Si ya el pasado 3 de marzo, os hablaba de la pasión que, para mí, supone el hacer visible la ceguera, ayer tuve ocasión de disfrutar otra vez más de este sano esfuerzo de dar a conocer la realidad de las personas ciegas, algo que sigue siendo muy necesario aún hoy día.
Esta vez, además, se trataba de un evento especial: participar en el marco del proyecto que anualmente desarrolla la Oficina de Voluntarios de BBVA, según el cual, realizan etapas del Camino de Santiago con reclusos de Alcalá Meco, una acción de gran importancia por lo que, de superación y esfuerzo, supone atreverse a afrontar la Ruta Jacobea, metáfora de la vida.
La idea surgió en noviembre pasado cuando asistí a la jornada de reforestación en la Casa de Campo con ellos y la posibilidad de hacerlo era todo un reto, algo muy emotivo que, de la mano de Joaquín, su responsable, pudimos ver cumplido ayer.
Como siempre, junto con Elena Rodrigo, nos dispusimos a preparar la actividad, con gran ilusión y cierta preocupación por nuestro deseo de que los mensajes que pudiéramos transmitir llegasen a un colectivo tan especial como es el de los presos.
Tuvimos claro, desde el principio, Elena y yo, que nuestra disertación debería ser un testimonio de confianza en el futuro, de cercanía, de que todo requiere un esfuerzo (nada es gratis) y de ejemplo de vida: “merece la pena, hay futuro; si yo puedo, tú también, si alguien hace cosas, yo también puedo hacerlas”.
Redactamos un texto para ser leído en braille en el que repasábamos la vida de Louis Braille, su inventor, y hablábamos de nuestras peripecias del día a día, de nuestros miedos y sueños, de nuestra necesidad de ir siempre adelante, de ser personas antes que ciegos. Sin embargo, luego pensamos que sería mejor expresarnos de viva voz, mirándoles a los ojos, intuyendo que a través de ello, daríamos luz a su cotidianeidad y creo que así la charla resultó más dinámica, fresca y distendida, al par que cumplimos el objetivo.
Incidimos en conceptos como la importancia de la formación para poder llevar una vida integrada, de que los eufemismos deben desterrarse para llamar a las cosas por su nombre, y de que el sentido del humor es esencial, de que hay que mirar siempre hacia adelante, de estar (aun no viendo).
Elena contó cómo, pudiendo elegir entre la comodidad de la protección familiar o el empeño por lograr una vida autónoma, optó por la segunda alternativa pese al esfuerzo que ello supone, cómo se empeñó en obtener una titulación universitaria ya trabajando, y cómo superó una oposición de ascenso afrontando las dificultades y reticencias del propio departamento de Recursos Humanos del Banco.
Yo recalqué la importancia de la lectura para que una persona ciega pueda ver, ser libre, de cómo vivo solo en una gran ciudad y lo que me costó habituarme a ella viniendo de Teruel y, de a través de anécdotas y sucedidos más o menos graciosos, mostrar las capacidades de un discapacitado visual.
Finalmente, las preguntas de algunos de los asistentes, dieron colofón y necesario complemento a lo dicho. Preguntas que mostraron curiosidad por cómo preparamos la comida, cómo vemos los colores, cómo nos imaginamos las cosas, qué puede hacer BBVA por facilitar la vida a una persona ciega en su relación con ella o lo que nos produce emoción. ¿Respondimos adecuadamente? ¿Satisficimos sus dudas? Esperamos que sí.
El mayor premio a todo ello, fue escuchar que uno de los internos dijera que le habíamos hecho querer que cuando saliera de la cárcel no volviera a recaer en el mundo de la droga, que lo iba a intentar, o que otro afirmase que se había visto reflejado en nuestra charla, que se había sentido bien al escucharnos.
Pero también fue un premio para nosotros, sabernos tratados con tanto cariño y naturalidad, que compartiéramos cena con personas que, en su trabajo, desempeñan altas responsabilidades bancarias, y que sin embargo allí estaban junto a nosotros, de tú a tú.
¿Cómo no compartir todo esto contigo?
Estoy seguro, además, de que este texto va a llegar a quienes participaron, en torno a 50 personas entre reclusos, funcionarios de prisiones y trabajadores / voluntarios de BBVA, y que leyéndolo aprenderán a ver a una persona ciega de otra manera, de una manera más próxima y real sabiendo, eso sí, que como individuos que somos, no debe caerse en la generalización de pensar que todos los ciegos son como nosotros.
Una vez más, gracias a Voluntarios de BBVA por confiar en nosotros, por dejarnos estar.
Y ya se sabe... ¡Adelante, siempre adelante!
jueves, 12 de abril de 2012
Otra vez la ceguera se hace visible
Publicado por Alberto en 6:34 p. m.
Etiquetas: Así soy
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2 comentarios:
HOLA ALBERTO NAVEGANDO POR INTERNET ENCONTRÉ TU BLOG .
DEDUZCO QUE ERES AFILIADO A LA ONCE COMO YO.
FELICIDADES POR TU BLOG
UN SALUDO DESDE MADRID TAMBIÉN
GLORIA
¡Ese es mi Alberto! Sigue así.
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