martes, 16 de julio de 2013

Carmen



Os debía cuento dominical por aquello de la crónica de mi viaje en globo.
Vaya hoy para homenajear a esas Cármenes amigas que me regalan su apoyo y recuerdo.
Por ellas, por la imaginación y la curiosa sonrisa.

¿Carmen? ¿Quién es Carmen? ¿Una niña? ¿Una anciana? ¿Un hada? ¿Una hechicera?
Carmen no tiene edad, Carmen siempre se ha visto libre del yugo del tiempo. Para ella no hay calendarios ni estaciones.
A Carmen se la pudo ver impregnando sus dedos en el pigmento que decoraría la cerámica  en los albores de la humanidad, pero también como matrona romana y modelo de humanistas o luchando en la frontera de la muerte por sobrevivir y enseñar a hacerlo a los demás.
Tú, incluso,  puedes encontrártela cualquier día de éstos al volver la esquina o al abrir una puerta.
¿Quién es Carmen?
Carmen es la espuma del oleaje que lame la playa a la que arribarán los esforzados marineros que llegan sin apenas haber logrado botín en lejanos mares.
Es el musgo que vestirá rocas milenarias y árboles centenarios, alfombrando los pasos de quienes deslicen dedos acariciadores, que aspiran a saber cómo escribir en la piel de la persona amada.
Es la estrella sonriente que titila en la noche, junto a la luna, haciéndose faro de soñadores perdidos.
 Es, en fin, la mariposa de brillantes colores que aletea entre rizos y flores.
-Caballero, ¿me permite que le ayude?
-Claro, guapa. Cómo no. Ay ay, quién tuviera tus ojos de luz.
-Señora, venga conmigo que le desvelaré el misterio de la fantasía.
-¿Será eso posible? Enséñame a tejer con hilos de ilusión y agujas de quereres.
-Muchacho, deja que te guíe por el pasillo de tu laberinto de valeroso campeón
-Lléveme, sí, señora mía hasta las más bravías batallas contra facinerosos y salteadores de honras. Quiero ser adalid de doncellas y nobles causas, desfacedor de entuertos y ganador de simpares combates con dragones y gigantes.
-Ande, no se aflija, buen anciano. Apóyese en mi hombro y cuénteme cómo aprendió a silbar.
-Hija, si ya ni aire resta que insufle a mis vacíos pulmones. ¿Qué habría de enseñar un viejo como yo? Labios mellados, dientes derretidos, paladar amnésico.
Ese señor ciego, esa señora, ese muchacho, ese anciano, sin saberlo, han conocido a Carmen.
Carmen es la guía luminosa de ojos velados, la imaginación de la literatura, la arrojada lealtad y la sabia confidente.
¿Morirá Carmen algún día?
Mientras haya un corazón limpio, una mirada curiosa, un alma soñadora, un loco sensible, Carmen vivirá.
¿Y si alguien ambicionara con poseerla para sí, únicamente?
No podrá hacerlo. Ella es esquiva de egoístas y acaparadores. Los conoce de la misma forma que conoce al generoso.
Carmen tiene cuerpo de sonrisa, piernas de peregrino, manos de peluche y cara de flor en flor, luce vestidos de confites y su melena es una cascada de campanitas.
  Siempre anda por ahí, haciendo piruetas sobre la lluvia y llevando por sombrero el arco iris. Es traviesa, le gusta sorprender y, sobre todo, sobre todo, donde verdaderamente se encuentra a gusto es entre esos amigos que sólo tienen un corazón.
 ¡Carmen! ¿Eres tú? Gracias por tocar mis dedos con tu pluma y hacerme cosquillas en el estómago de enamorado de la poesía y la pasión. Eres hermosa, sí. Dirán algunos:
-¿Cómo lo sabes si no ves?
Y yo les diré:
-Ah, eso es un secreto. Un secreto que tal vez, sólo tal vez, algún día te cuente mientras mordemos a dúo el algodón dulce de las nubes.



   

2 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Preciosa es, en verdad, esa Carmen que te ilumina, que te inspira y acompaña. Esa Carmen, tan castiza y tan esbelta. Ahora sé: sólo la pueden ver los corazones puros, los amantes verdaderos de las palabras inquietas...
Precioso relato que me ha devuelto la sonrisa como el arcoiris sale tras el sol y la lluvia.
Un abrazo carmesí.

Alberto dijo...

Rosa amiga, por un no o por un sí, vaya también para ti ese mismo abrazo carmesí.
Carmen es musa, es Amiga y guía. Carmen es la Mujer en mayúsculas, la que sostiene e ilumina.
Carmen es tú.
Besos agradecidos.

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