Una gota de agua, tan pequeña, diminuta, sencilla y pura, es lo que simboliza para mí una buena parte de toda una filosofía de vida.
En su simpleza encierra el misterio de la vida. Ella y otras muchas juntas, alimentan nuestra existencia porque el agua nosnutre, nos refresca, relaja y siempre fluye. Aún recuerdo cuando en mi pueblo pusieron el agua corriente en las casas. Era muy niño pero a partir de entonces ya no tendría que ir a la fuente con el botijo a llenarlo y mi mamá ya no debería dejarse las manos, arrodillada en el lavadero, para frotar la suciedad de la ropa. Me pareció algo mágico.
Cuando se les da la oportunidad, por medio de los rayos de sol, esas gotas son capaces de transformarse en un espectáculo increíblemente bello: el arco iris.
Esas gotas que caen de la lluvia en una tarde otoñal que te invitan a la sensibilidad y a evocar la compañía de un amor, su calidez y consuelo.
Pero también son gotas las que corren por nuestras mejillas cuando lloramos, lloramos de alegría franca o de tristeza por las ausencias.
¿Y esas miriadas de gotas que forman el mar? Un mar que nos llama a su inmensidad y a la aventura misteriosa de un mensaje encerrado en una botella ¿de quién?
Fijémonos en lo hermoso de lo pequeño, las cosas, como las gotas de agua, están ahí, sólo hay que saber verlas y… atraparlas para que, en medio del ruido, no se nos escape la belleza que nos ha sido dada por Dios.
jueves, 1 de noviembre de 2007
La grandeza de una gota de agua
Publicado por Alberto en 4:28 p. m.
Etiquetas: Reflexiones
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