lunes, 13 de septiembre de 2010

Zamora a través del tacto

Como os comentaba ayer al narraros mis andanzas zamoranas, os pongo el artículo que apareció en La opinión de Zamora, el pasado domingo.
Aunque tiene algunas inexactitudes tal vez sirviese para quealguno de quienes lo leyeron, tengan otra imagen de la discapacidad y de lo que puede alcanzarse con ganas.


Alberto Gil es un turista madrileño que ha aprovechado sus vacaciones para conocer Zamora, «una ciudad preciosa». Nada llamaría la atención en él si no fuera porque se trata de una persona ciega, que se ha atrevido a venir solo a una ciudad desconocida. Su día a día es toda una historia de superación, ya que realiza prácticamente todas las actividades que puede llevar a cabo una persona con visión normal. Ha aprovechado para conocer la Catedral, las distintas iglesias y monumentos de la ciudad o pasear por el Duero. Con el tiempo, ha aprendido a usar mejor otros sentidos, por lo que se trata de un viajero que saber apreciar especialmente bien todos los placeres gastronómicos que ofrece la ciudad del románico.
DIEGO GONZÁLEZ «La gente me pregunta que saco con viajar si no veo nada. Pues estar en los sitios, que es lo más bonito». Así resume Alberto Gil, un turista ciego de 44 años que visita estos días la ciudad, su experiencia viajera. «Como si los ciegos no pudiéramos hacer turismo?»

Alberto Gil, soriano de nacimiento y madrileño de adopción, llegó a Zamora el pasado domingo por la noche y se desplazó solo desde la estación de autobuses hasta el Parador, maleta incluida. «Fue fácil, cualquier persona a la que pido ayuda me la ofrece enseguida. Gracias a la gente me llevo una impresión inmejorable de Zamora. Nadie me ha negado acompañarme hasta cualquier sitio en los días que llevo aquí».
El turista destaca de Zamora su accesibilidad para personas ciegas. «Son cosas que los que tienen una buena visión no aprecian, pero por ejemplo la alfombra verde de la calle Balborraz me ha ayudado muchísimo cuando he querido acercarme al río. Sólo tengo que seguirla y me deja allí». Una vez en la orilla del río solo tiene que seguir el sonido de la corriente. «Además hay algo parecido a caminitos por muchas calles, se combina diseño y accesibilidad. Es una ciudad bastante fácil para los invidentes, casi todo el casco antiguo es peatonal y eso facilita mucho las cosas».
Alberto Gil apunta que, al carecer del sentido de la vista, ha aprendido a apreciar más otros, y la mejor prueba es el gusto. «He estado en pocos sitios dónde se coma mejor que en Zamora. Todo lo que he probado me ha gustado». Cosas como tomar una cerveza o un café en un bar tampoco quedan fuera del alcance de este turista, «lo único que tengo que hacer es pedir ayuda para que me digan dónde hay una terraza».
No debe ser fácil imaginar una ciudad que no se puede ver, pero para Alberto ya es algo habitual. «Yo tengo mucha imaginación, una de mis aficiones es escribir cuentos para niños. Es bonito imaginarte una ciudad entera por la que estás caminando». Además de esto, se confiesa un gran aficionado de la historia de España. «No puedo explicar lo que sentí al lado de la estatua de Viriato. ¿Qué pensaría si viera que tiene una estatua en su honor en una ciudad?, ¿Cuál sería su personalidad? Esto es vivir la historia».
En principio una de las mayores dificultades que se le pueden plantear a una persona ciega es reconocer los monumentos de una ciudad nueva. Alberto Gil tiene su propia técnica. «Lo que suelo hacer es acercarme a las tiendas de regalos y pedir al dependiente que me preste una figura. Como son réplicas exactas, con tocarlas se hace fácil tener una imagen mental del monumento en cuestión». De esta manera Alberto conoce la Catedral de Zamora o la estatua de Viriato «igual que cualquier otro».
Y no todo son maquetas. Antes de entrar a cualquier tienda de souvenirs el turista ya tenía una imagen bastante cercana de los monumentos. «Los invidentes sabemos aprovechar mejor otros sentidos. Más o menos tenía una idea de la amplitud y la altura de la Catedral gracias a la voz. Sólo hay que hablar y percatarse de dónde rebota el sonido para tener una idea aproximada, y bastante cercana, de la altura del edificio». Además aprovechó para tocar algunas partes del templo. «No me hace falta verla para saber que la sillería es impresionante».
El sistema se repite con la estatua de Viriato, pero la imagen no fue tan exacta. «Me ayudaron y conseguí tocar la cabeza de carnero y una parte del pedestal, pero no alcancé más arriba. Simplemente estar tan cerca es más de lo que conseguiría si la pudiera ver».
Durante su estancia Alberto Gil ha realizado dos visitas guiadas a la ciudad: una solo y otra en grupo. «Lo único que necesitamos es más tiempo para las visitas, tenemos que ir más despacio». Por lo demás, exactamente igual. «En la visita que hice en grupo simplemente tuve que agarrarme del brazo de la guía para seguir el ritmo normal».
Entre risas, confiesa que «algo que también me gusta mucho es escuchar las conversaciones de la gente que se sienta a mi lado en las terrazas o en algún bar. No porque yo sea un cotilla, si no porque me gusta imaginarme las caras de la gente por su forma de hablar y lo que cuentan».
Durante los días que ha pasado en la capital, Alberto Gil ha tenido tiempo de vivir alguna anécdota divertida. «Mientras paseaba por el Duero sentí que necesitaba sentarme. Espere hasta que pasó alguien y le pregunté por un banco. Debió entender que quería ingresar dinero, porque me contestó que no era de aquí. ¡Si sólo quería sentarme!».
Alberto Gil no cuenta en sus viajes con muchos instrumentos que le ayuden a desenvolverse mejor. Tan solo ha traído desde Madrid su bastón y un reproductor portátil de música para amenizar las horas. «En casa tengo más cosas para poder llevar a cabo una vida normal, como un ordenador adaptado con voz, pero a mis viajes sólo llevo esto». Con este material Alberto a viajado, solo, a Toledo, Ciudad Rodrigo, León, Barcelona y Soria.
Con el tiempo ha aprendido ha aprovechar las situaciones del día a día para poder guiarse. «La gente no suele darse cuenta, pero en la mayoría de los hoteles los números de habitación están escritos en relieve. Una persona con la vista sana ni se percata, pero a nosotros nos ayuda a no meternos en la habitación del vecino».
Apunta que no se ha planteado hasta el momento hacerse con un perro guía. «Mucha gente me pregunta que por qué no lo hago, pero es que un perro requiere muchos cuidados. De esta manera, cuando llego a casa tan solo tengo que doblar mi bastoncito y guardarlo en cualquier sitio».

2 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Excelente broche para tu estancia zamorana, Albertito.

Besósculos zamoranósculos! Mua!

Susi DelaTorre dijo...

Me ha encantado seguirte por tu andanza, a travès del artículo que te muestra.

Saludos superlativos, Alberto.

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