Hola otro domingo más:
Hace unos días, alguien importante me dijo que en mis
cuentos apenas aparecía la música como tema. Me hizo pensar y fue un acicate
para el que hoy tenía que escribir. Vamos, que he sentido la necesidad de
hacerle caso.
Espero os guste. Pretende ser mi pequeño homenaje a todos
esos músicos ciegos y a la música que tan importante resulta como compañía en
tantos momentos.
Buena semana ya de octubre.
Cuidaos.
Joaquín era consciente de que cuando dejara de ver ya tan
solo le quedaría la música. Sí, igual que a aquel otro tocayo suyo que hizo de
Aranjuez su patria y de la guitarra su guía.
Se dejaría acunar por melodías de panderetas, laúdes y
gaitas que le mecieran y evitar, así, que la amargura se apoderara de su oscuridad.
Recordaría cuando, de joven, rondaba a las zagaletas con canciones
de amor y recia voz. Cuando éstas se escondían tras las rejas y visillos en su
pueblo, lanzándole miradas de fuego sin brasas. ¿Cómo habría podido él imaginar
que un día solo le quedarían recuerdos en su retina mientras ésta se opacaba
inevitablemente?
Él, adalid de la
juerga y el requiebro. Él, campeón de la tradición y la juglaría que cantaba
historias de jinetes heroicos enamorados. Él, eterno soñador mientras
pastoreaba el ganado de sus mayores en apriscos y pastizales.
Los tiempos habían cambiado. El progreso imperó en su universo.
Las mozas marcharon, las ovejas fueron estabuladas en nuevas granjas, su vista
fue nublándose inmisericorde. Él tambiénpartió, fue obligado al exilio de sus
paisajes familiares, de sus peñas y miradores. ¿Qué y a quién miraría ahora que
su vista le abandonaba?
Melodías con sones de volero, pasacalles y
copla eran sus himnos entonces. Luego llegarían sonatas, requiens y sinfonías.
Acordes, notas, sostenidos y bemoles: luz, su única luz.
Sí, claro. Se adaptó, salió adelante, que no se dijera que
los hombres de su tierra novencían, si triunfaron en lejanos horizontes de
allende los mares, cómo no iba a triunfar él, cómo no iba él a saber salir de
su laberinto oscuro. Aprendería a conducir, no a ovejas como antes, sino a
bastones blancos, sabría del valor del orden y cultivaría, no plantas o
frutales, sino la memoria de voces, olores y pisadas.
Mudó silbidos de campo por lecciones de clarinete. Se hizo
un hueco en los ambientes musicales de la ciudad. Alcanzó fama, interpretó
conciertos solo o en compañía, fue admirado, incluso.Eso sí, las rondas de
antaño nunca las olvidó.
Y haora ya es demasiado mayor para tornar a su pueblo, ya el
fuelle de su garganta se ha quedado vacío, ya nada le resta si no esperar la
muerte.
Es santa Tecla, patrona de su grey. Le han invitado a que se
reúna con colegas para tocar, pero él no ha querido. Él querría tocar otras
teclas con nombre de Elena, Nuria, Pepa, Aurora, Juana, Antonia, Felisa,
Susana… aquéllas que él rondó y que no se fijaron en su figura.
Mejor será que dé su paseo de siempre hasta el banco de
siempre en la plaza de siempre y aguarde a que pasen las horas como siempre.
Ha comenzado el otoño, las hojas secas parecen querer bailar
zarandeadas por el viento del cierzo y el tintineo de laescarcha que otro año
más aparece por allí.
¿Por allí? Si en esa ciudad, su ciudad, ni el cierzo ni la escarcha son conocidos, si
acaso la tramontana o el salitre. La Plaza del Pino es el lugar, su lugar.
Cierra los ojos, bueno ni siquiera eso necesita para evocar
almendreras, manzanos, tomillos y cantuesos.
Otra tarde más lo único que sale a su encuentro son los
sueños y el sueño, antes que él era siempre el último que se dormía y ahora no
hace más que dormir.
¿Qué se oye? ¿Serán fantasías suyas? ¡Es una ronda! ¡Es la
Ronda! Otra vez vandurrias, gaitas, matracas, cascabeles, tamboriles. Avanza
por las calles angostas próximas. Sus pies reviven, su alma resucita, su
corazón brinca.
Unas manos finas le toman del brazo esquelético, le invitan.
-¿Quién eres?
Apenas si ha podido balbucir la pregunta.
Un coro de nombres se superpone:
-Soy la Elena, la Nuria, la Pepa, la Aurora, la Juana, la
Antonia, la Felisa, la Susana
-¡Sois todas! ¡Estáis
aquí! ¿Habéis venido por mí?
Joaquín, como antes, como ya nunca lo pensó, vuelve a
sentirse feliz.
¿Qué le importa ya que la muerte sea en realidad la que ha
venido por él si ha aparecido con rostro de sus amadas y con llamada de sus
tonadas de ronda?
Joaquín no ha muerto. Joaquín vive en la música de un disco
que hoy suena en mi casa mientras esto escribo. Joaquín vive porque la música
es vida y él fue un maestro en ese arte y su arte es luz para mí.
2 comentarios:
Qué bonito final y qué sorpresa. Me ha encantado. Al final el arte es lo más excelso que queda del hombre. Por eso los que podemos escribir y alguien nos lee tenemos esa inmensa suerte, como tú con este precioso relato lleno de música intemporal y eterna.
Un abrazo.
Paco, así es. El arte es vehículo de inmortalidad para aquel fue capaz de crearlo. No sé si yo puedo decir que hago arte, pero al menos sí aspiro a dejar esa huella que dé luz a quien la encuentre.
Me alegro mucho de que te haya gustado.
Cuídate.
Un cálido abrazo.
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