martes, 27 de enero de 2009

El chocolatero

Ahora que no viene nada mal, para combatir estos fríos una buena taza de chocolate os cuento…
Sabido es que este manjar fue traído de América por los españoles conquistadores. En el Nuevo Mundo era algo reservado a reyes y personajes de la Corte y se utilizaban sus pepitas como moneda de cambio.
La palabra “chocolate” significa “alimento de los dioses”.
Se cuenta una curiosa historia acerca de la pasión que despertó entre las damas de la época…


Por lo visto asistían a los interminables oficios de la tarde con su servicio, que les preparaba, en la misma iglesia, el chocolate que constituía la merienda. Indignado, uno de los obispos trató de suprimir tal práctica y las damas se rebelaron con la amenaza de dejar de asistir al culto sino podían tomar su ración de chocolate. Parece que el conflicto se saldó a favor de las díscolas señoras de la nobleza criolla.
Ya en la metrópoli, se convirtió en ingrediente esencial de meriendas y tertulias. La llegada de la esposa de Alfonso XIII, Ena de Battemberg, introdujo la costumbre del té, como buena inglesa que era, sin lograr que arraigase y desbancase al chocolate.
Pues bien, el chocolatero, que se mantuvo hasta principios del siglo XX, iba con su chocolatera a las casas que, previamente, tenían contratados sus servicios y lo preparaba según los gustos de sus clientes: ya fuese espeso, más claro (a la francesa), con leche, con una pizca de vainilla o con una ramita de canela. Atendía a cada gusto en particular y después marchaba hacia otra casa. Y así hasta el día siguiente.
Este especialista del chocolate dejó de existir como oficio cuando cambiaron los hábitos de vida. Las meriendas con tertulia, en los hogares, dejaron de darse y aparecieron los cacaos solubles que, aun no siendo lo mismo, ni de lejos, se preparan en un periquete. Además de que ahora se deja para ocasiones especiales, aunque con eso de que engorda y otros baldones que se le han echado encima, el pobre chocolate ha perdido buena parte de su pujanza de antaño.
Sin embargo, estaréis de acuerdo conmigo que, hoy por hoy, no hay nada como una humeante taza de este brebaje, preparado de forma tradicional y, eso sí, con una buena compañía y unos buenos picatostes, churros o pan tostado.
Sabor a lo auténtico de nuestras abuelas.
Que aproveche.

2 comentarios:

Viperina dijo...

Mmmmmmm, me has hecho la boca agua!!! Nada mejor en una fría y lluviosa tarde de invierno que un buen chocolate...además es euforizante, antidepresivo y combate el stress, así que no faltan motivos para disfrutar de vez en cuando, y si es por las calorías, no es que nos lo vayamos a tomar a diario, pero una tacita de vez en cuando, no hace mal a nadie. Me encanta tu blog, es diferente y original; te visitaré a menudo. Besos.

amelche dijo...

Hombre, es que la tal Ena de Battemberg, ¿cómo iba a querer comparar el chocolate con un té? No me extraña que las damas españolas le dijeran que no, claro.

Me han dado ganas de prepararme un chocolate, pero creo que resistiré. :-)

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...