Cuando uno contempla anonadado la fuerza insuperable de la naturaleza causante de tragedias como la del pasado viernes en Japón, cuando te enfrentas a la realidad de no ser capaz de curar tu ceguera, mientras que te repele el hechho de encontrarte con personas que se muestran por encima del bien y del mal, inalcanzables en su trono despótico de supuesto dogmatismo te reafirmas en el valor de la humildad, del saber que todo el mundo es importante y que siempre se tiene algo que aportar, además de asumir la certeza insoslayable de que el ser humano no puede aspirar a constituirse en Dios por mucho que quieran hacérselo creer.
Cuán necesaria resulta esa dosis de sencillez, de llaneza porque, al fin, todos somos limitados.
Y no se trata de apelar a falsas modestias si no a sinceras realidades. No es cuestión de absurdas presunciones, sí de loables alegrías compartidas ante los retos superados.
Qué errados están quienes se arrogan el considerarse más que los otros, invencibles, inalcanzables porque cuando menos lo esperen alguien o algo para lo que no se encuentran preparados les obligará a lamentarse de esa actitud. Más aún, deberán hacerlo con dolor y pérdida.
Dar valor a lo que uno es y va consiguiendo, sí; mas pretender dárselo de forma superlativa, grosera, no.
Esto me ha enseñado la realidad que me rodea y mi realidad de ciego.
Y además, el premio que se recibe por semejante conducta es el reconocimiento sincero frente al alago gratuito, la adulación.
martes, 15 de marzo de 2011
El valor de la humildad frente a la ceguera de la soberbia
Publicado por Alberto en 6:27 p. m.
Etiquetas: Reflexiones
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2 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Sencillez y humildad. La vida es un regalo muy valioso y no nos damos cuenta de ello hasta que no vemos cosas así. Sé que el pueblo japonés se recuperará noblemente porque son humildes y fieles a su espírito vital.
Un saludo.
¡Aaah, humildad, palabra sin significado en nuestros días!
Y ya hablando de los japoneses, menuda lección nos están dando de serenidad frente a tanta destrucción y tanto dolor. A ver si aprendemos algo de ellos.
Besósculos viernósculos, por fin! Mua!
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