domingo, 1 de abril de 2012

El anuncio de la modernidad: una mañana de sábado cargada de nostalgias


Así es, esta mañana de sábado primaveral, junto con mi amiga Elena he superado otro reto al tiempo que regresaba a mi infancia de niño que veía.

Y es que desde que leí la noticia, el pasado 28 de febrero, sobre la inauguración de una exposición titulada “El anuncio de la modernidad” me propuse que haría lo posible por visitarla.

Se trataba de recopilar en una panorámica, la trayectoria de los hermanos Santiago y José Luis Moro, los grandes creadores españoles de la publicidad de los años 50 a los 80. Todo un recorrido por la historia social de nuestro país.

Y no creáis, el reto de ir dos ciegos al lugar de la exposición, no era nada sencillo. Había que llegar a la antigua fábrica de cerveza El Aguila, ubicada en un antiguo polígono ahora transformado en centro cultural dependiente de la comunidad de Madrid.

Invité a algún amigo vidente para que me acompañara pero ninguno de ellos podía. Así que nada, que tiramos para adelante y allí que iríamos, como siempre.

Ayer pregunté a una compañera dónde estaba la calle en cuestión. Más o menos me lo explicó sobre plano pero cuando hoy hemos llegado a la estación de Metro correspondiente, una vez más, la ley de Murphy se ha cumplido inexorablemente: si tienes dos opciones, siempre elegirás la que no es correcta.

En fin, un señor jubilado nos ha llevado hasta el sitio. Era pronto, no había nadie, todo estaba cerrado. Le hemos dicho al improvisado lazarillo: “a ver si se va a pensar su señora que se ha fugado con alguna jovenzana”. A lo que nos ha respondido que, después de 47 años de casados, había confianza suficiente.

Hemos hecho uso de la paciencia y al cabo de un rato han abierto las puertas. Menos mal, ya pensábamos que habíamos cometido una ciegada de las nuestras.

Días atrás había telefoneado a la exposición para comentar nuestro caso y ponerles sobre aviso de nuestra llegada, solicitando su ayuda y si podríamos tocar alguna de las piezas expuestas. Evidentemente, las vitrinas estaban selladas y lo hacían imposible, para no variar, no sea que cojan polvo.

El caso es que la azafata nos ha llevado a un salón de actos donde se proyectaba una película / documental de 90 mins. Y después nos hemos unido a la visita guiada, en la que Elena iba del brazo de la guía, Patricia, y yo iba del brazo de Elena, a modo de tren corto, chu chu chu.

Me ha gustado mucho y aunque nos hayamos perdido cosas, he recordado aquellos anuncios de la gallina que hacía un strepteasse ante los gallos, el baile de unas copas y botellas de Tío Pepe, etc. Además de, cómo no, sonreír con la familia Telerín o doña Ruperta.

Hemos conocido cómo los hermanos Moro fueron unos visionarios del mundo de la publicidad, cómo empezaron de la nada, llegando a utilizar las radiografías desechadas que conseguían en algún hospital para, una vez lavadas, en su casa, utilizarlas para grabar sus espacios de animación comercial.

De cómo emplearon los jingel que eran melodías pegadizas en las que el ingenio y el ritmo incitaban al consumo.

Y de cómo crearon la idea de modernidad a través de la necesidad de hacerse con unos electrodomésticos y demás productos que venían de fuera.

Se ha hablado de las “chicas Moro”, del imperio que llegaron a construir y de cómo acabaron arruinados al no registrar los derechos de sus creaciones.

Al final he dejado una tarjeta por si, cuando la desmonten, tienen a bien llamarnos y dejarnos tocar algo, lo dudo pero…

¿Y después, qué? Pues qué va a ser, que como eran las dos, había que comer. Otra aventura, otro reto.

Entramos en un bar: ¿hay menú? NO, no.

Ala, a seguir intentándolo.

Elena, ¿no oyes un bastón de ciego detrás de nosotros?

-Ah, sí.

-Pasa, pasa. Que somos compañeros. Anda, si eres Carmen. Qué fuerte. Este mundo de ciegos es un pañuelo.

La tal Carmen es una amiga nuestra que vive por allí. Así que el misterio de dónde recalarían nuestros paladares se ha resuelto con bien al final.

Y después, ¿qué? Pues para casa con la satisfacción de haber estado allí y de haber superado otro reto que contar.

Para que luego digan, que no se puede y que qué más da ir o no.

Buenas noches.

1 comentario:

amelche dijo...

Un día me gustaría veros en esas excursiones vuestras. Algún día tengo yo que ir a Madrid y acompañaros.

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