lunes, 1 de abril de 2013

La verbena



Que este abril, parece que de aguas mil, os sea propicio y festivo.
Un cálido abrazo de luz primaveral.

-Me apetece ir esta noche a la verbena ésa que se organiza en La plaza de La Cebada.
¿A la verbena? ¿Qué se nos ha perdido a nosotros allí? Está pasada de moda, es un rollo al que sólo van viejos y nostálgicos.
-Que no, tío; que no. Que a mí me mola eso de las ferias, el sonido de organillos, los barquillos y churros, y el ambientillo con sabor a nostalgia. Es como si miraras fotos en color sepia o en blanco y negro.
-Pues vete tú sola, porque lo que es yo, ¡ni de coña!
-¿Y vosotras?
-Ah, no. Nosotras nos vamos de botellón y de buen rollito con él.
-Pues nada,¡tías. me marcho sola! Ahora, que ya me pediréis algo, que os va a seguir quien yo os diga. Que luego me vendréis… “Charo, bah, tía, acompáñanos a comprar ropa o zapatos o a ver a fulano o a mengana”. Bien, bien.
-tía, no te pongas así pero es que..
-Nada, nada. Que no pasa nada. Vosotras a vuestra bola.
La noche engalanada de estrellas, los farolillos cubiertos con papeles pintados de colores, los olores intensificados por la magia de la fiesta y una chica que lo observa todo con emoción en los ojos y rubor en las mejillas.
Parejas vestidas de época castiza, con sus mantones, sus trajes y gorras de manolas y chulapos, bailando al son del chotis y la copla.
 Y Charo, desde su rincón solitario, se emociona. Ésos sí que saben divertirse. Mírales qué porte gastan, cómo se entregan. Vale, que sí; que son viejos la mayoría. ¿Y qué, si se les ve dichosos?
-Señorita, ¿qué hace aquí usté varada? ¿No tiene galán que la corteje para bailar? Ay ay ay. Sabe, mi nieta me dice que de chaval, yo debía de ser un ligón, jejej. Es que me quiere mucho. Ande, ande, no se quede ahí. Si no fuera… le invitaría a una limonada.
-Y… ¿por qué no me invita? A lo mejor…
-Quite quite. Que se aburrirá conmigo. Aunque igual podemos ir a la tómbola y le saco un boleto.
-ay sí, que me encantan los peluches y muñecas. Si me tocara una muñeca chula me haría muy feliz.
-Qué niña tan salada. ¿Y a su edad aún le gustan las muñecas? Si con todo lo que tienen ahora, tantas máquinas y cacharros de ésos, ya las jóvenes no queréis muñecas.
-Ay sí, que sí, que a mí me encantan porque me invento historias con ellas. Y me gusta, me divierto.
-Pues a ver si tenemos suerte.
Se acercan a la tómbola. Hay bastante cola, pero todos con la misma ilusión en los semblantes, mientras la megafonía anuncia las oportunidades, los chollos, los grandes regalos.
-Señor; deme, deme cinco papeletas. Que toquen, ¿eh? Que son pa esta joven tan reguapa.
-Tenga, tenga; que aquí siempre toca. Premio seguro. Jamones,botellas, cuchillos, dulces… De todo, lo mejor de lo mejor.
-qué tipo tan charlatán. Cómo se las pinta pa engatusar a la parroquia. En fin, ojalá que nos salga una cosa bonita pa usté.
-Venga a la barra de ahí al lado. Que voy a ser yo la que le invite a esa limonada y miramos lo que nos ha tocao. Que sea lo que sea, me gustará, me recordará a usted.
Rascan la primera papeleta, un ventilador a pilas, nada, un trasto inútil. La segunda, un jamón, ¿qué hacer con él? La tercera,una invitación doble para cenar en El ganso de oro, a ninguno de los dos les sirve.
-¿No va a salir la muñeca? Con lo que me gustaría.
-A ver, que ya sólo nos quedan dos papeletas. Sí, mire. Aquí lo dice: “una muñeca Charito”.
    -¡Uaaalaaaa,. guaaaay! Si se llama como yo. Vaya caña.
El anciano, don Ruperto se emociona. Dejan los refrescos a medias y van por el regalo.
-Qué bonita es, qué rica. Cómo me lo voy a pasar con ella. Deme un abrazo.
Don Ruperto siente que a él también el azar le ha traído un premio en forma de ese abrazo, de esa joven con tanta calidez y espontaneidad, con tanta vida que se le cuela en su alma, ya tan decrépita.
Se despiden, se agradecen lo compartido. Él marcha, ella aún resiste en la verbena, aunque ahora mucho más alegre. Continúa observándolo todo al tiempo que acaricia su regalo, su premio. Le cuesta regresar, pero el ambiente se va apagando y cree que es hora ya.
Llega a su piso. Paula, su compañera de alojamiento, no está. Seguirá de marcha como las otras, _se dice_. Pero, ¿y lo feliz que soy yo? Y con una muñeca nueva. Qué bien, qué pasada.
-Hola. Soy tu muñeca. Y me llamo como tú. Jijiji
-Ah, si habla y todo. Qué fuerte. Ésta sí que ha sido una noche de chupi y no la de los otros pesaos, sin parar de beber y dar tumbos.
-¿Querrás que te cuente un cuento? Jijjiji. Es que soy una muñeca especial.
-Toma ya, en vez de hacerlo yo, es ella la que me va a contar cuentos. Aunque, a lo mejor, llamándose como yo…
-Érase una vez…
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
   



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