domingo, 23 de septiembre de 2012

La búsqueda de Rubén


¿Será verdad que las mayores historias son las que tenemos más cerca? ¿Tenrá razón la protagonista de mi cuento de hoy?
Feliz domingo y que el otoño no os traiga tristezas de hojas caídas sino de colores nuevos.
Con cariño y mis mejores deseos, como siempre.

Ya está.El periodismo es mi profesión. Ahora solo me falta dar con la noticia que me lance a la fama. Dicen que es muy difícil, tanto como toparse con el duende bueno de los robledales, sobre todo cuando tanto se están quemando. Poco me importa a mí lo que afirmen los otros, yo buscaré y buscaré hasta dar con mi filón particular. Soy Rubén, soy joven y soy testarudo _otros dirían, tenaz_.
Ana se resigna a caer en el desánimo del olvido. Ella que tanto cree poder contar y se da cuenta de que nada cuenta. ¿Que es vieja? Sí, lo sabe. ¿Que fue ella quien eligió apartarse de todos y de todo? Claro, ¿qué otra cosa podía haber hecho? La antigua casona de sus antepasados era el único refugio seguro al que podía acudir cuando decidió   escapar del fragor de sucotidianeidad.
¿Y Paqui? Eterna enamorada de Rubén, hormiguita trabajadora y constante, cuya ceguera no le ha impedido acabar la licenciatura aunque fuera a trancas y barrancas, y con no pocas decepciones hijas de la desconfianza de muchos y las constantes barreras con nombre de PDFs ilegibles, ejercicios imposibles o páginas web inaccesibles.
La que, una vez fue joven también, huiría de la ciudad, con sus conspiraciones de elegante cocktelería, sus relaciones interesadas con escritores y cantantes, incluso con algún político y sus lujos de espía enigmática. Muchos indagarán después para cobrarle los favores o vengarse por lo que no supieron callar entre sábanas y volutas de humo. No la hallarán y el tiempo borrará deseos de desquite y odios derrotados.
Paqui nunca dio importancia a los misterios de su abuela. Había estudiado Ciencias de la Información para sacar a la luz los testimonios de seres ignorados pero merecedores de atenciones y protagonismo. Eso no significaba que no la quisiera pero cada vez se mostraba más huraña y sentía que sus mundos eran opuestos. Su padre, el hijo de la abuela, se había emparejado con su madrastra y casi nunca la visitaban ya.
Rubén telefoneó a su amiga:
-Paqui, necesito verte.
-Yo también lo necesitaría, así dejaría de ser ciega.
-Déjate de chorradas y atiéndeme. Me encuentro inmerso en una gran crisis y ahora soy yo el que requiere tu ayuda. No es que tengas que leerme ni nada por el estilo. Más bien, escuchar es lo que te pido porque a ti eso se te da muy bien.
-Venga, quedamos en un par de  horas en El Gorrión Cantarín. ¿Te parece bien el sitio?
-Sí, es un pub chulo. Me gustan su música y sus zumos. Y tiene unos sillones la mar de cómodos con esas mesitas de madera. Nos vemos allí. Y no me digas que como no sea yo el que te vea… que ya te lo tengo muy oído.
-De acuerdo, chico. No te pongas tontorrón que a mí, el que me gusta, es el Rubén optimista y luchador, simpático y bromista. Hasta luego, adiós adiós.
Qué prisas, esta mujer. Cinco años desde que acabamos, ella feliz con sus habitantes de corte de los milagros y yo, desgraciado con mi rutina de cronista parlamentario. ¿En qué quedó mi búsqueda del gran titular? Me cansa tanta banalidad de sus señorías, siempre encastilladas en pequeños reinos. Qué harto me tienen sus disputas de salón y vodevil. Menos mal que la Paqui sigue ahí, qué pena que mi corazón no lata por ella.
-Chico, qué bien te veo, igual que siempre, claro.
-Toma, como que nunca me has visto, así que igual que siempre, cómo no. ¿Te apetece un combinado de papaya, piña y sandía? Anda, sorpréndeme.
-Un café.
-Ooooooh. Tú siempre tan innovadora. Hágase un café para ti y un mojito para mí.
-Soy toda oídos, Rubén. Que tu voz sea de miel y no de hiel.
-Pues, amiga. Que no me encuentro bien, que cada vez llevo peor mi trabajo aun siendo consciente de que otros muchos y muchas para sí lo querrían. Que me juré encontrar la gran historia de los anales del periodismo  y que todavía sigo buscándola sin haberla encontrado. Que no sé ya dónde mirar.
-Igual es que no has mirado bien.
-Ya no sé qué más hacer. Soy consciente de que me quedan muchas rotativas que recorrer y explorar nuevos medios. 
-Las mayores historias se encuentran donde más cerca se vive.
-Qué fácil lo ves todo tú. Cómo se nota que no ves.
Paqui, duda. ¿Se lo dice? No lo ve claro. ¿Y si su abuela se mosquea? ¿Y si le echa en cara que solo va a visitarla por interés? Pero es que tiene tanto que agradecerle a ese chico… sigue queriéndole. Menos mal que las gafas oscuras protegen su mirada de los ojos de Rubén. De no ser así, seguro que él la vería como en esos momentos se siente en realidad: triste, nostálgica de lo felices que podrían ser si vivieran juntos.
  -Yo puedo guiarte a la persona que te podría proporcionar aquello que buscas.
-¡Qué me dices! ¿Es verdad eso? ¿Lo harías por mí? Qué callado te lo tenías.
-Te repito que las historias mayores son las que uno tiene más cerca. ¿Te apuntas a una excursión a las montañas sorianas?
-Cómo no, si allí se encuentra lo quepersigo sin fin.
-No te prometo nada, pero puede que sí.
Rubén conduce por una estrecha carretera llena de curvas entre chopos y pinares. Sabe que están cerca. Intuye que alguien le aguarda con sus secretos y sus ganas denarrarlos.
-Ay, cariño. ¿Por qué no vienes más a menudo? ¿Tú también quieres abandonarme? Tantos lo hicieron antes que debería estar acostumbrada, pero tú siempre fuiste mi niña de luz pese a tu ceguera. ¿Y este joven? ¿Es tu  novio?
-Abuela, que no. Es un compañero que necesita tu pasado. Mientras, mi futuro dependería de ´él siquisiese regalármelo.
-Ojalá pudiese, Paqui. Señora, buenos días. Encantado de conocerla. ¿Empezamos?
Conforme Ana desgrana los hilos de su memoria, Rubén se entusiasma con lo que va conociendo de una mujer heroica aunque, eso sí, con sus sombras: Una guerra que ayudó a ganar cuando debería haber hecho lo contrario, un negocio que contribuyó a arruinar porque así se lo impusieron, un noviazgo que se fraguó para derrotar al amor inconveniente, ciego siempre, éste sentimiento sí que sí, no como su nieta y tantas otras miserias con piel de deber cumplido.
-Guau. No una gran historia es lo que me ha proporcionado, son muchas y sensacionales por demás. Muchas gracias.
-¿Escribirás un libro con todo ello? ¿Harás por mí lo que tantos debieron afrontar y no se atrevieron?
-¿No tendrá miedo de que le suceda algo por lo que pueda desvelarse en él?
-Qué más da. Es hora de que el pasado levante el telón de la verdad y saque a escena a quienes, con su silencio y cobardía, se disfrazaron de caballeros andantes.
Sí, Rubén, pocos meses después, después de incontables horas de redacción, cumplirá su promesa, rescatará a la abuela Ana y algo más hará: encontrará lo que, sin él querer saberlo, siempre buscó. ¿Qué si no? Qué ha de ser, la verdadera gran historia, la del amor de y con Paqui. Porque sí, cumplido su sueño, descubrió a su corazón gritando un nombre, el de su amiga, por supuesto.
Y no importará que la vieja Ana muera sin ruido una madrugada otoñal mientras las hojas caen. No importará porque su historia y su niña de luz salieron adelante de la mano de un muchacho testarudo y ambicioso que no renunció a los sueños de ir tras la quimera de lo imposible.

2 comentarios:

FRANCISCO RODRIGUEZ TEJEDOR dijo...


Bueno, bueno, amigo Alberto. Veo que no has faltado a tu cita semanal, y con más fuerza, si cabe, y más inspiración. Me ha encantado. Y también he apreciado esa economía de palabras que, últimamente, tanto te gusta. Un abrazo.

Alberto dijo...

Paco, muchas gracias. Creo que me inspiró cierta comida con buena compañía.
Ahí vamos tratando de que la crisis de inspiración no se apodere de mis domingos.
Cuídate y buen martes de respuestas.

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