Feliz semana para todas y todos.
Que os guste.
Y mientras, Susana desataba el paquetón de peladillas que sus tíos le habían traído al pasar a despedirse. Marchaban de vacaciones y lo harían aun a sabiendas de que les tocaría afrontar la caravana de cada año, caravana que les parecía bien empleada porque el lugar al que se dirigirían era toda una promesa de lujo y disfrute: la urbanización El Despertar, un complejo turístico con las más inimaginables delicias para alcanzar el placer: calas de dorada arena, relax, atracciones y viandas a la altura de los paladares más exigentes.
La niña cogió la primera peladilla y la contempló al tiempo que la acariciaba entre sus índice y pulgar, dedos de quien empieza a aprender a tocar. Era su golosina favorita.
Sí, mientras los mayores cacareaban de lo de siempre, ella se ensimismaba en el deleite del dulzor del azúcar disolviéndose en su boca, a la vez que soñaba.
-Vamos, hija; despídete. Se les va a hacer tarde y tienen mucha carretera por delante.
-Vaya, ya nos han dejado un panfleto en el limpiaparabrisas. Porque sabemos que en esta calle no ponen multas. Que si no, ya me veía estrenando el viaje con la recetita del señor alcalde. Uy, qué curioso: “Colchón El Peladín, para su descanso sin fin. Visítenos en… bla bla bla”. Al menos es gracioso, no como tantos otros que son un insulto a la inteligencia y encima un arbolicidio, si es que existe la palabreja ésta.
-Bah, Ramón; déjalo. Dale un par de besos a tu sobrinota y tened mucho cuidado.
-Que sí, hermana. Que ya nos vamos. ¿El próximo verano vendrás con nosotros, ¿eh que sí?
-¡Sííí, yupi! Con el rollo que es tener que estudiar… Menos mal que tengo vuestras…
-Bueno, bueno. Que tú eres muy aplicada.
¡Pero es que me tengo que aprender las partes de una planta y no hay manera, Jobar!
-Ja ja ja. A tu madre también le pasó lo mismo hasta que…
-Calla calla. La aludida no puede evitar sonrojarse.
-Cuéntale, cuéntale cómo supiste lo que era el peciolo.
-Adiós, cuñada. Que te sea leve. Ya sabes lo que le gusta a tu hermano enredarnos en nuestras batallitas de cuando teníamos la edad de tu hija.
-Y bien que a vosotras os gusta.
Mientras, sí, otra vez, Ramón y su mujer arrancan rumbo al paraíso, Inés y Susana se han sentado a la sombra del emparrado para que madre e hija compartan confidencias y recuerdos amargos que el tiempo ha dulcificado. Lo mismo que las peladillas dulcifican los pesares de alguien que comienza a comprender que su universo de cuento tal vez pueda no serlo tanto.
domingo, 16 de enero de 2011
Peladillas
Publicado por Alberto en 9:10 p. m.
Etiquetas: Relatos
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1 comentario:
Pues me gusta, me gusta. Te ha quedado realmente muy logrado, chulo, chulo.
Besósculos! Muaaaaa!
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