Cuando han transcurrido ya 48 horas de mi bautismo literario, de la presentación / puesta de largo, de Huellas de Luz, como padre primerizo y desde la profunda emoción que ello me supuso, quiero compartir el desarrollo del acto y las sensaciones que me generó.
Es difícil expresarlas, creo que aún no las he digerido del todo, pero sé que estáis aguardando la crónica. Así que allá va.
Dar a luz tu primogénito es algo que no pasa todos los días y más en el mundo de las letras, ¡y con la pasión con la que siempre lo había buscado! Así que, una vez, que lo tienes en tus manos, lo primero que sientes, además del júbilo por el sueño hecho realidad, es el procurar que su presentación sea a lo grande, que no falte de nada. No ahorras medios ni esfuerzos para alcanzar la brillantez buscada. Y como soy consciente, aunque no me guste abusar de ellos, de que gozo de una legión de gente que está dispuesta a ayudarme incondicionalmente, pues me lanzo al vacío.
Tengo claras una serie de premisas previas: será en algún centro de BBVA (por mostrar a la sociedad lo que puede hacerse, aun siendo discapacitado y por el afecto especial que guardo al voluntariado de la Entidad); me acompañará algún escritor al que admiro (Amando de Miguel); y deberá ser sencillo, entrañable y cordial dentro de la solemnidad del evento.
Los preparativos se hacen largos y, bajo mi inexperiencia, complejos: cuestiones técnicas, de protocolo y seguridad, ¿fallará algo? ¿Me enrollaré más de la cuenta? ¿Se me olvidará algo? ¿Se verá bien el audiovisual preparado? ¿Los asistentes estarán a gusto? Y más y más. Infinidad de correos cruzados entre todos los implicados, esfuerzo conjunto, profesionalidad, cariño.
Llega el día 3. Las espectativas son muchas, va a acompañarme toda mi familia y mucha más gente de la prevista en un principio, en la teoría está todo planificado pero… El domingo he ensayado mi discurso y no me ha gustado nada cómo queda. Tengo que cambiarlo sin modificar la esencia. Por la mañana, he preparado unas dedicatorias para tenerlas escritas ya, puesto que estoy seguro de que en el momento, no seré capaz de improvisar, además de que será más ágil la firma.
Voy, junto con mi padre y hermano (mi madre, cuñada y sobrina irán después) en dirección de ese magnífico enclave que es el centro de Innovación de BBVA, un palacete modernizado para eventos. Todo está en marcha. Chan chan ttatachán.
La presentación dura una hora y tengo la certeza de que no se ha hecho larga ni pesada. Javier de la Nava la ha conducido magistralmente, introduciendo a los intervinientes con citas de los relatos de Huellas de Luz, las palabras que se expresan, transmiten mensajes plagados de cariño hacia mí (me siento abrumado). Todo va transcurriendo con fluidez. Los mensajes son de lo más alentadores y no sé si merecidos. Cada uno desde su óptica me llena de fuerza y confianza para seguir adelante. Es toda una cura de estimulina en estado puro.
Estamos ubicados en una tarima y sentados en unas butacas sin mesa de por medio para ser más cercanos.
Cuando me toca el turno, me dedican un largo y cálido aplauso que recibo de pie y con la mirada abierta de plano, como la del niño sorprendido por la magia.
Menciono a las madrinas del libro (como es propio de cualquier bautizo) y al padrino. Aludo a lo guapas que están todas las señoras (se ve que la operación bikini ha sido un éxito), relato los necesarios (aunque someros) agradecimientos que salen desde lo más profundo de mi alma y cuento un par de anécdotas sobre el color azul de la cubierta del libro y su similitud con las de otros libros que yo leía cuando veía, además de cómo fue el flechazo con la Fundación Alaine, de la mano de Elenita y una cena solidaria en el restaurante del Real Madrid y en la que, claro, todo lo veía blanco, jejeje. Quiero dejar patente que Huellas de Luz es la demostración de lo que puede hacerse con tesón, ahinco y mucho apoyo y brindo el acto y el libro a mis padres y hermano.
Mi sobrina Susana lee la dedicatoria del libro y uno de los relatos. Que haya querido hacerlo es todo un regalo para mí, pues a sus 15 años es para ella un gran reto el haberse atrevido a hacerlo. Está guapísima y se sobrepone a los nervios de la primera vez. Es perfecto.
Creo que ya está, pero aún falta la sorpresa, la guinda. Mediante audioconferencia intervienen 4 grandes amigos que, sin yo saberlo, han estado escuchándome. Qué ilusión, qué chulada. ¿La culpable? Otra vez más, Elenita.
Rápidamente, con Carmen, nos sentamos a la mesa para firmar libros. Cuánto cariño y qué emocionante ver cómo va viniendo la gente para, a la vez que me felicitan, quieren que les deje mi huella. Esto es genial, una pasada.
Y después, Carmen y yo nos sumamos al refrigerio que se ha estado ofreciendo en un bonito jardín. Me quedo con mis lazarillos viajeros y las madrinas comentando y echando unas risas. Veo a mis padres felices, siento que quienes están viviendo en el país de los sueños están a mi lado y vislumbro cómo la luna llena que luce la noche madrileña sonríe también, reflejándose en los rostros de quienes allí están
Después, ya en familia, compartimos mesa y mantel en un lugar muy acogedor, con unas viandas en las que priman el buen gusto y la preparación, además de la abundancia.
Llegamos a casa tarde. El miércoles me lo he tomado de fiesta en el trabajo para paladear lo vivido.
¿Sensaciones? Anécdotas? Lo cómodo que se está ahí arriba escuchando y viendo con el corazón cómo los asistentes permanecen en un silencio entregado, intuir sonidos de lagrimillas, percibir emoción entre el público. El jamón ibérico, riquísimo; los abrazos, apretados y sentidos; las sorpresas, protagonistas; la plenitud, mi compañera; la sonrisa de Elenita, pícara y discreta; la gracia de Carmen, jienense de pro; la satisfacción de Nuria, radiante; la chispa de Palomeque, fuegos artificiales; la admiración de quien no me conocía, un descubrimiento…
Es verdad que eché de menos a ausentes a los que no les resultó posible estar, aunque en mi mente sí estaban.
Pero algo más aún falta: el dinero que se consiga con Huellas de Luz hará que niños y niñas de la república africana de Benín tengan luz, mediante placas solares, para estudiar cuando se hace de noche en las escuelas de su tierra. Y yo que, cuando de niño, no veía por la noche, sufría porque se hacía de noche y ahora las noches de otros niños se iluminarán con mi ayuda. La noche de mi ceguera va a ser derrotada por las estrellas del cariño, la amistad y la bondad. ¿Qué puedo decir ante esto?
En el siguiente mensaje, el epílogo, otro regalo para compartir y del que presumir.
jueves, 5 de julio de 2012
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2 comentarios:
Una experiencia inolvidable que tuve la suerte de compartir aun en la distancia.
¡Un gran beso, señor escritor!
Merceditas, qué emoción sentí saber que además de estar detrás de la columna, estabas escuchándome de verdad. Cómo me gustó recibir tu felicitación en directo.
Qué familiar sonó.
Besósculos de feliz viernes veraniego.
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