Hacía mención ayer, en mi rentré, al Cabo do Roca, en Portugal, y es que entre el jueves y domingo pasados pude conocer siquiera mínimamente la capital lusa y además hacerlo de una manera diferente, toda una aventura:
Ir tres ciegos totales en avión solos, participar en excursiones para valorar la accesibilidad de los monumentos y degustar la gastronomía, y escuchar el fado, claro.
Paseamos por la avenida de La Libertad y la plaza del Rocío, la zona que albergó la expo de 1998 con el Oceanario, y pudimos subir a la Torre de Belén además de visitar el Monasterio de los Jerónimos, tocar aquí el sarcófago que alberga los restos del navegante Vasco da Gama y el Museo del Azulejo. Esto en Lisboa porque, además del citado Cabo do Roca (el punto más occidental de Europa), nos acercamos a las localidades de Sintra, con sus palacios, Cascais, con sus hoteles de lujo, y Estoril, con su famoso casino.
Fuimos preguntados acerca de la utilidad de los elementos de accesibilidad para personas ciegas: en el palacio de Montserrat, en Sintra, la coordinadora de sus obras de restauración, quiso ver cómo percibíamos las distintas texturas y la responsable de accesibilidad a los museos portugueses nos pidió opinión sobre la utilidad de lo poco que hay adaptado. Pudimos tocar una maqueta de la Torre de Belén y escuchar una audioguía dramatizada en el Museo del Azulejo con réplicas de las piezas más importantes. Nuestra opinión fue que debería de haber más maquetas por ser éstas la mejor forma de tener una visión de un determinado edificio y solicitamos que las audioguías que se hagan que se traduzcan a otros idiomas distintos al portugués para llegar a más usuarios.
He de decir que hay una agencia de viajes dedicada al turismo accesible pero que su oferta es limitada y el precio que cobra no es nada barato. Que se nos consideró como a personas con mala movilidad dándose el caso de no permitirnos el acceso al Palacio da Pena, en Sintra, y que rechazasen nuestra solicitud de participar en visitas guiadas normalizadas so pretexto de velar por nuestra seguridad. Hechos que resultan indignantes.
En cuanto al viaje en avión, no tuvimos ninguna dificultad, disponiendo en los aeropuertos de una empresa encargada de conducirnos hasta el asiento del avión y, desde éste, a un taxi.
Echamos de menos haber podido patear más la ciudad, percibir mejor sus plazas y calles,su pavimento… pero aún así algo hicimos.
Hubo anécdotas, cómo no: una señora que dice a sus hijos en castellano (sin saber que la entendíamos): “que vienen, apartaos” a lo que nosotros respondimos: “sí, sí; ya vamos (con una buena dosis de humor negro)”, tocando la textura de unas piezas de cerámica, yo apunto (con no poca ironía): “tocad, tocad esta pieza antigua, antiquísima” (resulta que se trataba del radiador), una señora que nos dice. “¿puedo hablarles en español?” a lo que nosotros respondemos: “no sólo puede, sino que debe hacerlo” o ese empeño nuestro por subir a lo más alto de la Torre de Belén a través de una angosta y empinada escalera de caracol para darnos el capricho de hacernos la ilusión de disfrutar de una vista única de la ciudad; y es que estos ciegos tienen cada cosa…
El bacalao, en alguna de sus variadas preparaciones, los traveseiros de Sintra (dulces rellenos de crema, los exquisitos pasteles de Belén o la xinxa, licor de agradable sabor fueron las delicias que pudimos descubrir.
Y, cómo no, la música de fados a
Través de una cena-espectáculo demasiado orientada a turistas que habría sido mejor sustituir por un lugar más auténtico en el barrio del Alfama.
En definitiva, lo dicho: un viaje diferente que nos ha permitido conocer un nuevo lugar pero que nos ha mostrado las grandes carencias que existen a la hora de que una persona ciega viaje de forma autónoma. Y, sin embargo, allí estuvimos tratando de disfrutar sin perder el humor como vacuna contra la frustración y la rabia.
Pero lo más importante: que cuando hay complicidad y armonía, uno puede ir al fin del mundo (con permiso del idioma) y poder contar que estuvimos allí.
Hasta un próximo periplo.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Lisboa a ciegas: toda una aventura
Publicado por Alberto en 11:04 p. m.
Etiquetas: De viajes
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2 comentarios:
Hola, Alberto.
Opino igual que tú, tendría que haber más maquetas ya que nosotros tenemos los ojos en las manos y las ciudades tendrían que estar diseñadas por ciegos y personas con otras menusvalías... seguro que no encontraríamos tantos obstáculos como se encuentran en cualquier lugar.
Admiro tu valentía de salir de tu ciudad en busca de descubrir nuevos horizontes y nuevas experiencias... Esto me ha hecho pensar en la frase de Tete Montolíu a su nieto Jordi cuando le dijo: Jordi, nosotros no somos ciegos, únicamente no vemos, los verdaderos ciegos son los ciegos mentales. Creo que está más que demostrado...
Te dejo un saludo con toda mi admiración.
¡Alberto, tenéis más valor que el Guerra!... Siempre me llenas de admiración, con tus viajes. Supongo que acompañado por Elena y Nuri ¿No? Te diré que a mi me enamoró Lisboa con su aire de anciana señora, tan hermosa como ajada y preciosos rincones en sus alrededores.
Bueno niño, ya he comenzado a volver a mis y vuestros blogs...tras mi "dimisión" temporal je,je.
Mil besos volados.
¡Que ricos los pasteles de Belem!
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