¿Será verdad que las mayores historias son las que tenemos
más cerca? ¿Tenrá razón la protagonista de mi cuento de hoy?
Feliz domingo y que el otoño no os traiga tristezas de hojas
caídas sino de colores nuevos.
Con cariño y mis mejores deseos, como siempre.
Ya está.El periodismo es mi profesión. Ahora solo me falta
dar con la noticia que me lance a la fama. Dicen que es muy difícil, tanto como
toparse con el duende bueno de los robledales, sobre todo cuando tanto se están
quemando. Poco me importa a mí lo que afirmen los otros, yo buscaré y buscaré
hasta dar con mi filón particular. Soy Rubén, soy joven y soy testarudo _otros
dirían, tenaz_.
Ana se resigna a caer en el desánimo del olvido. Ella que
tanto cree poder contar y se da cuenta de que nada cuenta. ¿Que es vieja? Sí,
lo sabe. ¿Que fue ella quien eligió apartarse de todos y de todo? Claro, ¿qué
otra cosa podía haber hecho? La antigua casona de sus antepasados era el único
refugio seguro al que podía acudir cuando decidió escapar del fragor de sucotidianeidad.
¿Y Paqui? Eterna enamorada de Rubén, hormiguita trabajadora y
constante, cuya ceguera no le ha impedido acabar la licenciatura aunque fuera a
trancas y barrancas, y con no pocas decepciones hijas de la desconfianza de
muchos y las constantes barreras con nombre de PDFs ilegibles, ejercicios
imposibles o páginas web inaccesibles.
La que, una vez fue joven también, huiría de la ciudad, con
sus conspiraciones de elegante cocktelería, sus relaciones interesadas con
escritores y cantantes, incluso con algún político y sus lujos de espía
enigmática. Muchos indagarán después para cobrarle los favores o vengarse por
lo que no supieron callar entre sábanas y volutas de humo. No la hallarán y el
tiempo borrará deseos de desquite y odios derrotados.
Paqui nunca dio importancia a los misterios de su abuela.
Había estudiado Ciencias de la Información para sacar a la luz los testimonios
de seres ignorados pero merecedores de atenciones y protagonismo. Eso no
significaba que no la quisiera pero cada vez se mostraba más huraña y sentía
que sus mundos eran opuestos. Su padre, el hijo de la abuela, se había
emparejado con su madrastra y casi nunca la visitaban ya.
Rubén telefoneó a su amiga:
-Paqui, necesito verte.
-Yo también lo necesitaría, así dejaría de ser ciega.
-Déjate de chorradas y atiéndeme. Me encuentro inmerso en
una gran crisis y ahora soy yo el que requiere tu ayuda. No es que tengas que
leerme ni nada por el estilo. Más bien, escuchar es lo que te pido porque a ti
eso se te da muy bien.
-Venga, quedamos en un par de horas en El Gorrión Cantarín. ¿Te parece bien
el sitio?
-Sí, es un pub chulo. Me gustan su música y sus zumos. Y
tiene unos sillones la mar de cómodos con esas mesitas de madera. Nos vemos
allí. Y no me digas que como no sea yo el que te vea… que ya te lo tengo muy
oído.
-De acuerdo, chico. No te pongas tontorrón que a mí, el que
me gusta, es el Rubén optimista y luchador, simpático y bromista. Hasta luego,
adiós adiós.
Qué prisas, esta mujer. Cinco años desde que acabamos, ella
feliz con sus habitantes de corte de los milagros y yo, desgraciado con mi
rutina de cronista parlamentario. ¿En qué quedó mi búsqueda del gran titular?
Me cansa tanta banalidad de sus señorías, siempre encastilladas en pequeños
reinos. Qué harto me tienen sus disputas de salón y vodevil. Menos mal que la
Paqui sigue ahí, qué pena que mi corazón no lata por ella.
-Chico, qué bien te veo, igual que siempre, claro.
-Toma, como que nunca me has visto, así que igual que
siempre, cómo no. ¿Te apetece un combinado de papaya, piña y sandía? Anda,
sorpréndeme.
-Un café.
-Ooooooh. Tú siempre tan innovadora. Hágase un café para ti
y un mojito para mí.
-Soy toda oídos, Rubén. Que tu voz sea de miel y no de hiel.
-Pues, amiga. Que no me encuentro bien, que cada vez llevo
peor mi trabajo aun siendo consciente de que otros muchos y muchas para sí lo
querrían. Que me juré encontrar la gran historia de los anales del periodismo y que todavía sigo buscándola sin haberla
encontrado. Que no sé ya dónde mirar.
-Igual es que no has mirado bien.
-Ya no sé qué más hacer. Soy consciente de que me quedan
muchas rotativas que recorrer y explorar nuevos medios.
-Las mayores historias se encuentran donde más cerca se
vive.
-Qué fácil lo ves todo tú. Cómo se nota que no ves.
Paqui, duda. ¿Se lo dice? No lo ve claro. ¿Y si su abuela se
mosquea? ¿Y si le echa en cara que solo va a visitarla por interés? Pero es que
tiene tanto que agradecerle a ese chico… sigue queriéndole. Menos mal que las
gafas oscuras protegen su mirada de los ojos de Rubén. De no ser así, seguro
que él la vería como en esos momentos se siente en realidad: triste, nostálgica
de lo felices que podrían ser si vivieran juntos.
-Yo puedo guiarte a
la persona que te podría proporcionar aquello que buscas.
-¡Qué me dices! ¿Es verdad eso? ¿Lo harías por mí? Qué
callado te lo tenías.
-Te repito que las historias mayores son las que uno tiene
más cerca. ¿Te apuntas a una excursión a las montañas sorianas?
-Cómo no, si allí se encuentra lo quepersigo sin fin.
-No te prometo nada, pero puede que sí.
Rubén conduce por una estrecha carretera llena de curvas
entre chopos y pinares. Sabe que están cerca. Intuye que alguien le aguarda con
sus secretos y sus ganas denarrarlos.
-Ay, cariño. ¿Por qué no vienes más a menudo? ¿Tú también
quieres abandonarme? Tantos lo hicieron antes que debería estar acostumbrada,
pero tú siempre fuiste mi niña de luz pese a tu ceguera. ¿Y este joven? ¿Es
tu novio?
-Abuela, que no. Es un compañero que necesita tu pasado.
Mientras, mi futuro dependería de ´él siquisiese regalármelo.
-Ojalá pudiese, Paqui. Señora, buenos días. Encantado de
conocerla. ¿Empezamos?
Conforme Ana desgrana los hilos de su memoria, Rubén se
entusiasma con lo que va conociendo de una mujer heroica aunque, eso sí, con
sus sombras: Una guerra que ayudó a ganar cuando debería haber hecho lo
contrario, un negocio que contribuyó a arruinar porque así se lo impusieron, un
noviazgo que se fraguó para derrotar al amor inconveniente, ciego siempre, éste
sentimiento sí que sí, no como su nieta y tantas otras miserias con piel de
deber cumplido.
-Guau. No una gran historia es lo que me ha proporcionado,
son muchas y sensacionales por demás. Muchas gracias.
-¿Escribirás un libro con todo ello? ¿Harás por mí lo que
tantos debieron afrontar y no se atrevieron?
-¿No tendrá miedo de que le suceda algo por lo que pueda desvelarse
en él?
-Qué más da. Es hora de que el pasado levante el telón de la
verdad y saque a escena a quienes, con su silencio y cobardía, se disfrazaron
de caballeros andantes.
Sí, Rubén, pocos meses después, después de incontables horas
de redacción, cumplirá su promesa, rescatará a la abuela Ana y algo más hará:
encontrará lo que, sin él querer saberlo, siempre buscó. ¿Qué si no? Qué ha de
ser, la verdadera gran historia, la del amor de y con Paqui. Porque sí,
cumplido su sueño, descubrió a su corazón gritando un nombre, el de su amiga,
por supuesto.
Y no importará que la vieja Ana muera sin ruido una
madrugada otoñal mientras las hojas caen. No importará porque su historia y su
niña de luz salieron adelante de la mano de un muchacho testarudo y ambicioso
que no renunció a los sueños de ir tras la quimera de lo imposible.
2 comentarios:
Bueno, bueno, amigo Alberto. Veo que no has faltado a tu cita semanal, y con más fuerza, si cabe, y más inspiración. Me ha encantado. Y también he apreciado esa economía de palabras que, últimamente, tanto te gusta. Un abrazo.
Paco, muchas gracias. Creo que me inspiró cierta comida con buena compañía.
Ahí vamos tratando de que la crisis de inspiración no se apodere de mis domingos.
Cuídate y buen martes de respuestas.
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