El lunes pasado, mientras paseaba cogido del brazo de mi padre, por los campos de mi pueblo, escuché el trinar hermoso y vivo de unos pájaros. Quién sabe si no se contarían la historia que ahora yo os traslado.
Feliz domingo y buena semana veraniega sanjuanera.
El jilguero, con su trino cantarín de aquella mañana llegó al brocal del pozo que tantas veces, la distinguida señora, ya anciana, había contemplado desde su amaca en el patio de la casa, un edificio ya centenario pero en el que hacía una eternidad le conoció a él.
Tú me enseñaste que debía empezar mis días desde aquí. Recibir la savia de la fragancia de jazmines, sándalos y lavandas; empaparme de las sensaciones que me evocasen tu presencia; y recordar, con la lectura de aquel último libro que me regalaste, que siempre estarías a mi lado, que por muy lejos que te hubieses marchado, te sentiría eternamente cercano, apretado a mi alma.
Con nostalgia de ayeres, me dispongo a vestir mis labios de una tenue capa de carmín, como a ti te gustaba. Siempre decías que, al besarlos, su sabor a fresa se acrecentaba con él. ¿Te acuerdas?
Ay ay ay. Hace tanto tiempo que no nos vemos, que no enlazamos nuestras manos con nudos de amor.
El gentil pajarillo sigue acompañándome. Uy, ¿será mi imaginación o es que me está mirando? Su pico, su suave plumaje de vivos colores
Y su ternura me escoltan esta mañana de domingo.
Bienvenido, cantor alegre que haces mudar mi melancolía. Déjame que beba un sorbo de este té helado que he preparado. Cómo me recuerda a él,.
Porque sí, cada instante, cada soplo de tiempo, cada bocanada de esta brisa tan vivificante hacen que él sea inmortal.
¿Por qué tuviste que llevártelo, Dama Negra? ¿Por qué me dejaste aquí?
Uy; ven, pajarillo. Pósate en mi dedo índice, confía en mí, déjame que te acaricie. ¿Y si tú fueras él?
Como si la pequeña avecilla comprendiese su triste soledad,se acurrucó en el hombro, junto al cuello, pegando su pico a la oreja de la mujer. Y entonces ella sonrió.
Si alguien la hubiera estado observando en aquel momento, habría visto cómo sus ojos se preñaban de luz, se agrandaban, resplandecían. ¿Qué pudo ser lo que un sencillo pajarillo le susurró? ¿Qué lo que ella entendió?
¿Sería, acaso, una llamada?
Cuando la chica que venía a hacerle compañía y animarla a que saliese de aquella casa, un mausoleo _dirían algunos_, llegó a eso del mediodía, la encontró… ¿podríamos decir que dormida? Otros afirmarían que, al fin, había partido al lugar de los sueños. De lo que nadie podría dudar es que la muerte no había podido llevársela triste. La paz de su rostro y unos labios, recién pintados de carmín, que sonreían, demostraban que marchó feliz al encuentro con quien tanto amó.
Y mientras todo eso sucedía, un alegre y sonoro trinar no dejó de sonar. Pocos se fijaron en ello, hubo otros que murmuraron reniegos,mas no cesó, no calló hasta que la tierra no dio su abrazo definitivo a aquella vieja mujer tan enamorada.
domingo, 19 de junio de 2011
El jilguero
Publicado por Alberto en 6:12 p. m.
Etiquetas: Relatos
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