domingo, 13 de diciembre de 2015

La visita al cementerio



Buena noche de domingo:
Aquí otra historia del bueno de Benigno Pérez. Que te emocione.
Feliz semana navideña.

La visita al cementerio

Benigno Pérez se ve obligado a acudir al cementerio de san Isidro. Él preferiría no tener que hacerlo. Ya bastante tiene con resolver casos de muerte como para que en su tiempo libre tenga que ejercer como  cicerone a la casa de los muertos con un matrimonio amigo que ha venido a visitarle. Preferiría acompañarles por la Cava baja a descubrir los bares de tapas castizos o hacer una ruta por las teterías de la capital y enseñarles el misterio del ritual del té.
Le han asegurado que ese cementerio es uno de los más importantes de Europa y que merece mucho la pena su visita. Le han hablado de sus patios y mausoleos, de su entorno privilegiado y de que fue el lugar de enterramiento de la aristocracia española del siglo XIX.
  Muy bien, ya están en él. Pasean por entre las grandiosas tumbas historiadas que albergan los miserables restos de personajes de la talla de Diego de León, la duquesa de Alba o los Madrazo. Se siente el silencio y la quietud propios del lugar. Los cipreses y flores son la vida que compensa la muerte de quienes se creyeron invencibles.
Continúan la visita con las explicaciones de la guía y las leyendas de fantasmas que habitan el lugar.
Todo esto soporta Benigno Pérez con paciencia resignada mientras sus amigos se entusiasman con lo que contemplan, curiosos y hasta impertinentes. Deben de creer que sólo en Europa hay grandes necrópolis dignas de ser llamadas museos, como puede ser el judío de Praga, el Central de Viena o el Pére-Lachaise de París a la vista de sus expresiones de asombro admirativo que van destilando en cada parada sepulcral.
 Y entonces, ya cuando parecía que nada más quedaba por saber y el detective Pérez se veía liberado de semejante cruz, al adelantarse para esperar a sus amigos, mientras ellos hacen alguna foto indiscreta, recibirá su recompensa.
-No te vayas aún, amigo mío. Bienvenido a mi casa.
La susurrante voz de su confidente, la Vieja Dama se cuela en su oído sin que nadie más lo sepa.
-Ven conmigo. Deja que ellos se entretengan en fruslerías. Yo te mostraré algo digno de ver que nadie sabe ver.
-Eh, Benigno… ¿dónde vas? Que se nos hace tarde para comer.
Pero Pérez no les escucha. No puede escuchar otra voz que no sea la de su confidente y amiga secreta.
Avanza apresurado hacia un mausoleo que pasó desapercibido antes, durante la visita.
-Fíjate en esa figura de ángel que hay ahí arriba. ¿Te suena de algo?
-Pues no, no me suena de nada. Será un angelote más por mucho que lleve trompeta y sus alas sean de mármol.
Si alguien le hubiera escuchado o conocido, se habría sorprendido de cómo un hombre aparentemente tan cabal y de facha bonachona estaba hablando solo.
-Yo te diré qué significa ese ángel. ¿A que sí has estado en el parque del Retiro y te has parado a contemplar su famosa fuente del Angel Caído?
-Sí, eso sí. Siempre me llamó la atención de que esa fuente se encuentre en ese parque.
-Claro, es que fue puesta a idea. Se sitúa a una altura de 666 metros y bajo ella hubo también otro cementerio. ¿Qué te parece?
-Curioso. Se ve que además de investigar muertos de ahora tendría que investigar los muertos del pasado.
-Te enseñarían mucho. Cuando quieras yo te presento a algunos.
-Ya. Ja. Cualquier día. Así termino de volverme majara del todo.
-No te quejes, Benigno mío que si no te quisiera bien…
-Sí, sí. Ya te me habrías llevado y sería huesos y polvo como todos ésos. Pero dime, antes de que los vivos me quieran ver muerto. ¿Qué pasa con este ángel y con el Caído? ¿Qué tienen que ver el uno con el otro?
-Pues que son las caras de una moneda, la moneda que Caronte siempre exigió para cruzar la laguna. El Caído representa al Mal y éste, al Bien.
-Ah. Vaya.
-Te conviene mirarlo bien porque también él te ayudará a resolver enigmas cuando yo no pueda hacerlo porque esté afanada en recoger cadáveres en tierras lejanas.
-Siempre es bien recibida cualquier ayuda para resolver unos crímenes que hoy día cada vez son más complicados. Con lo fácil que resultaba antes descubrir a los asesinos del puñal o el veneno. Pero ahora con tanta tecnología cualquiera les pilla.
-Siempre se supo que no hay crimen perfecto y que el pobre mayordomo no siempre es el culpable de todo.
-¡Benigno! Vamos, que se hace tarde.
-Anda, vete con tus amigos. Llévales a comer sesos y demás casquería. Jajajajaj.
Y sí, Benigno regresa al presente de sus amigos. Lo hace aunque antes hace algo de forma impulsiva: tira de una de las argollas que adornan esa tumba. No sabe qué espera o por qué lo hace. Tira de ella para…
-¡Benigno! Qué hombre éste. Siempre en las nubes. Menos mal que se le quiere. Se creerá que debe investigar qué pasó con el muerto que descansa en esa tumba.
-¿Me ayudarás a desvelar la verdad de mi muerte? No, no morí de muerte natural por mucho que el medicucho aquél firmara el parte de defunción con las palabras mágicas de parada cardiaca. Ja.
Un escalofrío inevitable recorre la columna vertebral de Benigno Pérez. Sabe que sus amigos se impacientan, que debe hacer de buen anfitrión, pero… ¿podrá olvidar la súplica que acaba de escuchar de boca de quien quiera que allí fue enterrado?



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