Sí, hoy he tenido la fortuna de participar en una de esas jornadas que a uno le dan calor en el alma, que le estimulan. Y aber gozado, además, de cierto protagonismo en su desarrollo me llena de orgullo todavía más.
Y es que, hoy, en torno a 60 usuarios y usuarias madrileños y castellanomanchegos del código de lecto-escritura, que creara Louis Braille para que los ciegos del mundo dispusiéramos de la llave para acceder a la luz del conocimiento, nos hemos juntado para intercambiar experiencias y testimonios, además de enriquecernos compartiendo.
El lugar del encuentro ha sido el Servicio Bibliográfico de la ONCE, centro que se encarga de hacer accesible la información por medio del braille, el relieve y el audio, y la iniciativa partió de los Consejos territoriales de Madrid y Castilla La Mancha, como órganos representativos de los afiliados de esas comunidades autónomas.
Hemos tenido ocasión de conocer los proyectos y líneas de trabajo de la Comisión Braille Española en cuanto al rotulado de tarjetas identificativas, la adaptación de mapas físicos o la mejora en la información que ofrecen los envases de productos farmacéuticos, además de la unificación de signografías.
Después hemos visitado el Museo Tiflológico, un museo hecho para tocar, en el que se exponen obras de artistas ciegos, maquetas de monumentos del mundo y muestras de cómo ha ido evolucionando la tecnología aplicada al acceso a la información por parte de las personas ciegas. Un museo muy recomendable de ver,abierto a todo el que quiera acercarse.
Por la tarde, tras una estupenda comida de compañerismo, hemos podido exponer el contenido de los Clubs Braille (yo fui su promotor y actual coordinador de el de Madrid). Ha habido lugar para la emoción al escuchar a una persona sordociega expresar su necesidad de braille para tener una vida autónoma o a otra señora que tiene una tienda y que para trabajar en ella, se sirve del etiquetado en braille; para el humor, con anécdotas e ingenio; para el debate en torno a la complementariedad entre el braille y las nuevas tecnologías,al braille aplicado a la vida cotidiana y su ausencia en productos y servicios del día a día, al deseo de promocionar al braille en colegios, bibliotecas o ferias, o a la conveniencia de establecer bibliografía asequible a neolectores (libros sencillos) que incentiven su lectura por parte de quienes acaban de aprenderlo.
Pero más allá de los temas debatidos y las propuestas planteadas como sugerencia, me ha gustado el buen ambiente creado, las historias contadas y la puesta en valor del legado que nos dejó el genial maestro francés: un sistema de puntos revolucionario y todo un ejemplo de tenacidad, espíritu de superación y lucha, sin que nunca se arredrara ni ante la enfermedad ni ante la incomprensión o el desprecio de sus coetáneos.
La guinda ha sido el intercambio de productos típicos: nosotros, desde Madrid, les hemos entregado una cajita de esos caramelos que son las violetas y ellos, a su vez, nos han agasajado con, cómo no, sus exquisitos mazapanes.
En fin, una jornada inolvidable en la que, estoy seguro, Louis braille tampoco a querido perdérsela.
1 comentario:
Esos encuentros están muy bien, sobre todo, si acaban con intercambio de dulces.
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