Yuncos.
La Casa Museo de Cervantes en Esquivias.
El desplazamiento desde Madrid ha sido corto y aunque ha hecho frío en lo climatológico, el calor ha estado presente a través de lo aprendido y disfrutado.
En la fábrica de cerveza hemos conocido el proceso de elaboración de esta bebida, con sus distintos ingredientes y fases, además de disfrutar de una cata de 6 variedades. Cata sensorial, a ciegas, jejeje, de su producción. Se han portado estupendamente y nos hemos divertido paladeando sabores afrutados y tostados, además de olores estimulantes.
En el Museo de coches hemos disfrutado tocando ejemplares bien interesantes de la historia automovilística, desde algún que otro Rolls Royce hasta algún Munstang pasando por los míticos Escarabajos o Seat 600. No han podido faltar las fotitos y el soñar con imágenes de época. Todo un deleite para mi imaginación.
Finalmente, en la Casa Museo de Cervantes, hemos evocado la figura del genial escritor y su proceso de creación literaria de la obra cumbre de las letras universales. En Esquivias se casó y escribió los pliegos de su burla caballeresca. Hemos tenido ocasión de tocar valiosos muebles del siglo XVI (como una soberbia mesa de madera, un arcón increíble o un sillón frailero), además de tener en nuestras manos la lanza y yelmo de aquel Alonso Quijano que, de tanto leer, perdió el seso. Me ha emocionado estar en la sala biblioteca desde donde, a través de un ventanuco, el barbero y el cura, arrojarían al patio (que también hemos pisado) los libros de caballerías para quemarlos en singular hoguera.
La comida abundante y fácil de partir y el restaurante decorado de forma rústica, con cómodos sillones y acústica tolerable.
Las anécdotas y ocurrencias no han faltado, claro, desde que “hemos entrado ciegos a la fábrica cervecera y hemos salido más ciegos aún, jajajaja” hasta eso de “¡voto a bríos, bellacos!, lanza en ristre asaeteando a miserable pellejo de vino, cual si fuera malandrín malhechor. Me he visto cargando a lomos del sufrido Rocinante en singular batalla contra gigantes, que no molinos, que los molinos los dejé en el Campo de Cartagena la pasada semana, jejejej.
En fin, un viaje de ésos que merecen la pena por su cercanía y comodidad, pero también por su contenido cultural, además de que en todo momento hemos podido tocar todo lo que teníamos a nuestro derredor, hecho éste que no siempre se da y que, por eso, me gusta resaltar.
Veremos a ver dónde me conducen mis próximos pasos guiado por ese Mago de los Caminos que tanto vela por mí.

  

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