Hace hoy 210 años nacía Víctor Hugo. ¿Quién no se ha emocionado con las peripecias de sus héroes y la genialidad de su escritura?
Vaya mi homenaje hacia él con el cuento de esta semana.
Como siempre, con mis mejores deseos de lo mejor.
Con cariño.
Mientras unos y otras recogían los desperdicios de una opípara cena como clausura del magno evento celebrado en homenaje al maestro de las letras francesas, Víctor Hugo, él se tomaba su mojito con la indispensable y prometedora ramita de albahaca y la sonriente raja de limón.
Reflexionaba acerca de lo comentado y expuesto en las sesiones de trabajo. Del moderno enfoque dado al papel de Cuasimodo y Jean Valjean bajo la óptica del presente y de su vigencia en cuanto a los valores encarnados por semejantes personajes.
Mientras todo eso hacía con la autocomplacencia como máscara, se preguntaba si no podría alcanzar, a futuro, idénticos triunfos. Soñaba con una Esmeralda de la que enamorarse, como lo hiciera aquél, o con el abnegado amor paterno de éste.
Sonrió, no pudo hacer otra cosa, al recordar también los ditirambos, poemas laudatorios que habían recitado como dedicatorias al escritor. Y es que algunos de ellos, le habían sonado tan falsos… Adónde puede llegar la petulancia de algunos so pretexto de sumarse a los carros, mejor a los reactores, de la alabanza sin mesura.
En esas estaba cuando alguien se le acercó.
-¿Necesitará alguna cosa más antes de cerrar definitivamente?
-Ah, no. Está todo bien. Me marcho enseguida.
-Espero le haya merecido la pena su asistencia al seminario.
-Claro que sí. Que recordar a monsieur Hugo siempre es un placer. Y más cuando la organización resulta tan perfecta.
-Muchas gracias. Creemos que efectivamente tenemos motivos para sentirnos satisfechos.
-Ya lo pueden decir, sí sí. ¿Y para cuándo el libro con las conclusiones?
-Si los duendes de la imprenta no nos hacen jugarretas, lo prevemos para de aquí a un mes. ¿Cómo se las podremos hacer llegar?
-Mándenlas a mi despacho, que allí las guardarán a buen recaudo.
-Es que como usted está siempre tan ocupado. Por cierto, no nos cansaremos de agradecer su presencia estos días. Qué honor, haber contado con usted, una autoridad en la materia. Y otra cosa, ¿le han hecho entrega del regalo?
-Sí, sí. Muy original. El próximo viernes marcho al caribe para disfrutar de unos días de descanso y me lo llevaré conmigo para saborearlo con la tranquilidad debida. ¿Cómo se les ocurrió?
-No fue fácil. Queríamos que fuese algo original al par que personal, algo para el recuerdo.
-Pues me gusta, me gusta. Una caja lacada, estampada con Nuestra Señora de París y en cuyo interior se encuentra un surtido de dulces envueltos en esos brillantes colores tan atractivos. Qué delicia deben de ser. Y qué formas tan originales tienen. Bien pensado, no sé si podré resistir la tentación de aguardar hasta el viernes.
-Ah no. Venga, venga, que le doy otra cajita. Pero que no se enteren los otros, que si no…
-Uy, muchas gracias, señorita. Por cierto, ¿cuál es su nombre?
-No lo creerá, pero me llamo Esmeralda.
Y ponente y organizadora se despiden con un cálido apretón de manos. ¿Volverán a encontrarse? ¿Será posible que la magia de la literatura les una de nuevo?
Ya en la calle, en el taxi que le conduce a su hotel, Ramón Coset sigue evocando lo vivido: otro congreso más, otra exitosa intervención, debates, ideas. Pero, más aún, la certeza de una nueva espectativa de deleites para paladary… ¿corazón?
domingo, 26 de febrero de 2012
Un evento literario
Publicado por Alberto en 9:17 p. m.
Etiquetas: Relatos
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2 comentarios:
Alberto
Debo ofrecerte disculpas, acabo de leer tu correo, lo que pasa es que ésa dirección casi no la uso, mi correo personal es: margariya_avila@yahoo.com, ése si lo reviso a diario.
Buen cuento Alberto, me gustó, ahora te visitaré más seguido...
Besitos en el alma
Scarlet2807
Bien por Victor Hugo y bien por ti! Besósculos celebrósculos! Mua!
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