domingo, 14 de diciembre de 2014

Días de emociones y recuerdos



Buena noche de domingo:
Una vez regresado a casa, ordenador en ristre, comparto contigo el resumen de unos días plagados de emociones y recuerdos. Cuatro días intensos en los que se ha presentado en sociedad “Mis pequeñas odiseas: viajando con otros ojos”, se produjo la partida hacia el País de los Sueños de una persona muy querida para mí, la madre de mi cuñada, Emilia, y en que se celebró el Día de la Luz, Santa Lucía.
Las presentaciones fueron, a mi entender, ágiles, sencillas y entrañables. El Palacio de los Condes de Sástago estaba magnífico, con su estilo renacentista y su Historia, en la sala de música se estaba muy a gusto, viéndola repleta y con tanto calor de buenas gentes que me acompañaban. El representante de Ilumináfrica estuvo muy bien y los bombones que se repartieron, además de la maestría del quinteto  del Conservatorio de Música que nos regalaron la obra de Pedro Iturralde, lo hicieron especial.
Por su parte, el Centro Soriano, también en Zaragoza, me acogió con el cariño de la autenticidad que da nuestra tierra, haciendo que me sintiera como en casa. Además, al coincidir con el centenario de la publicación de “Platero y yo”, los símbolos de literatura, ilusión, infancia y ternura se conjuraron para hacerme sentir pleno.
El libro puedes conseguirlo a través de la página web de Ediciones 94 o encargándolo en librerías, haciendo constar que es distribuido por Mira. Su I.S.B.N. es 978-84-88921-:75-8
Celebrar Santa Lucía en la Basílica del Pilar, con una misa espléndida amenizada por la rondalla de la ONCE y las ofrendas que se hicieron, también constituyeron nuevos símbolos. Como también fue simbólico que ese mismo día, por la tarde, disfrutara de un reencuentro muy hermoso con mi amiga Sonia, tras años en que las circunstancias de la vida, habían hecho imposible hacerlo. Reencuentro muy sentido y emotivo, en el que tuve ocasión de disfrutar con ella, Lena _su hija_ y Manolo, su marido de un ratico mágico.
Déjame, por fin, que comparta también contigo el texto que quise dedicar a Emilia que, como digo, falleció tras años de padecer Alzhéimer, esa terrible enfermedad, y que siempre me quiso tanto, lo mismo que yo a ella y a su familia. Mi cuñada Emilia, siempre atenta conmigo, volcándose conmigo para que mis aventuras literarias acaben en el puerto del éxito, gracias a su buen gusto y mejor hacer. Va por ella.
Gracias de corazón a todos quienes estuvisteis de una manera u otra acompañándome durante estos días. Un abrazo.

Va por ti, Emilia

Allá donde estés, en el mejor lugar del País de los Sueños que tiene por capital el cielo y monumentos principales las estrellas, sé, lo sé, que ahora sí, vuelves a comprender y a escuchar.
Y, por eso, te digo Gracias. Gracias de corazón por todas las veces que dijiste que yo era “mucho” listo”, por preguntar siempre por mí y estar siempre pendiente de mí, por aquellas madalenas únicas que tanto endulzaron mis momentos y cuyo ingrediente secreto nunca quisiste decir, pero que yo siempre supe que se trataba del amor que ponías al hacerlas.
Meses atrás, mientras volvía de tierras alicantinas, en el tren, una madre le dijo a su hija que las hojas de los árboles que revolotean son, en realidad, los pies de las personas que han muerto. Hojas que se posan a nuestro lado, suaves, acariciadoras, cargadas de mensajes. Es verdad y por eso sé que cuando haya una hoja especial que sin yo saber cómo habrá venido hasta mí, aunque no la vea, representará no sólo tus pies, si no tu recuerdo. Será de chopo, como las de los chopos de los ulagares, ¿verdad que sí?
Sí, gracias. Pero también, felicidades.
Felicidades por haber tenido la dicha de ser cuidada con tanto cariño, abnegación y entrega por el Jesús y por tus hijas. Cuidados callados pero de los mejores. Como han de hacerse las cosas, como Dios manda sin ceder al desaliento ni al dolor ni al cansancio. Siempre a tu lado, siempre contigo.
Y felicidades por esos 6 nietos, 6 lámparas que, estoy seguro, alumbraron la bruma negra de tu enfermedad, aunque a veces pudiera parecer que para ti no existían. Sí, yo lo sé. Sí existieron y fueron luz para ti.
Sé que desde ese lugar eterno, seguirás viéndoles, disfrutando de su luz que también a mí me dan. Raquel y Marcos, Susana e Isabel, Héctor y Sergio. Ya ves... tres y tres, hoy niños y niñas, mañana hombres y mujeres de bien que continuarán alegrando tus días y los de quienes aquí seguimos caminando en pos de esa meta que nos conducirá, otra vez, a tu lado.
Pobres palabras escritas las mías, pobres que quienes las leen enriquecen con su emoción. ¿Sabrán estar a tu altura? ¿A la altura del Jesús, de tus hijas y nietos y nietas?
Alguien dijo a quienes le preguntaban porqué, siendo pobre, compraba arroz y flores. Les respondió que el arroz era para vivir y las flores para tener algo por lo que vivir. Así es, tú supiste, antes de que la ceguera del olvido velara tu mente, tener motivos para vivir. Flores con nombre de ilusión y buen gusto.
Un escritor francés, un tal François Mauriac dijo que “La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.” Así es, la vida con sus enfermedades, incomprensiones o alejamientos frente a esa Muerte que nos ayuda a recordar, porque mientras recorrdemos, te recordemos, seguimos vivos.
Tantos años hace que dejé de ver y, sin embargo aún recuerdo y mientras lo haga seguiré viendo. Tú padeciste una ceguera mucho peor que la mía, la del olvido. Y, sin embargo, en medio de cualquier ceguera, sea de los ojos o de la memoria, la emoción nunca se pierde. Estoy seguro que tú te emocionaste muchas veces aun estando ciega. Te emocionabas cuando alguien iba a verte y le cogías su mano, como cuando lo hiciste conmigo la última vez que te visité, o cada vez que el Jesús y tus hijas te cuidaban o cuando aquel domingo de agosto, tu nieta Isabel te pidió que le dieras un beso y se lo diste.
Recuerdos que son luz, emociones que germinan en la buena tierra de los corazones buenos, y satisfacción cosechada tras la siembra del servir y cuidar. Estas son las mieses que vamos a almacenar quienes tanto te quisimos.
Tú harás, desde ese País de los Sueños que el pan que den será un pan casi tan bueno como el de Castilruiz, más aún, serán esas madalenas que ya nunca volveremos a comer, porque eran únicas, eran hechas por ti.
Gracias, Emilia. Va por ti, por Jesús, por Paquita, Emilita y Conchita, como tú siempre las llamaste.

   

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...