jueves, 12 de diciembre de 2013

Gran Canaria: descubriendo sabores de amistad

Buenas noches:
Comparto la crónica de mi último viaje. Que os guste.

Resumir en no demasiado espacio, por aquello de no ser exhaustivos, el viaje que he tenido la gran suerte de disfrutar este pasado fin de semana, resulta arduo. Y es que mi visita a Gran Canaria y su capital durante el puente de la Constitución , puedo decir que se lleva “la palma” (jejeje)  en cuanto a plenitud de un viaje. Lo que uno busca cuando viaja, de forma ideal, estos días se ha convertido en real. Todo un lujo, un regalo y un placer haberlo hecho acompañado de, cómo no, Elena y de haber sido asistido en todo momento por Laura, Alexis ,Penacho (José Ignacio) y Antonio, que han posibilitado que así fuera. Nos han tratado como a marqueses, con la generosidad y dulzura de las gentes buenas de pro.
Todo comenzó un año atrás, cuando, ya en Granada, gozamos del cariño y guía de Laura. Nos propuso, entonces, y nosotros le tomamos la palabra, que conociéramos su isla. Cómo no aceptar semejante golosina. Así que, como siempre… nada, nada, para adelante.
Iríamos Miguel, Elena y yo, tres ciegos totales, prácticamente (Miguel tiene algo de resto visual), pero éste, a consecuencia de un accidente en el ojo bueno (siempre pasa lo mismo), le obligó a cancelar su reserva.
He de decir que quisimos gestionar el viaje a través de una agencia por aquello de no molestar, pese a la insistencia de Laura para encargarse ella. Deberíamos haberle hecho caso y no nos habríamos visto expuestos al desastre de Viajes Barceló. Buenas palabras por parte del comercial que nos tocó en desgracia (decir suerte sería un craso error), pero nada más: nada hizo por arreglar el que Iberia Express nos impidiera comprar los billetes, so pretexto de que éramos ciegos, no modificó los papeles con arreglo al cambio horario producido por semejante dislate por lo que cuando llegamos al aeropuerto y hotel canarios, con Air Europa, nos encontramos con que tuvimos que esperar casi dos horas para que nos recogiera el servicio de transporte que debería llevarnos al hotel, un hotel que continuaba teniendo mal la reserva y, que por si fuera poco, estaba ubicado en una zona de prostitución que aunque nosotros, al no ver y ser acompañados en todo momento, no tuvimos problemas y que, aunque próximo a la playa de Las Canteras, resultara complicado para haber llegado hasta ella de forma autónoma, eso sí, el hotel en sí, estaba bastante bien y su personal fue muy amable con nosotros y nos ayudó en todo momento. Por supuesto, al regreso, tampoco nos llevó el transporte contratado y otra vez más, Laura fue la que deshizo el entuerto. En definitiva, andamos preparando una bonita reclamación contra dicha agencia y, qué duda cabe, si tuviéramos que recomendarla no lo haríamos ni muchísimo menos. Pero, pasado este tema, el resto no pudo ser más inolvidable.
5 días extraordinarios en los que hemos aprendido que la mejor flor para producir papayas es la hermafrodita, que los plátanos salen en manos y que hay unas flores que llaman del paraíso aunque su nombre real sea esterlisias.
Descubrimos sabores a base de maíz tostado convertido en gofio, chorizo de Teror, pescado medregal, las lapas o el mojo (verde y rojo)  y no digo ya los dulces como el polvito uruguayo, el helado de higos o una soberbia crema de queso con miel de caña.
Conocimos, y pisamos, la historia en la Cueva Pintada de Gáldar y en la ciudad desde que fuera fundada por el capitán Juan Rejón en 1478, con el paso por ella de Cristóbal Colón y la casa museo del gran Benito Pérez Galdós hasta el enclave desde donde Franco partiera para iniciar el Alzamiento militar del 18 de julio.
Paseamos por sus plazas y plazuelas, la de santa Ana, con las esculturas de perros autóctonos, la del Pilar Mayor o la de España, lo mismo que las calles de Balcones, santa Bárbara o Sal si Puedes. Recorrimos los parques de santa Catalina y san Telmo, lo mismo que su paseo marítimo. Eso en la capital, pero tampoco nos privamos de visitar Mogán con su playa y Teror con la iglesia que alberga la virgen del Pino.
Sentimos la música a flor de piel, con la actuación de un grupo folklórico y el haber estado en el Gabinete Literario, magnífico espacio para la música clásica, donde degusté la primera comida y disfruté de una maravillosa tertulia que se constituyó en el mejor preámbulo de otras muchas, llenas de recuerdos, anécdotas y demás amenidades.
Nos instruyeron en que el arenismo es el arte de esculpir figuras de arena y que hay palmeras reales y palmeras canarias, pinos autóctonos y laureles de Indias.
    Gozamos de la accesibilidad hasta el máximo, incluyendo una maqueta a la que Alexis anduvo quitándole el polvo acumulado tras llevar largo tiempo arrumbada en un almacén del cavildo, pero también al poder tocar las numerosas estatuas que pueblan la ciudad y las réplicas de los útiles empleados por los aborígenes además de un fantástico documental con audiodescripción sobre cómo y quién poblaba la isla antes de la llegada de los castellanos. De tal manera, hemos podido ver (en toda la extensión de la palabra) cómo es la orografía de la isla, cómo son las pintaderas o un molino de azúcar, así como los adornos del traje típico de la mujer canaria.
No nos faltó tampoco frecuentar el ambiente nocturno, desmelenándonos (sobre todo yo, jajajajajaja), en una discoteca junto al muelle, al aire libre y en medio de palmeras.
 No olvidaré todo eso, ni tampoco los mercadillos en los que hasta llegamos a regatear y adquirir ricos productos, pero por encima de todo esto, lo auténticamente mágico han sido los encuentros de amistad, saboreados con verdadero deleite. Las historias de Penacho, descendiente de piratas y contrabandistas, de músicos e intelectuales, las enseñanzas de experto ingeniero de don Antonio, la pasión de Alexis, la gracia de Laura y sus niñas, una tarde de domingo en terraza de hotelazo frente al mar en la que se confirma un sueño, gracias a Joserra, asturiano como nadie, y en que conozco a Poli, escritor de un interesante libro sobre cómo también hay ocasiones en que las empresas deberían ir al psicólogo.
Nos vinimos cargados con presentes que simbolizan ya toda una lección de generosidad: flores, turrón, piñas…
¿Y las anécdotas, diréis? Bueno, bueno…
A las 4 de la madrugada Joaquín, el taxista que nos lleva a Barajas, con el interés de siempre, cada vez que emprendemos rutas nuevas, se pelea, a través de un interfono con el micrófono roto, ubicado en un poste callejero,  en un diálogo esperpéntico con la señorita que debe enviarnos la ayuda que nos acompañará hasta el asiento del avión. Él grita que somos ciegos y que hace frío y ella empeñada en preguntar si necesitamos una silla de ruedas, fue antológico, todo un diálogo de sordos, digno de los mejores episodios del surrealismo patrio.
. También en Barajas, ya junto a la puerta de embarque, vienen a buscarnos para embarcar (¿no sería mejor hablar de “enavionar”?), alguien se afana en creer que vamos a Vigo y que no quiere que le dejen en tierra.
Un pasajero argentino nos cuenta su vida y milagros hasta que partimos.
Este cieguito se ve obligado a comprarse unas estupendas chancletas y a remangarse los pantalones, cual sufrido pescador, para adentrarse en la fina arena y recibir el roce de un agua tibia. No me creí que fuera a hacer ese calor en pleno diciembre.
Recibimos mensajes alarmistas por parte de nuestros familiares que creen se ha desatado una tormenta tropical y que no salgamos a la calle, mientras que nosotros, andamos de picos pardos en manga corta.
Cuando Joserra me confirma que voy a tener ocasión de ser testimonio de luz para los reclusos de cierta cárcel asturiana, le digo con mi sorna de siempre: “dile al director que me vaya reservando una celda con vistas”, jajajajja.
Al regreso, porto un colorido ramo de flores del paraíso, a mi paso alguien silba la marcha nupcial, jajaja. Somos la envidia del aeropuerto y las azafatas.
Alexis, persuadido de que los cieguitos, para saber cómo son las cosas, tenemos que tocar, se ha pasado un buen rato acicalándose la cara para que se la tocáramos y le viéramos guapo guapo. Qué decepción se llevará cuando compruebe que no tenemos el más mínimo interés por saber cómo es el aspecto físico de estos Amig@s (con mayúsculas), porque lo esencial se ve con el corazón, como dijera aquél.
Y todo este lujazo de viaje no me habría sido dado atesorar de no haber sido por el cariño que Elena, Elenita, supo sembrar en su labor como telefonista del Banco de Crédito Agrícola y que, cual exuberante fruta de la región, ha dado lugar a este resultado. Un orgullo ser su Amigo (también con mayúsculas) y disponer de esas relaciones que ella ha sabido forjar con su buen hacer y profesionalidad.
No me queda sino agradecer todo esto, agradecer al personal de Cueva Pintada su entrega al enseñarnos el recinto, tanto es así que dispusimos para nosotros solos de 3 personas que fueron mostrándonos con todo detalle el lugar.
Y volveremos, claro que volveremos. Quedó aún mucho por descubrir, como muy bien se encargó Alexis de destacar, además de que Miguel tendrá que quitarse la espinita de lo mucho que habría disfrutado si al agacharse para coger el bastón blanco que había dejado en el suelo no se hubiera dado con el canto de la silla. Eso sí está claro: se nos garantiza un hotel mucho mejor y con nombre de Reina Isabel o vaya usted a saber cuál otro. Penacho seguirá contándonos aventuras, dignas de protagonizar un novelón, don Antonio deberá instruirnos en lo relacionado con la inspección de contenedores en la aduana y Alexis nos hará sentir y ver la naturaleza de su tierra a la que tanto quiere, mientras yo le digo a Laura.. “mi niña, estás hecha una pivilla”, jajajajja.

   

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