Sin ánimo pretencioso, pero sí con la intención de animar, querría contaros mi última experiencia como amo de casa y hacerlo, cómo no, en clave de humor y que ayude a crearos una sonrisilla, que para eso es sábado noche y hoy ha sido uno de esos días en los que uno se siente bien, se nota querido y aceptado. Todo un lujo, un regalo y un estímulo para este cegato vuestro.
Pero vayamos a mi última andanza doméstica.
Llego el pasado miércoles a casa a la hora de comer, tras mañana intensa de trabajo y, oh sorpresa, no tengo luz. Primera pregunta: ¿cómo te das cuenta, cómo ves, si no ves, que no hay luz en tu hogar? Es que, como animal de costumbres que es uno, lo primero que hago a esas horas es poner la radio y ese día no funcionaba. El microondas donde caliento la comida, tampoco. La nevera no se oye. Nada, que los aparatos no van.
¿Qué hacer? Mirar a ver cómo están las palancas del diferencial, el automático. Ya está, hay una bajada. ¿Por qué?
Pido auxilio al portero. La respuesta no se hace esperar. La causa de esa bajada de palanca (que node pantalones) es la nevera que en cuanto la conectas a la corriente hace clic, que salte.
Así que nada, nevera nueva al canto.
Pero claro, las cosas no suelen suceder en momentos favorables, si no cuando les apetece, seguramente con intención de tocar las narices. Tengo que marcharme para impartir el taller de lectura y encima no llevo imprimidos los textos que he preparado porque el día de antes se me olvidó grabar el archivo en el cacharrito donde los llevo a la ONCE para imprimirlos y cuando me dispuse a hacerlo, resulta que me quedé como el gallo de Morón (cacareando y sin plumas). Así que esa tarde de miércoles he de salir corriendo y, mientras tanto, los suculentos alimentos tan amorosamente cocinados por mamá, descongelándose _tic tac tic tac_. ¿Qué hacer? Ya me veía aplicando aquella máxima de “la del pobre: reventar, antes que sobre”.
Pero no, se me ocurre una idea luminosa: pedirles a los del bar de abajo, donde acostumbro a vermutear, que me hagan un hueco en su congelador (oigan, no para mí), si no para que me los guarden. Y allá que me voy con mi bolsa de viaje repleta de menestra, arroz, carne guisada y demás. Quién le iba a decir a una bolsa hecha para viajar que le tocaría transportar cajas congeladas. En fin, vivir para ver.
Al día siguiente, jueves, me toca ir de compras neveriles. ¿Cuál elegir? ¿Cabrá en el hueco dispuesto al efecto en mi cocina? ¿Y si me lo han medido mal? En fin, ya se verá.
Que si llévese ésta, que si llévese la otra, que aquélla tiene tal o que si ésta tiene cuál. Y yo qué sé. Con tal de que congele bien y de que refresque convenientemente, ya me vale.
Llega el viernes, me la traen en medio del aguacero y me dicen que de enchufarla ya, nada. Que he de esperar a que el gas se estabilice (¿gas? ¿Qué gas? Si yo lo que he comprado es una nevera, no un globo aerostático). Al menos, las medidas habían sido las correctas.
Me dijeron que se encendería una luz indicando la temperatura, que sólo era cuestión de apretar un botoncito para poner la elegida. ¿Y yo qué sé cuál he de poner? Ale, vete a buscar a un vecino para que te lo indique. Llamo a una puerta, no contestan; llamo a otra, tampoco; a la tercera va la vencida. Viene el chico y me dice: si ya está puesto y en marcha. Tócate los pelendengues y yo buscando a un vecino cuando ya lo había solucionado por mi cuenta.
Y nada, esta mañana vuelta al bar a recoger los congelados y a organizar las cosas.
¿Y sabéis qué os digo? Que estoy muy contento con mi nevera nueva. Así que si os animáis os invito a su inauguración poniendo a refrescar una botellita de… o un sorbete.
Y todo esto lo he hecho yo solito. Qué mayor, que bien me siento. Ser uno más, ser autónomo, valerme por mí mismo.
Larga vida a la nevera.
sábado, 12 de marzo de 2011
Sentirse bien
Publicado por Alberto en 10:36 p. m.
Etiquetas: Así soy
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4 comentarios:
Divertido, redondo y genial para compartir, Alberto: ¡yo también me siento bien tras leerte!
¡Un gran y cordial saludo!
Eres una persona de recursos y con un gran sentido de humor. Alberto nunca pierdas la sonrisa que en tí es algo muy normal. Si vieras las caras de tantas personas exentas de la sonrisa... Vas a tener que dar unas pasantías y enseñar a que la risa es terapéutica.
Un besiño
Larga vida a la nevera, y al del bar que guarda tus cosas y al vecino que te ayuda y.... a tí. En el mundo también hay gente dispuesta a acoger y ayudar. Valoremoslo
Alejandro
Qué buena idea la tuya, de bajar los alimentos congelados al bar para que te los conserven! Si me lo permites, me la apropio por si un día me encuentro en estas circunstancias!
No me extraña que te sientas bien, porque lo que se esconde tras este hecho no es otra cosa que esa anhelada normalidad.
Besósculos felizósculos! Mua!
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