Bien buenas noches veraniegas.
Recuperamos las buenas costumbres dominicales.
Ahí seguimos, como siempre.
Feliz semana.
Con cariño.
-¡Es muy feo! ¿Cómo lo vamos a exponer en el escaparate, con
lo bien que está quedando con tanto gusto y finura? Va a desentonar, va a ser
la nube negra en el cielo claro.
-Que no, chica; que no. Que es hermoso y merece que se le
reserve su hueco. Sólo que es diferente.
-¿Diferente? Miguel, no hay precedentes de lo que pretendes.
¿Vamos a arruinar la inauguración con semejante adefesio sólo por un maldito
capricho tuyo?
-Rosa, Rosita, No le tengas tanta saña. Ya verás, al final
será la clave del triunfo.
-¿Del triunfo? Puaj,, ¡si es horrible!
En medio de semejante desaforado desacuerdo, pasa la mañana.
Miguel y Rosa, estilistas de moda, discuten sobre si colocar o no cierto
muñeco. Ella, guiada de su objetiva profesionalidad, se rige por los cánones
establecidos que la impulsan a escandalizarse ante los intentos de su
compañero. Miguel, creativo, pero sobre todo, de natural compasivo, no puede
evitar un impulso, un pálpito, que le empuja a no cejar en la pugna.
Aparcan el problema por un tiempo. Deciden avanzar en su tarea:
colocan focos, cartel, resto de elementos y, al final, Rosa cede muy a su pesar.
Eso sí, con la condición de que se le aloje en un lugar discreto. Está cansada,
tiene hambre y la prisa la urge a torcer el brazo.
-Bueno, pero si sale mal, tuya será la responsabilidad. A mí
que no me miren ni me cuenten historias.
-Vale, vale. Que ya verás.
Y a todo esto, ¿de qué iba todo aquello?
Hacía un mes, una elegante señora se dirigió al despacho de
Escapar & Te, para pedir que se le diseñara su nueva tienda de perfumes y
cosmética. Que era una casa muy prestigiosa y que buscaba introducirse en el
mercado de la ciudad. Que esperaba tener suerte y fama con una buena campaña
publicitaria, la calidad del producto y el boca oreja. Que, conocedora del buen
hacer y gusto de su negocio, se dirigía a ellos para encargarles todo lo
concerniente a la imagen del local.
Más aún, mientras Miguel ultimaba los bocetos del proyecto,
cuando se disponía a marcharse del despacho, ya de noche, alguien llamó a la
puerta.
Se enojó, creyendo que era otro cliente pesado de última
hora. “Siempre pasa lo mismo. Todo el día sin que venga nadie y, cuando vas a
cerrar, zas”. Claro, que la cosa no estaba como para andarse con remilgos.
Fue a abrir. ¡Era unaanciana!
-¿Qué se le ofrece, buena mujer? Limosnas no damos.
-No quiero mendigar ni que me eche. Soy artesana y venía a
traerle esto que he tejido.
-¿Y qué quiere que haga yo con eso? Nosotros no nos
dedicamos a los regalos ni al textil.
-Tómelo, joven. Le recomiendo que no lo rechace, que lo
utilice tan pronto pueda.
-¿Qué es? Parece un perro. Parece un cordero. Parece una
bola peluda.
-Es el símbolo del éxito. Lo que pasa es que, cegados como
suelen estar ustedes, no saben verlo.
-Ah, ¿y qué quiere a cambio de él?
-No más que consiga que se fijen en él y aprendan cuando lo
contemplen.
-¿Uf, por mí no ha de quedar. Pero… no sé yo.
Al día siguiente del magno evento, cuando ya todo ha pasado,
solo Miguel sabe la verdad del caso.
Ha sido muy comentado, casi todos en contra; algún
despistado, o avispado, sorprendido, ha sabido ver la naturaleza del motivo.
Doña Cristina María de los Angeles tentada estuvo de tirarlo
y hacer constar su malestar por aquella nota discordante. Miguel le explicó el
cuento y ella se dijo que por qué no, que igual daba morbo.
¿Quiénes creerán que fueron los únicos a los que no les repelió?
Claro, sí, quienes como aquel feo muñeco, eran diferentes,. Tres amigos ciegos que,
hasta allí, habían acudido decidiendo dejar de lado complejos, miedos o dudas
de si debían, o no, estar.
¿Cómo es que llegaron hasta allí? No, nadie les había
invitado. Habían leído la noticia y les apeteció hacerse visibles.
Y vaya si mereció la pena que fueran. Él y ellas, los tres
bastón blanco en ristre, brazo a brazo, habían disfrutado como el que más, se
habían desenvuelto cual expertos peces en mares bravos y hasta hubo quien se ofreció para explicarles el
entorno. ¿Quién sería ese buen lazarillo? ¿Lo suponen? Miguel. ¿Y qué fue lo
primero que les mostró? ¿Aquello que les hizo tocar antes que nada?
-¿Verdad que sí? A que les gusta.
-Bueno, tiene un tacto suave, cálido, envolvente, como de
cosquillas.
-¿Saben? –les habló en susurros de secreto_. ¡Es el éxito!
Quédenselo. Es suyo. Ustedes tres son los verdaderos triunfadores de esta
noche. Por querer venir hasta aquí. Por su buen humor. Por su fuerza admirable.
-Miguel, ¿qué pasó con la birria esa que te empeñaste en
colocar?
-Se la regalé a los únicos que verdaderamente la merecían.
Ah, y los tres amigos, él y ellas, ya de regreso a casa, cargados
con sus bolsas de productos, se sienten felices. Porque saben que solo a ellos les
regalaron algo que nadie más se ha llevado consigo esa noche y, bueno, por mucho
más. Vaya juerga que se han corrido sacando punta a voces, comentarios y bromas
disparatadas a cuenta del show del glamur.
4 comentarios:
Alberto, cada vez pones el listón más alto en tus escritos,chico, hasta el punto que me cuesta seguirte... ¿Qué relación existe entre el muñeco feo y el éxito que trae la anciana? Como puedes comprobar, el calor se ha apoderado de mi mente o no sé qué me pasa hoy. Eso sí, emotividad no le falta al relato, y como acostumbras, encierra un enigma a descifrar que espero me aclares pronto o no sé qué va a pasar... Un abrazo caluroso.
Rosaaaa, Rosita... jejejejje. El muñeco feo es el éxito que no sabemos ver porque el que vemos (brillante y espectacular) es efímero. La anciana es la sabiduría, lo auténtico.
A partir de ahí, a imaginar se ha dicho.
Ale, que no se te calienten demasiado las... frutas de verano. uuummmmm.
Cuídate y que estés bien. Cuidado con las hogueras sanjuaneras del fin de semana.
Besitos de luz.
¡Madre mía, Alberto! Cada día te pones más interesante. Después de estos relatos tan magníficos que elaboras, escribir una nueva versión del Quijote o la biblia en verso, te va a suponer un juego de niños, je, je...
Pues sí, me alegro de verte tan despierto, tan lleno de energía y tan ¿por qué no?: enigmático.
Saludos!
Rosa, que no, que ni estoy muy despierto ni quiero ser enigmático.
Y que no es para tanto mis escritos, solo son piezas hechas con cariño y que buscan dar luz.
Besitos y feliz día.
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