Hoy, día de todos los santos, quiero dirigirme a esos santos que he tenido la suerte de que, una vez, me regalaran sus desvelos, sus enseñanzas y su afecto generoso y sin límites.
Ellos saben que una buena parte de lo que soy se lo debo porque me enseñaron a creer en mí mismo, en que podía llegar más lejos y porque confiaron en mí.Ahora los recuerdo aquí, pero ellos saben que siempre permanecen vivos en mi memoria, aunque ellos ya no estén junto a nosotros, fallecieron.
Y sin embargo, aún sé que siguen velando por mí, les noto cerca, ahí al lado. Su espíritu me alienta a no decaer y su recuerdo me sigue estimulando.
Tal vez no visite sus moradas, no les lleve flores: Pero todos los días rezo por ellos, por no olvidarlos y no dejar de agradecerles todo lo que, con tanta generosidad, me dieron.
Todos me enseñaron algo: cómo ser fuerte ante la enfermedad, cómo valorar lo que tengo y dejar de lado pequeñas frustraciones y rencores y, en fin, cómo mirar hacia delante y ser generoso.
Gracias por su ejemplo.
Estoy seguro de que todos encontramos en nuestra vida cotidiana seres sencillos y anónimos,igual que ellos, que nos guían.
Creo que, al menos, debemos seguir su estela y, siempre que podamos hagamos algo porque un día lejano alguien nos recuerde como yo les recuerdo a ellos. Ésa será una cierta seña de inmortalidad: dejar huella, eso sí: con humildad y discreción.
jueves, 1 de noviembre de 2007
Siguen a mi lado
Publicado por Alberto en 5:56 p. m.
Etiquetas: Reflexiones
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