A raíz de la lectura de la interesantísima novela de mi admirado Francisco Rodríguez Tejedor, “El día que fuimos dioses” me planteo en esa línea, estas reflexiones:
Sentirme en el altar que es cúspide, de la admiración de
tantos y tantas, intuir que puedo lograr ese amago de inmortalidad a través de
un libro y de unas placas solares con nombre propio en la lejana Africa. Verme
inmerso en la popularidad con homenajes y reconocimientos, entrevistas y
artículos periodísticos. Haber creado, inventados, universos en forma de
relatos, con sus personajes, sus vidas y sus triunfos. Aparecer en medios de
comunicación, escuchar mi nombre, mi biografía (y yo que solía decir: 46 años y
sin vender una escoba)…
¿No es todo esto sentirse como un pequeño dios?
Y, sin embargo, sé que no lo soy, que soy una hormiga pegada
a la tierra que labora sin descanso, cansada a veces, que avanza cargada y se
tambalea en más de una ocasión.
Yo que, tantas veces me supe un problema y ahora resulta que
he alcanzado esa meta pareciendo que podría ser solución para alguien.
¿Y cuando pasen los años? ¿Cuando recuerde este verano de
2012? Evocaré unos días de vorágine, de nube… No sé. ¿Podré leer estas líneas
que hoy escribo? ¿Sonreiré nostálgico? La hormiga que soy, ¿habrá sido
aplastada por quién sabe qué?
Estos días en que, para mí son tan divinos, pasarán y
entonces… Entonces tengo la certeza de que, en mi camino, las huellas que yo
habré seguido para no perderme serán tus huellas, tú habrás sido mi sostén. Y,
más aún, tú me habrás ayudado a que la transición para retornar a ser hormiga,
no se haya convertido en una brutal caída si no en un suave aterrizaje.
Que sí, que bien lo sé, que, por muchos éxitos que logre
alcanzar, seguiré siendo esa hormiga tambaleante, muchas veces; tenaz, siempre.
Gracias por dejarme tus manos para que el vértigo no me
arrastre a los abismos.
2 comentarios:
De momento, disfrútalo. Un abrazo.
Ana, uchas gracias y felices vacaciones.
Besitos de luz.
Publicar un comentario