Mientras que en este Madrid, la primavera deja caer la lluvia, mientras ella me invita a soñar, yo, a mi vez, os invito a que vosotros también lo hagáis. Y para ello por qué no, imaginaos tomando un té junto a alguien especial en un lugar especial. Por que recordad, quien se atreve a soñar está realmente vivo. Yo lo hice y.... Manuel Leguineche asegura que si se quiere conocer el alma inglesa es imprescindible tomar el té en el Ritz de Londres (The Ritz London). El Palm Court es un salón imperial que recrea el ambiente eduardiano, con esculturas sobredoradas, cortinajes de seda, manteles de hilo, vajillas de porcelana y teteras de plata. A las cinco de la tarde alcanza su clímax, con la tradición del té iniciada por la séptima duquesa de Bedford, que la convirtió en un noble ritual en el hotel. Aseguran que Cesar Ritz eligió el color albaricoque para la decoración porque era el que mejor le iba a la tez de su esposa. En cualquier caso, los camareros siguen recitando las clases de té que el cliente puede tomar: darjeeling, lapsang-souchon, earl grey... Las tazas son de porcelana china, y la infusiones se llevan a la mesa con una espectacular fuente de pasteles y bocadillos. El ceremonial es impecable: se sirve primero la leche tibia, como mandan los cánones, y después el té caliente para que no quiebre la porcelana. Pero el Ritz es un mito de Londres: ha sido protagonista de algunas de las mejores escenas de Notting Hill con Hugh Grant y Julia Roberts, ha sido el palacio en el exilio de personajes tan relevantes como Charles de Gaulle, que se pasaba las horas buscando micrófonos escondidos en su habitación, o el ring improvisado donde Richard Burton golpeó a un tipo que lo importunó en el bar. Y fue a principios de siglo la cocina donde ofició el chef Escoffier, capaz de servir ancas de rana perfectamente disfrazadas para que sus clientes se las comieran sin saber qué estaban degustando. Por cierto, en el Ritz de Londres siempre se ha comido bien. Su restaurante, con vistas a los jardines, es uno de los espacios más aristocráticos del Reino Unido, que un siglo después de abrir sus puertas reúne a una clientela distinguida. No menos interesante es el Rivoli Bar, con su decoración art déco y sus buenos cócteles. El Ritz de Londres, en el corazón de Picadilly, ha sido siempre un lugar único, que desde su apertura en 1906 fascinó al rey Eduardo VII de Inglaterra, al rey Alfonso XIII de España o a la reina Amelia de Portugal. Ese inmueble con aires de castillo ha visto bailar en sus salones a Anna Paulova, a Noel Coward componer una canción dedicada al local o a Chaplin hacer mil muecas ante la clientela. Cesar Ritz quiso que sus habitaciones fueran generosas y confortables, y la tradición se ha mantenido. Lo que se ha perdido es la exigencia de estar con americana y corbata en sus salones: hoy incluso se puede desayunar en vaqueros. Una pena. El Ritz dispone de un fumoir donde se puede disfrutar de su magnífica colección de puros perfectamente humidificados. Se trata de una sala cómoda, con generosas butacas, ideal para tomar un buen aguardiente en compañía de un habano como Fidel manda. El cliente puede dejarse aconsejar por el sumiller de puros, que se ocupa de la cava del hotel con una profesionalidad a prueba de cualquier esnobismo.
sábado, 28 de abril de 2012
Tomar el té en el Ritz: ¿un sueño hecho realidad?
Publicado por Alberto en 10:55 a. m.
Etiquetas: Hoteles con Historia
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2 comentarios:
Pues el de Londres estará muy bien, no te lo voy a negar, pero donde esté el Ritz de Madrid con un pianista aporreando las teclas para poner banda sonora a un momento tan especial.
Besósculos de sabadósculo. Ah, y que sepas que has conseguido poner la foto en la entrada sin problema. Tú sí que te aclaras con los cambios de blogger. Mua.
Pues será una pena, pero si dejan ya entrar en vaqueros, podré entrar. Porque no pensaba ponerme vestido para ir, ¡ja, ja! (Odio los vestidos.)
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