Inauguro esta nueva etiqueta, en la que iremos reseñando ciudades destacables, comenzando por la más antigua que se conoce: Jericó. Es cierto, oy no es una gran urbe, ni nada por el estilo, pero debe recordarse por su significado.
La ciudad más baja del mundo, rodeada de campos cultivados y estanques de agua, tan azules como piedras preciosas engarzadas, en una joya. El manantial que ha convertido Jericó en un oasis, Ein-al-Sultan, esta relacionado con el profeta Eliseo, quien purificó el agua con sal a pedido de los habitantes de Jericó, como se dice en II Reyes .
Fue la primera ciudad sitiada y destruida, cuando los Israelitas comenzaron la conquista de la tierra Prometida, relatada por el Libro de Josué.
Fue reconstruida dos veces más, es cierto que no en el mismo lugar. La primera de ellas fue la “Jericó Hedoriana”, cuya vida fue corta, pues conoció su esplendor durante el período Asmoneo y Herodiano y fue destruida aproximadamente en el año 70 d.C. Esta segunda Jericó fue la que conoció Jesucristo en su vida terrena.
“Las últimas exploraciones arqueológicas han puesto al descubierto un vasto complejo de canalizaciones para el agua de las alejadas fuentes (...) y los restos de los cinco acueductos que repartían por toda la ciudad a una y a otra parte del valle.
El Eclesiastés nos habla de los rosales en Jericó y por los historiadores Estrobón, Plinio y Josefo sabemos que Jericó fue un gran centro comercial, productor y exportador de sustancias medicinales y aromáticas, particularmente bálsamo. Y fuentes talmúdicas añaden que existía en la ciudad una importante comunidad judía y gran número de sacerdotes.
La tercera Jericó nació durante el período bizantino.
Jericó es la ciudad más baja de la tierra, a 370 metros bajo el nivel del mar y es la más antigua de las poblaciones actuales mencionadas en la Sagrada Biblia, y de las que se tiene noticia. Sin embargo, no se encuentra en el mismo lugar geográfico de aquella que fue destruida por el Pueblo hebreo, cuando Josué inició la conquista de aquella tierra que Dios les había prometido a los patriarcas y a Moisés.
En el Antiguo Testamento se la denomina también: La ciudad de las Palmeras.
La ciudad era “una etapa obligada antes de emprender la travesía del desierto hacia Jerusalén. Entonces no había otro camino desde esa parte del Jordán. Y era el mismo caso para la vuelta.
“Teniendo en cuenta el peligro que suponía para los Galileos atravesar la Samaría cuando subían a Jerusalén, organizaban sus viajes por el Valle del Jordán a través de la Perea. De esta forma desde Jericó se iniciaba realmente la “subida a Jerusalén”.
“Los terremotos fueron la causa principal de que la población fuera abandonando la Jericó Herodiana y se refugiara aquí a lo largo del período Bizantino.
En la actualidad, Jericó tiene 6.000 habitantes, en su mayoría son musulmanes.
“Debido al clima tropical del verano y muy suave en invierno, se produce gran variedad de frutos, del naranjo a la papaya, que constituyen la riqueza de Jericó.
Cuenta con una Iglesia perteneciente a la Custodia de Tierra Santa, dedicada a "Cristo, el Buen Pastor". Vecino a la Iglesia se encuentra la Escuela Franciscana, a la que asisten un 90 % de estudiantes musulmanes.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Jericó
Publicado por Alberto en 9:31 p. m.
Etiquetas: De ciudad en ciudad
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2 comentarios:
Aunque algunas veces, Albertito... Me sienta tan vieja como Jericó, se que realmente no es el caso... Definitivamente ella me gana en años e historia Je,je
Espero poder conocer ese oriente profundo en algún momento, pero siempre se deja a la espera de que las cosas estén más tranquilitas por esos lares...¡De manera que nunca llega el momento!
Miles de besitos volados.
Me gustó mucho, como toda la Tierra Santa. sufro muchísimo cuando oigo noticias de asentamientos, robos de agua, tala de olivos y violencia gratuita y sanguinaria de esos pueblos que la habitan ( también recuerdo con terror el enorme e insoportable dolor de cabeza al pasar de -370 a 900m en un santiamén) uf!
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