Buenos días de sábado:
Permitidme que hoy os envíe mi cuento a esta hora ya que mañana no me va a resultar posible.
Que lo expresado en él, sea símbolo de ese amor tan anhelado y deseo de que también a vosotras y vosotros os sea dado descubrirlo, saber verlo.
Como siempre, con el mejor d mis deseos.
Ah, y dejadme que comparta, antes de ello, una frase que hoy e escuchado en un acto especial al que he tenido el lujo de asistir, toda una certeza: “los amigos, los buenos de verdad, siempre superan la mayor de tus expectativas”. Gracias porque yo lo experimento cada día con vosotras y vosotros.
Sí, ¡dónde está? ¿Dónde estará eso que tanto se anhela poseer? Unos aspiran a encontrarlo en un ser humano con alma gemela, otros concibiendo una obra de arte o en la proximidad a Dios y, en fin, todos y todas se afanan en aferrarse a él, en hacerlo suyo, en acapararlo.
Santi también lo había intentado pero nunca lograba alcanzarlo y vaya que sí que lo había perseguido, se había esforzado por ello con denuedo y ahinco pero nada de nada.
Y es que él era diferente. Muchas veces le habían hecho sentirse inferior, nulo. Mas su tesón y genialidad innatos le habían convencido de que no lo era, de que podía, él también, hacerse merecedor de su disfrute.Había tenido que enfrentarse a las burlas de muchos, al desprecio de casi todos y a la marginación sin tasa. A cambio, se refugió en un mundo de sueños, un universo cimentado en base al calor del refugio que eran la lectura y la imaginación.
Y cuando creyó que de nada servía, alguien especial le demostró que no era así, que su ceguera podía dar luz a quien supiera mirarle, a quien se detuviera a contemplar su sonrisa limpia, su deseo de hacer felices a los demás a través de su intuición y sensibilidad.
Y entonces lo comprendió: el amor también podía ser para él algo posible.
Y un día sus manos le llevaron a los pétalos de una flor de aromas increíbles. Y otro día a la sedosidad de un pañuelo bordado. Y más aún, al fin, al rostro terso de una mujer que se le ofrecía pleno, consciente, libre.
Y después de experimentar sensaciones como ésas, se sorprendió de que la gente fuese tan ciega, de que buscasen el amor de una forma tan errática cuando, en realidad, era tan fácil alcanzarlo.
Y, cuando ya anciano, mucho tiempo después, parado en su banco de siempre, agarrándose a su bastón de siempre, una niña, a la que ya le iban creciendo las ganas de volar, se sentó a su lado y le preguntó, como a tantos otros:
-Buen señor, ¿sabría responderme a una pregunta?
-Dime, hermosa muchacha.
¿¿Dónde habita el amor? ¿Dónde está? ¿Cómo podría encontrarlo?
Y él, con su mirada vacua, pero preñada de sonrisas luminosas y esperanzadoras, sólo pudo hacer una cosa: señalarle con sus dedos extendidos aunque ya huesudos, apuntando hacia el corazón de la chiquilla para responderle:
-El amor está dentro de ti. Sólo debes esforzarte en aprender a abrirle las puertas de tu interior.
-¿Y cómo lo haré?
-Ah. Sabiendo mirar, queriendo acariciar, buscando el disfrute en plenitud, dejando que fluya hacia ti desde el trino de un petirrojo, las páginas de un libro o el sabor de un manjar preparado con el alma.
Esa misma niña recordaría, entonces sí, muchos años después, las palabras del viejo don Santiago cuando, en una noche pura, en medio de la selva, un espigado mulato le quiso ofrecer la figurilla de un hipopótamo al tiempo que le pedía que se casase con él, que la respetaría, que juntos podrían seguir ayudando a que los niños de aquel continente sonrieran, creyeran en un futuro mejor.
Y Ana aceptó, quiso, le abrazó y acarició mientras creyó vislumbrar que una de las miriadas de estrellas que habitaban el cielo africano, y que eran sus testigos, la miraba. ¿odría ser que fuera el espíritu de aquél al que ella, de adolescente, le confió sus sueños?
3 comentarios:
Buenos días, Alberto!
Todos tus cuentos son bonitos pero este me ha encantado. ¿Dónde está el amor...? El amor está en cualquier cosa hermosa que nos rodea...
¿Conoces esta frase? Los verdaderos ciegos son los ciegos mentales. Nosotros, únicamente no vemos...
Te dejo un abrazo.
Así es, el amor siempre está dentro de nosotros... y me atrevería a añadir que, deseando salir.
Mil besotes
Bueno, si viene un espigado mulato enmedio de la selva... igual yo también me pienso si dejo o no mi soltería, ¡ja, ja!
¿Has averiguado ya cómo se llama la mujer que te encuentras cada mañana en el metro?
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