Dicen las gentes, los periódicos, las radios y hasta se oye en los corrillos de bares y tertulias que la ciudad se ha vestido de colores, con millones de bombillitas, adornos y lazos que envuelven regalos que los Reyes Magos y Papá Noel llevarán a gentes de todo el mundo.
Pero yo os pido que no hagáis caso de eso que dicen y cerréis los ojos, como lo hago yo, y soñéis para dejar que vuele libre la imaginación.
Imaginad una casita pequeña en un bosque de abetos y pinos con todo el entorno nevado. De su chimenea sale un humo limpio, que sube al cielo y que cuenta a Dios, Nuestro Señor, lo que se está viviendo dentro de ella.
Una sencilla familia se ha reunido en torno a la mesa, como lo hace cada día, pero esa noche es especial.
Los abuelos, papás y niños están juntos.
En la mesa se han puesto los platos de los domingos, un mantel de hilo, tejido por las manos sabias de la abuela y una comida especial saciará los paladares de todos: sopa de verduras, pastel de setas y trufa, pierna de cerdo estofada con hierbas aromáticas y puré de castañas y ciruelas, y de postre, tarta de frambuesas y moras.
Están todos juntos. El abuelo toca la armónica y sus mentes están llenas de esperanzas e ilusiones.
En un rincón duermen Chispas y Fina, los perros que siempre han estado ahí, guardando la casa y velando por todos.
El crepitar de unos troncos sólidos y recios inunda de tonos cobrizos la sala y acompañan el calor del ambiente.
Saben que la felicidad está allí. No necesitan grandes lujos ni locos proyectos. Les basta con algo pequeñito: saber que un Ser Todopoderoso se ha hecho humilde y les tiende la mano para acariciarles.
Saben que sus esfuerzos están siendo recompensados esa noche. Que cada vez que renuncian a un capricho el tesoro de la felicidad crece. Están dispuestos a confiar en el futuro yofrecerse.
Cada día han hecho que su ejemplo sirviera para dejar una huella tenue, pero imborrable, que pueda ser seguida por aquéllos que sufren, que están solos o no saben disfrutar de la belleza que a todos nos rodea, que está ahí, pero que muchas veces no sabemos ver.
El aliento de esa noche se posará sobre ellos para que cada día del año sigan adelante, con la mirada clara, la sonrisa presta y el ánimo alto. Éstos son los presentes que el Creador les ha traído, lo mismo que traerá a quienes entiendan realmente lo que significa su entrega y su don.
Si vosotros sois de éstos, felicidades, porque entonces estaréis realmente viviendo la Navidad.
Por encima de los grandes festejos, de los rompimientos de cabeza por no saber qué preparar o por no haber comprado a tiempo no sé qué… por sobre todo esto: valoremos lo esencial: la unión, la esperanza y la amistad de tanta gente como nos quiere y se preocupa por nosotros.
Adelante y sed felices, de corazón os lo deseo, y no sólo porque lo marquen estas fechas, sino porque así lo siento.
Dichoso yo por contar con vuestro afecto y apoyo.
domingo, 2 de diciembre de 2007
Imaginemos que... ¡es Navidad!
Publicado por Alberto en 1:08 a. m.
Etiquetas: Relatos
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