domingo, 16 de febrero de 2014

caricias

Buena noche de domingo. Paz y bien.
Que estéis bien.
YO, tras fin de semana nupcial familiar, retomo mis rutinas. Aquí mi nuevo cuento.
Me ha salido reflexivo.
Buena semana.

Caricias

Agapito Colmenero se ahoga, mientras el cielo se oscurece con nubes de gris plomizo.Pugna por boquear algo de oxígeno para que la vida no se escape irremediablemente de su mísero cuerpo mortal.
Nadie se da cuenta pese a que la multitud de viandantes pasa a su lado sin cesar. Quiere gritarles para que se detengan y le ayuden, pero no puede hacerlo. ¡No puede!
Se encuentra sentado en un banco, agarrado a sus brazos de frío metal, un poco oxidados, aferrándose a ellos, como si éstos fueran su única y postrera tabla de salvación.
¿Cómo ha llegado a semejante situación agónica? Seguramente de manera paulatina, sin darse cuenta y cuando lo ha hecho, ya no había remedio.
Se fue undiendo poco a poco en esa tumba invisible para los demás, pero muy real para el pobre Agapito.
¿Qué sentido tiene luchar? Lo mejor sería rendirse y abandonarlo todo. Así descansaría y, tal vez, entonces, se darían cuenta que había un cadáver derrotado en la acera. A lo mejor, ni siquiera entonces lo verían. Todo se ha deshumanizado de tal forma en la sociedad que le ha tocado vivir que lo mejor es sucumbir.
-Vamos, Chispa. Deja a ese señor que hay en ese banco. Está sucio y es horrible cómo huele y la pinta que lleva. Igual está borracho. Bah, qué asco. Qué gentuza.
El acicalado perrillo, no obstante, insiste en lanzarle sus heroicos lametones a aquel hombre desastrado y solitario.
Su dueña, tira de la correa, no vaya a ensuciarse con el pobre mendigo. Los lacitos con que lo adorna, los rizos de peluquería canina de lujo no pueden ensuciarse.
Agapito, por primera y única vez, siente, no sabe cómo, un calorcillo que nunca ha sentido. Breves caricias. Es tan poquita cosa. Tan poquita, pero tan dulce… Ya puede morir en paz. Alguien se ha apiadado de él, al fin.
Para cierta encopetada señora a la que gusta salir a dar su paseo, junto a su mascota, el episodio que pronto recogerán los diarios, según el cual, un nuevo indigente ha aparecido muerto en la calle, no le interesa lo más mínimo. Lo que nunca sabrá es que ella, o más bien, su caniche Chispa, tuvo algo que ver. Claro que hay tantas cosas que pasan sin verse…

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