sábado, 6 de abril de 2013

Crónica de una intervención quirúrgica, la mía. Impresiones



Con mi sincera gratitud a tod@s los que habéis estado acompañándome en estos días de operación y convalecencia, y seguís estando, hoy que ya voy mejor, quiero compartir aquí cómo ha ido todo. Y eso sí, hacerlo con ese cierto tono humorístico que no debemos perder.

Allá por el mes de octubre se me diagnosticó una hernia inguinal. Algo que yo ya intuía por cómo cierto bulto aparecía al levantarme de la cama y desaparecía al acostarme (no parecía que tal rocambolesco hecho pudiera ser atribuido a la magia).Me dije, buena señal: debo trabajar tanto que me he herniado, jejejej.
El caso es que me dirigí al cirujano recomendado por el urólogo.
El diagnóstico era evidente (sería para él que yo de evidente tengo poco, sí de invidente): una hernia enorme.
Como nos metíamos en época navideña y puente de diciembre con eventos del libro a la vista y viajes, le propuse aplazar la intervención a mejores momentos.
Le pareció bien, siempre que tuviese cuidado de que a la maladada hernia no le diera por estrangularse. Vaya, ella solita se iba a estrangular, sí que sería tonta de hacerlo así. Ah, y que no hiciese esfuerzos o cargase demasiado peso. ¿Peso yo? Como no fuera el que supone pasear mi barriga…
Bueno, llegó febrero con el preoperatorio. Las pruebas dieron resultado normal y fijamos la intervención para el 2 de abril, que en marzo tampoco me venía bien por cuestiones de trabajo y otro viajecito a la vista. Qué hombre y va y luego dice que es un “homo viajerus frustrattus”.
El martes 2 fue el gran día. Diréis que cualquiera dirá, que una operación de hernia no es nada, que ni que me fuera a operar de gravísimo y pertinaz tumor tumoroso.
El mismo día del ingreso sería el de la operación lo cual ya va bien. Creo que de haber pasado la noche de antes hospitalizado habría sido peor psicológicamente y encima a las enfermeras ni catarlas, jejeje.
Así que de tirón: hacer el papeleo, tomar posesión de la habitación, quitarme ciertos pelillos el celador y para el quirófano que me llevan en silla de ruedas y todo, cual marqués.
La anestesia fue epidural, cual mamá parturienta. Mira que si en vez de quitarme una hernia lo que me quitan es un niño… ujum.
Lo único que sentiría _me dijo el anestesista iba a ser el pinchazo en la mano_ y  nada más. Es verdad. No fue nada. Duelen más los bolardos y demás obstáculos con los que uno tiene encontronazos de vez en cuando en el día a día.
Y a partir de ese momento, a dejarse urgar panza arriba.
-Doctor, le dije con guasa, tengo confianza ciega en usted, así que usted verá.
-Qué gracioso eres, hijo.
-Ah, es que si no tenemos humor, qué nos queda. Para algo que hay que no tiene impuestos…
-No des ideas a Montoro, no vaya a ser que…
Yo estaba bien relajado escuchando a médico y enfermera cómo iban actuando sobre mi “virginal” tripilla. Como parecía que algo se les resistía, dije:
-¿Tanta grasa hay como para que no puedan hacerlo bien?
-No, no; es la hernia que se resiste. Pero tranquilo.
-Aprovechen para ahorrarme la operación bikini…
-En ello estamos.
Y nada, en un plisplás empieza la enfermera con la grapadora clac, clac clac. Conté 16 aunque parece que alguna me perdí ya que luego me dijeron que eran 20 las que llevo puestas.
Y va la grapanda y me pregunta que cómo sueño, que si lo hago en color o no. Le respondí, más serio de lo que me habría gustado, sin soltarle ninguna chanza de las mías, que lo hacía en color pero que últimamente ya se me va olvidando el color y son más sensaciones lo que sueño que otra cosa. Jejejej, podría haberle dicho que soñaba como ella, pero me callé. Prudencia, prudencia…
De ahí a reanimación. Qué agobio no sentir las piernas. Notar que la sábana se movía pero sin que fuera capaz de hacerlo yo con las piernas. Claro, uno está acostumbrado a que los ojos no te sirvan de nada, pero las piernas… uf, qué agobio no notarlas. Duró poco pero me impresionó.
Y de ahí a la habitación y a reponerme poco a poco.
Faltaba la segunda parte: expulsar la anestesia, hacer pipí. Pero, ¿cómo iba a tener ganas de orinar si llevaba sin beber líquidos desde el día de antes?
¿Y si no orino? La sonda. ¿La sonda? Horror, no no. Que cierto órgano ha sido hecho para meter y no para que le metan… En fin. Que lo logré, oriné con fundamento y todo pasó.
Visitas de toda la familia, como siempre cual legión a mi lado, llamadas, acompañamiento generoso. Un lujo, un privilegio.
La tarde pasó así, animado, feliz de haber superado otro reto más y de haberlo hecho con dignidad y buen humor.
Creo que cumplí con mi objetivo de ser un buen paciente, de dar ánimo y llevarlo bien.
Ahora ya, desde casa, la recuperación sigue su curso. Tengo molestias, pero son las habituales en estos casos, molestias que se llevan bien teniendo como enfermeros a mis señores padres y sabiendo que muchos os interesáis por mi bienestar pensando en mí, rezando por mí, deseando que esté bien, acordándoos de mí, llamándome, viniendo a verme.
¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

5 comentarios:

amelche dijo...

Bueno, ya está pasado. Me alegro de que todo haya ido bien. Un abrazo.

tere dijo...

Alberto, me he reído con tu operación de hernia, y soy auxiliar administrativa en un Hospital, no me he reído de tí, sino de la manera de contarlo, de tu buen humor, de tu valentía... A mí no me han operado nunca y me muero de miedo sólo de pensarlo. TERESA

Alberto dijo...

Vaya vaya, madre e hija dejando su huella por aquí. Qué alegría.
Muchas gracias a ambas por vuestros buenos deseos.
Tere, no te habrán operado pero has tenido hijas, así que... debe ser algo parecido a mi operación de hernia. Y seguro que sin anestesia epidural en tu caso.
Eso sí, que no nos falte el buen humor.
Ojalá podamos conocernos el próximo mayo en tierras alicantinas.
Ana, que sigas bien y tengas éxitos con ese trabajo y ese alemán que a mí me superan.
Besos de luz para ambas.

Rosa Sánchez dijo...

Jajaja, muy bueno lo del órgano y la sonda, Alberto. Cuando entras en un hospital quedas a merced de otros, de lo que dispongan a hacer contigo, sí, aquellos a los que llamamos médicos pero de los que no sabemos a ciencia cierta si lo son, ya que a nadie se ocurre pedir ver el título y luego pasa lo que pasa, jejeje.
Bueno, me alegro que esté todo superado. Un abrazo cordial.

Alberto dijo...

Rosa, tienes razón. Sí, también tú tienes razón. Nunca pedimos títulos.
Ya sabes que la ironía no falta por aquí, incluso después de que me hayan desherniado.
Bueno, supongo que deberé aceptar un abrazo cordial tuyo, ya que otro tipo de abrazo, digo el "organal" (jejejejejejejje) no está permitido.
Bueno, siempre brindadno por la amistad, la sonrisa y el afecto.
Cuídate y que disfrutes.

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