Y sigamos reflexionando, que parece que el año me ha traído ganas de pensar.
¿Y si cuando nos disponemos a disfrutar de algo que nos apasiona lo hacemos cerrando los ojos, saboreándolo, sintiéndolo?
En vez de dejarnos seducir por la urgencia de poseerlo ya, consumirlo ya, terminarlo ya, ¿no creéis que sería más pleno hacerlo a sorbitos, con pausa? Detenernos en apreciar los matices, las texturas, las sensaciones?
Ah, las prisas que nos atenazan, el ansia frente al auténtico placer de degustar, atesorar, retardar el final.
Cierto es que yo, a veces, también me dejo vencer por la urgencia y devoro esos dulces, ese libro o ese momento compartido. Pero, os lo aseguro, cuando consigo prolongar su disfrute, mi espíritu se colma de felicidad. Adquiero la certeza de que merece la pena el quedarse con el valor que da el brillo de sentir frente a la ceguera de devorar.
miércoles, 19 de enero de 2011
El valor de saborear frente a la ceguera de devorar
Publicado por Alberto en 9:12 p. m.
Etiquetas: Reflexiones
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2 comentarios:
Tienes toda la razón, Alberto ! Por cierto, los compañeros de Julian, esos que olían a biblioteca, so son ,sino la cantidad de personajes que salen de los libros que el lee en su compartimento de tren, en el trayecto nocturno a su casa!
Hay momentos para saborear y momentos para devorar, pero si tuviera que elegir, preferiría esos momentos en los que el tiempo parece pararse...¿No has tenido alguna vez esa sensación? ¡Seguro que sí!
Besósculos viernósculos! Mua!
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