domingo, 30 de marzo de 2014

La piscina de los sueños


Buena noche de domingo.
Recién llegado de un fin de semana de relax, del que mañana te hablaré, comparto mi nuevo cuento.
Que estés bien.
Que comiences con fuerza la semana y otro mes, ya abril, abril, aguas mil.
Un abrazo.

La piscina de los sueños

Qué feliz es Hans von Krünch. Por fin ha podido cumplir su viejo sueño de visitar un balneario. Desde siempre ha estado seguro que la experiencia resultaría única. Ha leído mucho sobre sus propiedades benéficas,  como tampoco le son ajenas las leyendas e historias que circulan alrededor de ese tipo de lugares: la magia de sus aguas, los encuentros secretos, los amores furtivos que se han gestado sobre piscinas, saunas y masajes.
Ha elegido uno que tenga como característica dominante su localización en un entorno natural que brinde la posibilidad de paseos para el recuerdo, además de una suculenta carta en el restaurante. Un pueblecito en la vertiente austriaca de los Alpes, un trozo de paraíso, según lo anunciado en el folleto publicitario del Hotel Balneario Cabaña de las Nieves, ha sido su destino.
Para llegar hasta allí, ha tenido que hacer no pocos esfuerzos económicos. Es un gris funcionario de la Oficina Postal de la ciudad de Colonia. Nunca ha tenido grandes aspiraciones, y ha acabado quedándose solo, tras años de dedicación a sus ancianos padres que murieron, el pasado año, casi uno tras otro. Las mujeres siempre se le resistieron so pretexto de que era demasiado formal, excesivamente cortés.
Cuando llega, lo que ve alimenta su fantasía. Sí, su fantasía, secreta pero viva. Tal vez, al fin, pueda ser realmente el auténtico Hans, apasionado, sin tabúes ni complejos. Caminos que se pierden entre las frondas boscosas, madera, mullidas alfombras, música relajante, olores agradables. Eso es verdad, mas algo le llama la atención. ¡Parece que no hay nadie!
Por una parte, ya le va bien. Él tan acostumbrado a la soledad. Por otra, esperaba encontrarse con alguna señora que le diera pie al palique y a algo más, naturalmente.
El atento recepcionista le recibe con cortés profesionalidad y le conduce a la habitación, al tiempo que le explica horarios, servicios y ofertas.
Lo tiene claro: contratará extras, que para eso está allí. No piensa privarse de nada: masaje tailandés, baño de chocolate y piscina de chorros con pediluvio.
Cuando se ha instalado y echa un vistazo a la información que encuentra en la mesa escritorio, otra cosa más, son tantas con las que le está sucediendo desde su llegada, le sorprende e ilusiona: “la Piscina de los Sueños: participe de una experiencia como ninguna otra”.
¿Qué será? Tiene que preguntar por ella enseguida. Al día siguiente será lo primero que disfrute, y luego el masajito a manos de seda batera. Se le hace la boca agua, solo de pensar en la guapa masajista que se lo dará. Uuuum uuum.
Así es, tras opíparo desayuno, ataviado con su bañador nuevo y su toalla de ositos, se dirige a ella. Está algo escondida, una especie de laberinto deberá atravesar para llegar. Espera no perderse y seguir las indicaciones recibidas.
Sí, sí, allí debe ser.
Pero… está todo oscuro y ¡tampoco hay nadie!
Tantea con los pies en busca de los escalones.
El agua está caliente. El silencio es absoluto. Cierra los ojos y espera. ¿Qué experiencia única será la que se anuncia?
¡Horror!
Gritos fantasmales rompen el silencio y, al encuentro del pobre hombre, salen  espectros de fuego entre las sombras, que  se ciernen sobre su atribulado cuerpo.Algo mortal le arrastra. Debe abrir los ojos y volver a la realidad.
¿Qué es todo eso? ¿Una experiencia única?
Se aferra a las paredes de roca viva por cuyas grietas supuran burbujas y una especie de musgo viscoso.
Abre los ojos, sí. ¿Y qué vislumbra entre las sombras? ¿Agua tibia? ¡no! Sangre ardiente.
¡Sangre! Cierra los ojos, Hans _se dice_. No, no; más monstruos, demonios con las fauces abiertas, pobladas de afilados colmillos.Vienen por él! ¡La sangre es su sangre!
Antes de sucumbir, una muda pregunta se formula: “¿por qué hablaron de piscina de sueños? ¿Son acaso los sueños monstruos que terminan por devorarte?”
-Otro incauto que cayó en el engaño.
Así dice, con maléfica sonrisa, el supuesto amable recepcionista, transformado ya, con su auténtica faz: la del mal.
-Cuándo aprenderán los humanos que los sueños son monstruos insaciables que nunca se sacian? Que sigan soñando, que continúen viniendo hasta mí.
Y una espeluznante risotada reverbera entre las montañas.
El Hotel Balneario Cabaña de las Nieves está esperándote. ¡Ay de ti, si contratas sus servicios!
Pobre Hans, para una vez que quiso complir su sueño…





  


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