Mientras Madrid hoy se viste de chulapas y manolos, de
organillos, rosquillas y casticismo, yo quiero compartir contigo otra
expderiencia viajera de ésas que llevo a cabo con mi amiga Elena, a través de
la cual juntos (ella y yo) demostramos que se puede estar, que merece la pena
querer estar y que hacerlo, es todo un regalo, un triunfo. Me dices: “no paras,
vaya zascandil que estás hecho”. Pero, cómo no lo voy a hacer, si tengo el lujo
de gozar de una acompañante como ella.
Bien, pero es que además, en este caso, la parte viajera se
ha complementado con otras componentes añadidas: la de aprender y escuchar, y
la de hacer visible la ceguera a un auditorio nutrido. Así que ya os podéis
imaginar: dar cauce en tres días a buena parte de mis pasiones, la viajera, la
de participar, la de hacer visible la ceguera, la de la amistad y la del buen
yantar. Ahí es nada. Demasiado. Así, entonces, ¿cómo ser capaz de sintetizar en
un par de páginas todo este cúmulo de emociones? ¿Cómo no dejarme atrapar por
mi ansia de expresarme, de transmitirte tanta ilusión, provocando, con ello, que el tiempo se me
acabe sin haber dejado a Elena que te cuente? Te lo aseguro, ¡es muy difícil!
Hace algo así como dos meses, Elena me manda un correo en el
que me pone una información y el enlace de una página web y en el que su encabezado
decía: “¿Nos apuntamos? ¿Participamos?”
Se trataba del VI encuentro estatal de orientadores y
psicopedagogos, organizado por la Coordinadora de Psicopedagogos y Orientadores
de España (Copoe), que transcurriría en
Bilbao entre los días 11 y 13 de mayo. Además de las conferencias y mesas
redondas se daba la oportunidad de enviar comunicaciones y pósters que hablasen
de innovación y buenas prácticas en el ámbito educativo. ¿Puedes creer que dudara?
El señuelo, la motivación estaban servidos. Mi cabezota empezó a funcionar.
Acordamos que redactaríamos una comunicación sobre el papel que juega la
tecnología en la inclusión educativa de las personas ciegas, llevaríamos
nuestro ordenador adaptado y algunos otros materiales tiflotécnicos y
pondríamos el vídeo de los colores de las flores. Dicho y hecho: la escribimos,
la mandamos y nos la aceptaron.
Nos inscribimos.
Simultáneamente pensamos aprovechar el congreso para hacer
turismo. Preguntamos por visitas guiadas para el lunes (o eran muy caras o no
las había desde la oficina de turismo), los del congreso regalaban, a cada
inscrito, una entrada para visitar el Museo
Guggenheim (luego supimos que no contemplaba una visita guiada para nosotros,
imaginaos a dos ciegos en un museo de arte moderno sin que nadie nos ayudara.
Lo descartamos), hablé con una compañera de la ONCE de Bilbao y Elena con
nuestro querido Joaquín de Voluntarios de BBVA en la seguridad de que ellos,
siempre tan majos y dispuestos, nos buscarían un buen apoyo.
Reservamos el hotel, el más cercano al congreso que se
desarrollaría en la universidad de Deusto (otro aliciente más para ir: pisar
esa universidad con lo prestigiosa que es, estar yo, increíble).
Nuestra amiga Paloma nos sacó los billetes de tren con su
eficacia y cariño de siempre.
Y llegó el día 11. Cargamos el equipaje de fuerza, ilusión y
confianza, y para allá que nos fuimos.
350 inscritos en el congreso, una movida. “No os preocupéis,
cualquier cosa que necesitéis os ayudamos”. Ya os recogemos en el hotel y vamos
juntos.”
Elena me dice: “llévate alfabetos braille para repartir.”
Buena idea (luego los dejaremos en las mesas del congreso y volarán
rápidamente).
Bilbao nos recibe con txirimiri. Inma y su chico nos
introducen en la noche bilbaína por el casco viejo: buen ambiente callejero,
txiquiteos a base de txacolí, cena con bacalao (cómo no) y goxoa (postre rico
rico) y chupitos (chupitos de Bilbao que en Madrid son copazos) de pachahrán
(ya se sabe: “pacharán más de mil años, muchos más”). Son casi las 4 de la
mañana y a las 7 hay que levantarse porque vendrán a buscarnos a las 8. Hemos
dicho que más de noche de lo que es no va a ser, pero ¡cómo cuesta levantarse!
Eli, la chica que ha ido a buscarnos nos explica el lugar y
nos ubica en la primera fila del auditorio. Se va a hablar de los valores de
los jóvenes, de la diversidad educativa, de experiencias, de la orientación y
sus incertidumbres, de la escuela que debería ser…
Nos hacemos visibles, intervengo apelando a la diferencia, a
las capacidades diferentes frente a la discapacidad, a que lo que es útil para
todos es imprescindible para unos cuantos, a la realidad de que lo que no se ve
no existe hoy día (y eso lo dice un ciego), al entre lo puedo todo y no
puedo nada, está el puedo… Al final de
las sesiones unos payasos hacen reír a carcajadas al resumir las conclusiones
de lo tratado bajo la mirada del humor.
El sábado a la noche
se ofrecerá la opción de participar en una cena de gala, ¿nos apuntaremos?
Claro. Un lujazo, casi de boda. Me emociono al pensar que estoy allí, que soy
uno más entre aquella gente, no sé, es..
Es domingo, la virgen de Fátima, estamos nerviosos, nos toca
impartir nuestra comunicación. ¿Vendrá gente? ¿Lo haremos bien? ¿Servirá de
algo? Bajamos en el ascensor y una canción suena (¿será un presagio?): “Castillos
en el aire” de nuestro querido Jaime Urrutia. Es como magia.
Nos decimos: “ya pasó”. Me he enrollado más de la cuenta (
es lo que tiene, como dice Joaquín, ser mudo), ha faltado tiempo, perdóname,
Elena”. Una frase que es todo nuestro corolario: “solo quien cree que los sueños
pueden cumplirse, está realmente vivo”.
El congreso ha terminado. ¿Dónde vamos a comer? A la aventura.
No sabemos cómo pero llegamos a un batxoki. Toma castaña. Una camarera, a la
que yo me empeño en llamar Marta (¿por qué será?) Pero que, en realidad, se
llama Mónica. Nos cuida, nos mima. Se nota que tiene una sensibilidad especial.
¿Por qué? Incluso nos acompaña de vuelta
al hotel. Nos dice: “tengo una niña con retraso mental. Ay, si ella llegara a
ser como vosotros.”
Por la tarde noche daremos un paseo por nuestra cuenta, ¿por
dónde? Ría adelante hasta el Arenal. Qué fácil, es peatonal, no hay cruces, se
oye la gabarra dejando su estela, pasamos por los puentes de la Salve o el de
Calatrava y el ayuntamiento con su reloj de carrillón que da las campanadas (¿para
nosotros?). Acabamos, ¿dónde? Pues dónde va a ser, tomando pintxos. “¿Qué
pintxos quieren? ¿De qué los tiene? Uf, como tenga que contárselos todos… Tráiganos
los que usted quiera, mientras no piquen.”
¿Y el lunes? El lunes nos espera Raquel, voluntaria de BBVA,
que nos hará de lazarillo, de guía, que José Luis le ha dicho que nos enseñe
Bilbao. “¿Y qué les voy a enseñar yo a dos personas que no ven? ¿Qué será
aquello que mejor puedan apreciar, percibir? Un paseo por el puerto deportivo y
subir al Puente Vizkaya (el famoso puente colgante). Y entretanto compartimos,
comentamos, nos enriquecemos, nos cuenta historias del Banco de Bilbao como
aquella Paga del polvo o las fiestas de Reyes Magos organizadas por el banco en
el teatro Arriaga. Y nos relata también cuando pasamos por el Edificio del
Tigre, la Grúa Carola o la Playa de las secretarias.
Y volvemos a comer al batxoki. Y Mónica que se alegra de
corazón con nuestra nueva visita y que el día de antes se ha emocionado tanto
con nuestra fuerza que le han caído las lágrimas y que nos prepara una sepia
con langostinos que le han traído recién pescada para ella y una mousse de
avellana con flan de nata que tira de espaldas y otro “chupito” (entre
comillas) de despedida.
Y vuelta al hotel por el equipaje y subida al tren de
regreso a la cotidianeidad madrileña.
Ya sé, voy por la página tres (jejejej) y aún me falta dar
las gracias, lo principal.
Gracias a Elena porque quisiera que participara con ella en
ese evento.
Gracias a la organización del congreso por su ayuda en todo
momento.
Gracias a Marisa, una congresista que estuvo muy pendiente de
nosotros y quiso traernos información en braille del Guggenheim.
Gracias a Inma por regalarnos una noche de viernes y que nos
llamó después para ver cómo había salido todo.
Gracias a Voluntarios de BBVA, a Joaquín, a José Luis y a
Begoña por buscarnos a Raquel, con su calidad humana y cariño de siempre.
Y gracias a ésta porque nos hizo ver y vivir juntos un lunes
primaveral en la ciudad del Nervión inolvidable.
¡Siempre adelante! ¿Y pronto? Pronto, más.
6 comentarios:
De los cobardes no se ha escrito nada, Alberto, o al menos nada digno de ser recordado.
Veo que aceptas toda clase de desafíos y, por valía y méritos propios, sales victorioso. No hay proyecto que se te resista. Enhorabuena.
Rosa, no sé si salgo o no victorioso pero lo que sí es que estoy hoy bastante cansado.
Por otro lado, no sé si es cuestión de valía o capacidad. Creo más bien que es cuestión de cabezonería y carácter.
En fin, cuídate y buena tarde de jueves.
Besitos.
Sea como fuere, estimado Alberto, el hecho es que ahí está y lo puedes contar... no te me desanimes, por favor. Y recupérate pronto...
Estimada Rosa, con la perspectiva de un nuevo fin de semana, parece que resurjo de las cenizas. Ahí estamos y sí, lo importante es contarlo, bueno antes vivirlo.
Besitos de luz.
¿A las cuatro de la mañana por ahí de juerga y teníais que levantaros a las 7? ¡Zascandiles no, golfos! Ni recuerdo ya los años que hace que me acosté a las 4 am teniendo que madrugar, ¡ja, ja! Y, encima, ¿quieres no estar cansado? ¡Serías Superman si no lo estuvieras!
Me alegro de que lo pasárais tan bien y aprovechárais tanto la estancia.
Ana, ya ves. A mis años y por ahí a esas horas. Es lo que tiene sentirse a gusto, bien acompañado y con ilusión. Aunque luego se note, pero que nos quiten lo bailao.
Sí que fue toda una experiencia lo de Bilbao, sí sí.
Bueno, ahí estamos.
Más besitos de feliz semana con éxitos para ti.
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