domingo, 8 de agosto de 2010

Don Romualdo y Perejil van de excursión

Ya se sabe: agosto es tiempo de viajes y periplos, así que nuestro inefable loro Perejil y su amo, han hecho lo propio.
Que os gusten sus andanzas y que estéis soportando el calor con alegría.
Buena semana.

-Amigo Pere, coge otra bolita de coco de éstas que nos ha regalao la nueva panaderita, ésta sí que es simpática y no la sosa de la Paca _ya tiene guasa, trabajando en una dulcería_, y así hago yo lo propio, a su salud y pa que nos dure y no se nos vaya con algún jovenzuelo.
-Poz zí que eztán de zúpate eza pruma. Y oiga, zeñ’uzté, que m’ha dicho la Merce, la jardinera, que ci no apuntamo a una ezcurció que va a organizá la Diputa´çió pa celebrá que zomo uropéoz.
-¿Y qué pintamos nosotros en eso? Si yo no veo ni gato de escayola y tú me parece que tampoco eres de los que te guste meterte en periplos, que te has hecho a aletear por estos parajes cascajelenses y no hay quien te saque.
-Bueno, a lo mejó lo pazamo bié y to. M’ha dicho que le cuidarán bien. Que z’anime.
-Bie, bien; hágase. Con tal de darte el capricho…
-Oiga que yo… maz que na ppor uzté. k’hay que zalí a ver mundo.
Nuestros amigos se presentan el día de la partida para Talavera de la Reina, el lugar elegido para el bautizo viajero de ciego y loro.
Enseguida se acerca la mentada Merce y, con tono risueño, planta dos sonoros besos en la mejilla del ex secretario.
-Oiga, oiga; ceñá Merce que yo tambi´n quiero argoooo….
-Pero mira que es celosón este loro.
Al tiempo, enrosca en torno a sus dedos índice y anular alguna de lasesmeradas plumas del rumboso.
La sorpresa de la monitora del viaje es mayúscula al ver que uno de los participantes llega con semejante compañía avípeda.
-Estoooo, ejem. ¿Es necesario que traiga este especimen a la excursión?
-Aaaaa, faltaría más. Pues claro, es mis ojos y mi compañía, mi loro guía. No se preocupe que es muy formal, aunque… algo picarón y si se descuida a lo mejor le da por picotear en ciertas campanas.
La guía, una joven recién licenciada en materia turística se ha percatado de que las campanas a las que ese peculiar integrante del grupo se refería, tenían mucho que ver con su anatomía y no ha podido evitar que el rubor se presentase a sus mejillas. Menos mal que no ve este señor, que si no.. _se ha dicho_. En fin, comencemos que parece que no me he levantado hoy con buen pie. Esperemos que el bicho ése se porte bien y no nos amargue el viaje.
El autocar se pone en marcha. Romualdo, elegantemente ataviado, con su loro, que se ha acomodado en el regazo de su dueño, y la Merce, con un atuendo más propio para la ocasión, ocupan sus asientos. No conocen al resto de participantes, pero tal vez al final del día puedan no decir lo mismo y quién sabe si no habrán hecho alguna amistad, que para eso va Perejil con su gracia y donosura.
La carretera discurre por la llanura manchega, Perejil mueve su pico a derecha e izquierda para no perderse nada y don Romualdo y la simpar jardinera van en amena charla, contándole ésta lo que se vislumbra a su paso.
Han parado, cómo no, a hacer un pipí y tomar un cafelito. Para Perejil una de esas naranjas en gajos que tanto le gustan, de las buenas, no de las de zumo. En la parada, una madre con su hija les han preguntado a nuestros protagonistas si les importaría que se sentaran a su lado y han comenzado a charlar sobre sus expectativas de la excursión. Que si les llevarán a ver un alfar de cerámica, que si irán a ver el paseo de los Toreros o la Colegiata y la plaza del Pan.
-Poz oigan, que a mí, er pan me guzta untao en vinito durce como zopétaz.
-jejejjeje. Los cuatro ríen la ocurrencia del plumiverde.
-Susana, de unos cuarenta y tantos años, curiosa por naturaleza,
Inquiere acerca de Perejil, ante lo que éste no desaprovecha la ocasión de explayarse en chanzas y lorerías. Mientras, su mamá, una señora de porte sencillo pero de mirada noble, les cuenta a nuestros amigos que a ella le gusta viajar, que suele hacerlo con la niña, ahora que su Joaquín les dejó al ser raptado, ya saben, _dice_ por la maldita DAMA DE LA guadaña.
El ex secretario cuenta que es su primera experiencia viajera, que no se había apuntado muy convencido, pero que, con el paso de los días, se había ido ilusionando pensando en lo que podría percibir de olores, espacios y sonidos.
La Merce dice que se alegra mucho de hacerle de guía, que tratará de que vea con la luz de la palabra, describiéndole todo lo que mejor sepa.
-Ay, hija; bien sabes tú que te portas demasiao bien con este ciego quisquilloso.
-Ande, ande, bah bah bah. Si yo lo hago encantada. Y además, una también disfruta.
El tiempo pasa y, por fin, llegan a la ciudad. El programa consistirá en una visita panorámica a pie por los principales lugares, comida y tiempo libre para pasear por la vega del Tajo.
A don Romualdo le gustan las explicaciones, aunque eche de menos el no poder disfrutar de los dibujos en azulejos y fachadas. Nota, no obstante, que el entorno es agradable para pasear, que lo importante, lo esencial es que está allí, atesorando cultura y recuerdos.
¿Y Perejil?
Pues Perejil, nada más bajar del autobús le ha anunciado a su dueño que él se iba a los jardines del Prado, que le había dicho una coquetuela paloma que, en medio de un estanque, se alzaba una caseta a modo de palacete, residencia de ocas y cisnes. Que se iría a conocerla ya que a él, eso de iglesias y jarrones no le iba. Que ya les buscaría después del almuerzo.
-Bien, bien. Vete en paz, pero no te pierdas entre almíbares que ya se sabe cómo te gustan. Ale, diviértete. Don Romualdo le acaricia, le sonríe con el alma. ¡Aprecia tanto a ese animal!
-Venga, no se enmohinezca. Cójase de mi brazo y sigamos a la chica. No nos perdamos nada.
-Gggggrrrrrr gggggrrrrr. Ya eztoy aquí.¿L’han pazao bien zuz señorías?
-Mírale, si es que es más mono…
-Oiga, ceñá Merce, q’uno ez un loro, no un mono, que loz mónoz zon mu peludoz y a mí, lo que me van zon laz plúmaz.
-Déjate de loradas y ven acá, que ya tenía ganas de echarte el ojo encima.
-Poz como no ce m’eche otra coza encima…
-¿Y qué? ¿Cómo ha ido tu visita a la casa de las ocas?
-Ah, poz mu requetebién. Rezulta q’había una lechuza tarotera con zu baraja y to y m’ha echao la buenaventura. M’ha zalío una carta con un rollo de pergamino y únaz léntez. Paice qu’ezo quié desí que voy a ce famozo y que voy a zalí en loz papélez. Gggggrrrrr gggggrrrr.
-Pues sí que las tenemos.Con lo que a ti te gusta emplumarte, no falta nada más que te vengan a dar mas vuelo. Lo que te faltaba. Esperemos que no se te suba la gracia lechucera a la cresta. ¡Qué paciencia tengo que tener contigo!
-No ce me ponga uzté ací, que bien c que ma echao de ménoz.
-Ay ay ay, cómo me va conociendo este puñetero loro. En fin, venga; haz algo y llévame ahora tú, que ya bastante ha tenido que cargar conmigo la buena de la Merce. Vamos hacia el coche, que ya estoy algo cansado, que no está uno acostumbrado a estos excesos.
Poco a poco el resto del grupo se va congregando para partir a sus lugares de destino.
Don Romualdo no lo quiere reconocer, pero bastante que ha disfrutado. Ahora bien, ¿ese deleite que siente vendrá dado por el viaje? ¿O será porque ha contado para él solo con la compañía de la Merce? Qué buena chica es y cómo la aprecia. Sí, señor; es de esas amistades que ya no se encuentran.

1 comentario:

Mercedes Pajarón dijo...

¡Siempre son bien recibidos don Romualdo y el inefable Perejil! El buen rato con ellos está garantizado...

Un besósculo cariñosósculo y no olvides dar recuerdos a la Merce!

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