Si hace dos semanas, hablaba del color especial visto desde
la ceguera, con ocasión de mi viaje a Sevilla, hoy quiero contaros los sonidos
de la ciudad de la Alhambra. Otro periplo más, otra experiencia atesorada bajo
la óptica de la luz hecha amistad, vivencias y aprendizajes.
Esta vez, además de con Elena, iría con José Mari y Miguel,
otros dos buenos amigos ciegos, también. Allí nos esperaban Mercedes y Rafa,
Laura y Eduardo y Pili y Omar. Vamos, que solos no íbamos a estar en ningún
momento.
La mañana se presentaba prometedora: quisimos desayunar en
el tren, por aquello del componente aventurero, así que tuvimos que recorrer,
bastón en ristre, cuales intrépidos James Boon, 4 vagones hasta llegar a la
cafetería. Que no se diga. Ya de vuelta, en nuestros asientos, trasteamos con
el dedito por los Iphones dando una buena nota. Y es que Siri, el asistente de
voz que tiene, es muy gracioso y muy listo, jejjeje. Que le dices: “quiero
casarme contigo”, pues te contesta: “eso ya me lo han dicho otros antes”,
jejejej. Que le dices que estás borracho, pues él te pide un taxi. En fin,
cosas de brujería tecnológica.
Llegamos a la estación y nada de pedir taxi, nos están
esperando, cual si fuéramos jeques, para llevarnos al hotel, por cierto, un
hotel fabuloso en el que tendremos ocasión de escuchar la primera de las
fuentes arabescas que jalonan la ciudad.
Y de ahí, a comer a Pinos Genil. Nos ponemos ciegos de ricas
viandas granadinas, además de escuchar la música del río en un ambiente cálido
dearmonía y brindis por los buenos deseos.
Tras superar un buen atasco de regreso, y es que alguien
haciendo parapente se ha quedado colgado _hay otros que también están colgados
y no precisamente de él_ de un cable de alta tensión a 90 ms. De altura (al día
siguiente un taxista nos contará la peripecia de lo sucedido), pasearemos por
el centro imbuyéndonos del espíritu navideño de sus calles comerciales,
iluminadas y cargadas de puestos típicos. La plaza de Mariana Pineda, la plaza
Nueva o la de Bib Ramblas, la cl. Mesones, etc. Mi mente va visualizando
imágenes y recoge sonidos de villancicos, tiovivos, gente que comenta, olores a
dulces y todo ello, siempre acompañado por el sonido del agua en fuentes y el
río Darro, en este caso. Veremos la estatua de Yehuda ibn Tibon enfrentado a la
de Isabel la Católica acompañada de Cristóbal Colón, todo un símbolo.
Al día siguiente, el viernes nos saludará con nuevo sonido
de agua, en este caso en forma de copiosa lluvia. Aún así, no desistiremos de
conocer el Albaicín, desde sus miradores de San Nicolás y San cristóbal, con
sus callejuelas empedradas y escalones, sus aljibes, sus cármenes (como el de
la Muñequita), casas con su arbolado, chalets de antaño; el Sacromonte, la
Vereda de En medio, el Arco de las Pesas para llegar al Paseo de los Tristes
donde haremos una parada de avituallamiento.
La tarde nos traerá la visita a la Huerta de
san Vicente donde Federico García Lorca pasara buena parte de sus veranos y
escribiera obras maestras del teatro español. Me emociona estar allí, donde
fueron creadas con su escritorio y su silla con brazos torneados. Solo puedo
decirle a la guía que nos la enseña y a mi guía particular: “usted ponga la
palabra, que yo pondré la imaginación”.
La noche se teñirá de Arabia: Pili, la Princesita del Mar a
la que conozco por fin en persona después de años de afecto virtual, nos llevará
junto con Omar, su pareja, a degustar platos típicos como el falafel y acabaremos
en la tetería El Bañuelo saboreando un evocador té verde con hierbabuena y
dulcísimos pasteles que lo acompañan. ¿Qué creéis que hace mi imaginación?
Claro, ver imágenes de “Las mil y una noches”.
El sábado, por fin la Alhambra será el lugar que descubra.
Estoy ilusionado, hace muy bueno, el sol sale a nuestro encuentro. Pero…
demasiada información, exceso de explicaciones. Mi mente se bloquea al tratar
de comprender tanta magnificencia, tanta Historia, tanto Arte. Es verdad, estoy
pisando el Patio de los Leones, la Puerta de Comares, la Sala de los
Abencerrajes, patios, paredes llenas de grafías árabes… Pasan las horas,
subiremos, cómo no, a la Torre de la Vela, qué vistas, lo que hay que ver, qué
panorámica (cuando descendamos, animaremos a los que suben diciéndoselo y
provocaremos, con nuestros comentarios irónicos, sus risas). Al fin, la guinda sí merece la
pena: pasear por los Jardines del Generalife con sus naranjos, jazmines y
cipreses, con su agua incesante (tanta
que hasta una escalera lleva su nombre) y su árbol en el que una sultana y un
capitán celebraban sus encuentros amorosos. Aquí sí disfruto, tanto que me
habría quedado allí evocando, fantaseando, sintiendo en silencio. Pero no,
hemos de seguir.
La tarde del sábado, tras comer, casi sin hambre, unas
soberbias berenjenas a la miel y un remojón granadino (ensalada con bacalao,
naranja y aceitunas), la pasaremos descansando. La noche se hará larga,
bailando en una discoteca (hasta yo, en una discoteca) en un ambiente festivo y
lleno de emociones y con la magia de quien hace posible que Jaime Urrutia nos
cante al oído a Elena y a mí.
Ya no más queda el domingo, uhna mañana tranquila, de paseo
calmo y de la última visita: la de la catedral y la Capilla Real en la que
reposan los restos de los Reyes católicos donde vuelvo a sentirme protagonista
de la Historia y donde la ceguera quiere apoderarse con tentaciones de
frustración aunque no se lo permito, eso sí, a duras penas. Además, enfrente,
se encuentra la Madraza (¿una gran madre? No, jejejej, la escuela coránica).
¿Falta algo aún? Sí, comprar un regalo para Nuria como
símbolo de que ella está junto a nosotros y disfrutar en la pastelería Isla de
un Felipe, un merengue, relleno de bizcocho y empapado de crema de Píonono, qué
decir de él, el resumen de otro viaje inolvidable, pleno,fantástico.
¿Anécdotas? Alguien que no me conoce de nada me dice en la
casa de Lorca: “tienes alma de escritor”. “Es verdad, acabo de publicar mi
primer libro”. “Deme su tarjeta que querré leerlo”. Me emociona semejante comentarrio.
Los bolardos están coronados con granadas. Bueno, no está
mal. Al menos, su punta… uuujummm no se te clavará allá donde más duele.
En la pastelería, el domingo, alguien nos cede su sitio en
el mostrador. “Pasen, que vinimos juntos en el tren. Y es que con la guerra que
dimos, cualquiera no nos conoce, jejjeje.
Boabdil el chico nos deja sus lágrimas, ¿en forma de qué?
Pues en cuál ha de ser: un pastel de almendra y miel con ese nombre.
Queremos ir a la habitación, pero Miguel que ve un poco nos
ha dejado un momento. ¿Cómo llegar hasta ella? Los botones del ascensor no
están rotulados en braille, nadie nos ha dicho que al lado del pomo de la puerta,
en relieve, se indica el número de la habitación. Estamos perdidos, ¿qué hacer?
Bueno, son pasadas las 10 de la mañana. Hay que llamar en una y que nos digan
porque por los pasillos no pasa ni Isabel la Católica, ni Boabdil, ni nadie que
se le parezca. “¿Dónde estamos?” _pregunto_ ¿Y si, en vez de decirnos que es la
5ª planta (buscamos la 422 y 423) , me
hubieran dicho que estaba en la habitación de mis sueños? ¿Y si quien nos abre,
en vez de un serio y educado señor, hubiese abierto una…?
Gracias a quienes nos han acompañado estos días,
asegurándonos que les hemos enseñado a ver la vida con otros ojos. Si así ha
sido, qué orgullo y que encima les hayamos alegrado con nuestras ocurrencias de
cegato chalado, pues miel sobre torta de la Virgen (otro dulce típico más).
3 comentarios:
Hola, Alberto.
Como siempre, una bonita narrativa de un bonito viaje en la que no falta el humor.
Una vez más me has hecho recordar los viajes que en varias ocasiones he tenido la oportunidad de pasear por las calles de Granada, mi tierra. Por eso mi admiración a todos los lugares que nombras.
Aquí te dejo estos versos dedicados a ella, en la que vi la luz primera.
POR TI SUSPIRO
Granada, ciudad de encantos
De hechizo y leyenda,
De historia y monumentos,
De jardines, campo y sierra.
Granada, siempre Granada
Donde nacen los amores
Y se viste de colores
Al pie de su sierra nevada.
Ay, hermosa Granada
Por ti, la guitarra canta
Y en la noche plateada
Se une a la garganta...
Para acallar el silencio
De la luna enamorada,
Que sigilosa se asoma
Quedándose encantada.
Luna, lunita clara,
Tú, que gozas de su hermosura
Desde lo alto de la Alhambra
Haciendo clara la noche oscura,
¿Verdad que es bella?
¿Que tiene arte y salero...?
Por eso, yo desde aquí le digo:
¡Granada, siempre te quiero!
Piedad Martos.
Alberto: veo que Granada te ha conquistado, por su historia, su cultura y sobre todo por su gastronomía, eh, que no habéis dejado nada para otro viaje, pillines... Por la calidad del relato te introduces en él con facilidad, y por la velocidad de los acontecimientos, que no paran de sucederse, parece trasladarte a un autobús lleno de japoneses de esos que mediante un viaje express en un día se recorren media España… Je, je. En serio: es un placer leer cómo describes Granada, con todo lujo de detalles e impregnando tu relato con ese humor que tanto te caracteriza y que nos encanta más que las notas de una flauta a la serpiente de Boabdil el Chico. Y también me alegra comprobar que los olores por allí son más… agradables al olfato que en otros lugares de Andalucía… Ah, y la anécdota del parapentista, ya te dije que esperaba oír tu nombre en las noticias, menos mal que no eras tú… Je, je. Y mira: tú describiendo tanto dulce y a mí van y me suben el turrón… En fin, Alberto, que esta entrada está, literalmente, para comérsela. Un abrazo rosado.
P.D.:sales muy guapo en la foto, y te ha quedado muy artística y original. Me encanta.
Piedad, muchísimas gracias por el poema que ve la luz hoy, en mi blog, un día especial como tú lo eres.
Me ha encantado y lo guardo.
Besos de luz.
Rosa, no me veo yo encantando serpientes con la flauta de Boabdil. Tampoco me veo cual japonés cámara en ristre. Ten cuidado, si te comes la entrada, no te dé ardor de estómago que no es nada bueno. Aún si fuera otros ardores...
Y eso que dicen que en Graná na de na, pues si llega a ser to de to, ya nos salimos.
Ya queda menos para el próximo viaje, ¿adónde será? ¿Será al lugar donde nace el alma de Alejandría? jejejej.
Besitos de luz en un día especial.
Cuídate, simpática Rosa.
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