martes, 8 de mayo de 2012

¿Quién soy yo para rechazar una invitación?


Esa es la pregunta que a veces me he hecho sabiendo que igual no debía aceptar una determinada proposición por no molestar o por qué sabe  uno. Cuando he dicho no, debiendo haber dicho sí. Yo qué sé.
Por ejemplo, alguna vez, en la misa a la que acudo con regularidad, alguien (muy pocas veces) me ha preguntado: “¿quieres pasar a comulgar?” (hacerlo solo es bastante complicado para mí porque siempre me siento en el primer banco junto a la entrada, es decir a los pies de la iglesia, en el extremo opuesto al altar donde se da la comunión). Yo dudo de si ir o no por no haber cumplido con el sacramento de la penitencia hace tiempo. Pero, por otro lado, ¿y si es Jesús quien, a través de esa persona, me está invitando ese concreto día? ¿Cómo rechazarle? ¿Cómo decir que no?
Otras, me llaman para invitarme a comer. Yo pongo una excusa o realmente no me viene bien. Pero, ¿por qué si me han llamado con ilusión, con el deseo de que les diga que sí, tengo que decir que no?? ¿Y si mi negativa acarrea decepción, tristeza?
 En otras ocasiones, en fin, una voz anónima me ofrece ayuda para cruzar una calle o subir al Metro. Son lugares que conozco y, por tanto, no necesito esa ayuda. Y, no obstante, ¿por qué rechazarles si me la ofrecen sin yo haberla pedido, seguramente de corazón?
No sé. Uno no quiere ser pesado, molestar  o incordiar y, quizá, por eso, el primer impulso es rechazar sus invitaciones. Pero, ¿y si…? ¿Y si, yo que anhelo tanto alegrar la vida a quien me rodea, estoy causando tristeza?
A veces uno se pregunta ¿por qé acabas haciendo daño si nunca quieres hacer daño?
Bueno, como veis este martes me ha salido preguntón. Pero es que hace tanto que no comparto mis reflexiones con vosotros/as (la vorágine del día a día, la prisa, otros eventos…) que tenía ganas de contaros, de pediros opinión, ayuda. No sé, imaginaos que estamos tomando un café juntos o que nos hemos llamado por teléfono y os cuento. ¿Qué me diríais? ¿Habéis sentido algo así también?
Qué lujo poder disponer de unos confidentes tan amables. ¡¡GRACIAS!!


7 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

¡Qué casualidad que esta preguntita con la que encabezas la entrada de hoy te ronde por la cabeza el mismo día que a una servidora se le ha ocurrido hacerte una proposición, a todas luces decente, por supuesto (lo digo parafraseando el conocido título de una película, je, je)de la que ya habrás leído algo, ¿no?
Me siento identificada con tu reflexión de hoy totalmente. Son muchas las veces que me ha sabido mal tener que decir que no dadas las buenas intenciones de la otra persona. Una vez leí el título de un libro de autoayuda y decía algo así como "aprenda a decir no". Pensé que me hacía falta leerlo, la verdad. Pero he aprendido que si se dice "no" con elegancia y gratitud, Alberto, así no se ofende. La otra persona debe entender que somos libres a la hora de decidir en cualquiera caso, como en los ejemplos que nos pones en tu entrada.
Pues nada, Alberto, si alguna vez me tienes que decir que no, tranquilo, porque lo entenderé. Ah, y no pienses nunca que decepcionas, todos tenemos que decir NO alguna vez, ¿o no? ¡Claro que sí!
Un abrazo y buenas noches.

Alberto dijo...

Pues eso, Rosa. Que hay que saber decir no. Y esto es a veces difícil, sobre todo, en el ámbito laboral con los tiempos que corren. Pero bueno, supongo que si se ha de hacer, habrá que hacerlo con una sonrisa y amabilidad.
De tu proposición, ¿decir que sí? ¿Decir que no? Ah, el tiempo y la duda.
Bueno, mil abrazos de luz.

Piedad dijo...

Sí, Alberto, yo también me he hecho muchas veces la misma pregunta porque es muy difícil decir, no sin ofender, aunque también hay muchas veces que por una causa u otra no se puede complacer a la persona que te invita. Yo creo que cuando alguien te hace una invitación similar es porque tiene voluntad de hacerlo, por lo tanto, si se puede se acepta.
Gracias por llevarnos a la reflexión.

Saludos.

Alberto dijo...

Piedad, gracias a ti por compartirla.
Al final, creo que hay veces que es necesario decir no, pero de tener que hacerlo, habrá que hacerse con amabilidad y una sonrisa.
Me apetecía mover a la reflexión y compartir mis dudas porque creo que así nos conocemos mejor.
Feliz día de jueves.
Mil abrazos de luz.

Marina-Emer dijo...

Querido amigo mio...mira he leido tu relatito y es que yo que veo gracias a Dios y tú que no puedes verme y claro yo te coji mucho cariño y no me estraña que te ofrezcan ayuda en acompañarte, el mero hecho de ver que no podais ver lo bonitos que son los colorea el cielo tan azuul...en fin Alberto un dia pondre una poesia que hice hace unos años de una cieguita...
gracias por ser mi amigo te dejo un abrazoteeeeee
Marina

Alberto dijo...

Marina, muchas gracias por tus bonitas y alentadoras palabras.
La palabra es imagen para mí y tu poesía tan llena de colores.
Feliz día de viernes.

Amig@mi@ dijo...

Uff, Alberto, ¿Quién no se ha sentido en esa tesitura alguna vez? Desde mi modesta opinión es importante fiarse de "la corazonada" Creo que si la persona que te invita es conocida, sabremos perfectamente hasta donde llega el compromiso y hasta dónde el verdadero interés.
Por otro lado, la conferencia que vas a dar, me ha recordado, amigo Alberto, que hace unos meses nos dio una conferencia en el colegio de mis hijos un chico invidente. Es campeón de España de natación paraolímpica. Con sus palabras nos dio también toda una lección de vida. Te dejo su nombre por si quieres informarte. Si lo tecleas en google hay mucha información. Es una persona de lo más cercana y sencilla.

Otro abrazo puede que distante, pero de utópico, nada.
El chico se llama:
Enhamed enhamed mohamed yahdih

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