lunes, 19 de marzo de 2012

Para mi padre en el Día del Padre

No es que yo necesite un día especial para reconocer y homenajear a la figura de mi padre, para mí el mejor del mundo, como seguro lo será el vuestro para vosotras y vosotros, pero bien está que aproveche la fecha señalada de san José, para hacerle un regalejo en forma de escrito compartido aquí, pero dedicado a él, en la ilusión de que le haga emocionarse, al menos, un poquillo.
Y es que si fácil me hubiera resultado comprar alguna de las propuestas materiales que la publicidad sugiere a tal fin, he preferido hacerle algo distinto. Cómo no hacerlo, si yo que escribo sobre cualquier cosa, bien o mal, qué menos que hacerle presente mis recuerdos en forma de palabras, palabras que para mí son imágenes inolvidables. Sería pues, un álbum de fotos del pasado, algunas ya desvaídas por el transcurrir del tiempo, pero fotos en definitiva.
La primera foto sería aquella en la que, cogido de su mano, subo a un tren de madera que me lleva a Barcelona a la enésima visita al oculista. Salimos al pasillo de un vetusto tren y nos asomamos a su ventanilla. Es de madrugada, tengo mucho sueño. Volvemos al asiento para desayunar el bocadillo que nos ha preparado mi madre. Alguien me ofrece de lo suyo.
Hay otra foto, ya en Barcelona. Los taxis son amarillos y negros. Cuánta gente, cuántos coches, qué edificios más altos.
Y otra más, en una pensión en la Cl. Puerta del Angel, el mantel a cuadros y la señora que me ofrece un tazón de leche con cola cao.
Y la de la clínica. Señores con bata blanca que van citando a voces, señoras exóticas tapadas con velos hasta los pies, espera, larga espera a que me llamen. Mis ojos tienen pupa, me quieren poner gotas, yo no me dejo, lloro. Un señor muy serio me dice que ponga la barbilla en un aparato, una luz azul y luego otra blanca que me deslumbra.
Y un gran barco negro del que salen señores negros, gigantes. Es el puerto y Colón se ve también.
Pasan los años. Me he empeñado en ir a un colegio interno, lejos de casa. Escribo carta a casa. Mi padre se emociona, es la fiesta del pueblo. “Tomad lo que queráis, que ha escrito el Alberto que está contento y bien”.
Me voy haciendo mayorcito. Me regala mi primera afeitadora eléctrica. Viene con un libro del mundial de fútbol de 1982 con Naranjito. Me pongo a leerlo con voracidad, lo mismo que siempre he hecho con los tebeos que me ha traído tras sus viajes.
Hay otra en la que estoy en su asiento del camión Tames Trader, su cabina es roja. Juego y sueño con emularle conduciendo.
Es invierno, los días son cortos, pronto se hace de noche. Tiene que ir a buscarme porque nadie quiere darme la mano para guiarme hasta el autobús escolar.
Hay muchas fotos de todas esas ocasiones en las que fue por mí, a esperarme y yo cantaba canciones o contaba lo que había aprendido aquel día o soñaba con descubrir tesoros escondidos. Y de tantas ocasiones en las que se quedó conmigo y dijo, al ser criticado: “si el niño quiere estudiar ¿por qué no le vamos a dejar que estudie?”
Hemos comprado coche nuevo. Es azul, lo estrenamos yendo a comer al Moncayo. Hacen una chuletada y ponen a refrescar el melón en una fuente de agua fría.
Ahora voy en el tractor, en su Ebro. Vamos a coger moras. La radio suena con ecos de Carrusel Deportivo. Cómo me pongo de moras, qué ricas son.
Me he empeñado en que me compren una bicicrós. Es una BH. Pesa pero me gusta. Es mía.
Estoy en 3º de carrera. Ya no veo para leer el libro de Historia contemporánea del Mundo. Él me lee como puede, yo escribo con un rotulador negro en letra grande mientras me pego al flexo. Qué calor da su bombilla.
Paseamos juntos, cuántos paseos, cuántas historias me cuenta. Aún veo las líneas blancas discontinuas de la carretera. Pronto dejaré de verlas. Voy con mi libro hablado bajo el brazo.
Subo a la granja de cerdos que tenemos. Es al atardecer. Aún veo el sol ponerse por el Oeste, una bola amarilla. Llegará el día en que no lo vea. Mientras él da de cenar a los bichos, me prepara un asiento a la sombra para que pueda leer / escuchar audiolibros, cómodo. Leo “La cabaña del tío Tom”.
Ya en la ONCE, me mandan a trabajar a Teruel. No sabe cómo hacerlo pero busca un alojamiento digno para mí. Descubre, como por casualidad, preguntando preguntando, el seminario. Todo un hallazgo en el que tan bien estaré tantos años.
Me presento a unas oposiciones que no aprobaré. Venimos a Madrid varios ciegos. Él viene también para ayudarnos y acompañarnos. Qué frío hace en el aula del examen, es una nave enorme. “¿Cómo os pueden mandar aquí?”
Me voy de vacaciones a Escocia con Moisés, un amigo, también muerto ya. Me acompaña al aeropuerto. “Buen viaje, hijo mío” Tú pásalo bien y disfruta”.
Mi amigo Juan Rafa ha muerto a sus 37 años. Lo siento mucho, mucho, mucho porque tantas cosas me enseñó y mostró que podía ser como los demás, el primero que confió en mí, dejar de sentirme un inútil.. Mi padre está a mi lado y me comprende.
¿Y la última foto? Es 11 de marzo, el domingo pasado. Nos despedimos una vez más en la estación de Zaragoza Delicias. El personal que me ayudará a subir al tren me recoge. Le doy un abrazo, nos despedimos hasta el día que venga a Madrid a pasar unos días conmigo.
No sé bien cómo es ahora físicamente mi padre, pero no me importa. Sé que se siente orgulloso de mí y que siempre ha estado a mi lado acompañándome en todo y enseñándome tanto.
Ah, se llama Julio y ahora tiene 82 años, toda una vida de trabajo sin descanso, de lucha y de ejemplo.
Va por ti, padre. ¡¡FELICIDADES!!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye que me ha emocionado tu escrito, me he acordado cuando ibamos en el autobús escolar, con Jesus creo que se llamaba.
¡que suerte tiene tu padre! seguro cuando lo lea se emociona.
Sabes no hace mucho he compartido mesa con Julio y te puedo decir que tiene muy buen aspecto, estuvimos de sobremesa hasta cerca de las siete charlando de todo un poco.
Ah y que no se olvide que estuvimos comiendo buñuelos de viento que hizo Celia, hasta los rellenamos con nata.
Saludos
cs

Anónimo dijo...

Qué tiempos aquellos! ... y qué bien diseñas fotográficamente la evolución de lass situaciones. Seguro que tiene añoranzas de Barcelona, del Tames Trader... ahí es nada! horas y horas al volante o de esas lecturas que le ha dejado ese poso de lucidez mental que tiene con los casi ya 83 tacos... en fin ... y lo mejor de todo es la entrega con que lo ha (lo han hecho) y sin escatimar esfuerzos y conformándose con tan poquito.
Ha venido a por el "papel" para leerlo como si se tratase de una joya, tenía hasta prisa por irse a leerlo y a estas horas estará en ello y luchando con la emoción que le haya producido... le vendrá bien.
Muy acertado tu escrito, eres , no un maestro sino un catedrático en el arte de la letra.
El mejor de los regalos y sin precio. VA POR TÍ PADRE, MENUDO REGALO, NO LO HACE TODO EL MUNDO ¡¡FELICIDADES!!
Y ... SIEMPRE ADELANTE CHAVAL

Mercedes Pajarón dijo...

Has dejado en este texto un mucho de ti. Suerte tienes de tener un padre como el tuyo... y él un hijo como tú.
Besósculos, mua.

amelche dijo...

Mi abuelo también se llamaba Julio. Un abrazo al señor Julio (así llamaba siempre mi abuela a mi abuelo, "señor Julio") y a ti:

Ana

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