Puesto que para mí la semana laboral comienza mañana, aquí va mi cuentecito de costumbre.
Que el frío no se apodere nunca de vuestras almas.
Llegó noviembre y, como cada año, los copos de nieve extendieron su manto por todo aquel antiguo jardín.
Abelardo continuaría su sempiterna búsqueda en pos de Eloísa pero los caminos serían estériles, inútil seguirlos.
Desesperaba ya de su destino. Maldecía al amor y, no obstante, este año creía que sí, esta vez lo conseguiría. ¿Por qué?
Internet se había hecho compañero suyo. El comentario de un seguidor de su perfil le había dado una clave, la clave.
¿Se atrevería a seguirla?
Unas coordenadas extrañas, la entrada a una gruta. ¿Y al final? Una ilusión, una figura de mujer. No era como él la recordaba, pero supo que la meta estaba allí para ser franqueada. Dudó, tuvo miedo. Se dejó ganar por la chispa de la intuición y un abrazo le dio la respuesta. Ya nada más le importó.
Eloísa había estado siempre allí, aguardándole. Bien era cierto que no se parecía a la imagen que su memoria le pintaba, pero es que, al fin, lo comprendió: su existencia era Eloísa.
lunes, 29 de noviembre de 2010
Al fin, la respuesta
Publicado por Alberto en 7:57 p. m.
Etiquetas: Relatos
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2 comentarios:
Un beso
Y qué respuesta más mágica, Albertito! Jooo, qué chulo!
Besósculos miercósculos! Mua!
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